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Por Carlos del Frade
(APe).- En la tierra de las y los 30 mil desaparecidos, las desapariciones permanecen. Tango, Maradona y desaparecidos, decía Manuel Montalbán, cuando su personaje sintetizaba la Argentina. Hace 37 años que el terrorismo de estado terminó, que la dictadura de las desapariciones, como le gustaba decir al querido maestro Osvaldo Bayer, llegó a su fin. Sin embargo, los 18 de septiembre nos recuerdan dos desapariciones en democracia: Jorge Julio López en 2006 y Paula Perassi, en 2011, en la geografía más atravesada por el dinero, sur de la provincia de Santa Fe, departamento San Lorenzo, donde San Martín iniciara su sueño de la Patria Grande.
En la semana que culminó en el recuadro en la que las efemérides dicen que es el día de la soberanía, hubo una revisión de condenas para dos de las personas imputadas por la muerte y desaparición de Paula.
Allí estaban, como siempre, Alicia y Alberto, la mamá y el papá.
Las dos personas que hace más de nueve años vienen reclamando por un par de huesitos de ella, de su hija, para hacer el duelo, para contarle algo a sus nietos que no paran de crecer y no saben tampoco de respuestas sobre el destino de su mamá, de Paula, siempre Paula.
En estas horas, mientras afuera la pandemia cambia y continúa con su cosecha letal.
-Doctores, hace nueve años y dos meses un día me levanto y me encuentro con esto. Con que mi hija había desaparecido. Yo tenía un amigo que me decía que yo era el padre de él, ese amigo se llamaba Gabriel Strumia… Te pregunto, ya que hiciste eso con Paula por qué no la tiraste al río, que en cinco días flotaba y hoy la situación nuestra sería distinta…Usaste el amor de Paula y después tuviste el coraje de hacerla desaparecer…Tengan la seguridad, señores jueces, que aquí adentro están las dos personas que hicieron desaparecer a Paula, ellos con la banda capaz de hacer desaparecer una persona en democracia sin dejar rastros, porque estamos a nueve años y acá no se sabe que hicieron y dónde está Paula…Yo peleé 9 años no para que alguien vaya preso, quiero los huesos de mi hija, quiero hacer el duelo, estas personas no me lo dejaron hacer, tengo los dos hijos de Paula que todos los días preguntan por su madre, y que les prometí poderles decir algún día qué pasó, y no lo puedo lograr porque no sé qué pasó. Yo bien decía que acá había una billetera política con dólares, pero estaba equivocado: acá había un barco lleno de dólares…Decí lo que hiciste con Paula, decilo, danos la posibilidad de hacer el duelo, de que en un cementerio esté Paula y que haya una lápida que diga Paula Perassi para que podamos ir yo que soy el padre, ella que es la madre, sus hijos y toda la sociedad que quiere saber qué pasó con Paula.
No seas cagón, decilo, decilo si tenés lo que tenés como hombre, lo que usaste como hombre para disfrutar con Paula. Ponelo arriba la mesa y decilo…- le dijo Alberto Perassi a Strumia.
Nadie contuvo el llanto en la sala de periodistas. Tampoco pudieron hacerlo las juezas.
Alberto Perassi, el papá de Paula, como hace nueve años y dos meses, pedía por los huesitos de su hija.
Su hija, una desaparecida más en el país de las desapariciones, en la geografía más rica del país de las desapariciones.
Los que saben la verdad del destino de los huesos están en alguna parte no muy lejos de estos contradictorios parajes cósmicos.
No los conmueven las palabras y la desesperación de Alicia y Alberto, la mamá y el papá de Paula.
Sin embargo deberían saber que cientos y cientos de pibas y pibes ya tomaron debida nota que aún en democracia hay mafias capaces de producir desapariciones en el país de las desapariciones.
Pero ese conocimiento, duro y pesado, no las despoja de la esperanza y la admiración para una mujer simple como Alicia, para un hombre simple, como Alberto, la mamá y el papá de Paula Perassi, presente, siempre presente, a pesar de los códigos mafiosos de silencio por ahora invictos.
Edición: 4122
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