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Por Alfredo Grande
(APe).- La cultura represora le ha cambiado el sentido a muchas palabras. “Tarea”, uno de los conceptos fundamentales de la psicología social, quedó manchada por los “grupos de tareas”, cuya tarea era el exterminio. Por eso la guerra contra todas las formas de la cultura represora incluye la pelea por el sentido fundante de esas palabras. Y el sentido no es solamente la cosa a la que la palabra alude, sino a la cualidad de la cosa que, no pocas veces, la palabra oculta.
La familia es para las culturas occidentales, la estructura elemental del parentesco. La familia como cosa en sí, deviene un valor. Y ese valor se transforma en un baluarte. Hace algunos años leí un artículo de una periodista feminista donde escribió: “madre soltera”. Le escribí haciéndole notar que si la cosa “madre” esta cualificada por “soltera”, seguíamos en el paradigma represor de la familia patriarcal, donde maternidad y matrimonio tenían que ser una cosa y la misma cosa.
En realidad, creo que le escribí otro texto, pero no importa. Periodista inteligente, reconoció ese deslizamiento inevitable por los siglos de impregnación patriarcal. Y discriminar, o sea, diferenciar, es necesario para intervenir en el masacote, en el apelmazamiento, en el engrudo ideológico que las derechas ejercen. Madre es una cosa, casada/soltera es otra cosa. O sea: madre soltera reafirma que una madre siempre está casada, o sea, es sacramental, occidental, cristiana, monogámica, que es algo así como una virginidad de responsabilidad limitada.
La derecha transforma la cosa, o sea lo fundante, en un absoluto. Pensamiento único que le dicen. Que apenas es un único pensamiento. Único y absoluto: sometimiento total, poder absoluto. Por eso las palabras deben ser trituradas, adjetivadas, cualificadas, licuadas, pasadas por la minipimer, centrifugadas, amasadas, horneadas… para luego probarlas. Saborearlas. Masticarlas. Y cuando toda esa operación fracase, queda el recurso de inventarlas.
Lo he realizado en la medida de mis escasas posibilidades. “Retroprogresismo, catastrofía, ternurando, dictadura de la burguesía (que algunos llaman todavía democracia), fascismo de consorcio, estado terrorista”. En la psiquiatría se denominaba “jergafasia”. Lo describía como un trastorno del lenguaje que se caracteriza por la sustitución de las palabras adecuadas por términos ininteligibles. De eso se trata. Que la cultura represora no entienda nada. Clandestinidad cultural. Y política.
La operación cultural y política es obligarnos a combatir con las mismas armas simbólicas y culturales que las derechas utilizan. Sin ir más cerca: “miles contra las reformas del Gobierno y represión de Gendarmería en el Congreso” Título de un importante portal de noticias. El gobierno dice “reformas”. Pero no son reformas. Son una restauración conservadora y oligárquica. Es legalizar una brutal concentración de poder económico financiera. Que nunca se desmanteló, ni siquiera en la década ganada. Ni hablar de las décadas perdidas. Tampoco es represión. Es “al voto rogando y con el palo dando”. Es pegar, lesionar, amedrentar, lastimar, masacrar en baja y mediana intensidad.
La represión es estructural, igual que la pobreza y la riqueza. La mitad de los niños son ricos, lo que para el mercado torna irrelevante que haya un 50% de niños pobres. Quizá tengan tristeza, como sentenció el “Jeque de Anillaco”, pero no es relevante.
Tampoco es Gendarmería, porque si lo fuera estaría en las fronteras, con alguna hipótesis de conflicto. Es un ejército de ocupación, es una total desmentida del “nunca más”. Es el pasaje del “fascismo de consorcio” a un fascismo amplificado. Y no es una vergüenza lo que hace el gobierno. Lo realmente vergonzoso es haber permitido que las derechas fueran creíbles, fueran deseadas, fueran votadas.
Están culpabilizando a los que votaron a Cambiemos. Pero sigue sin haber análisis de por qué los votos pasaron a la derecha. Es simple: los que no quieren, pueden o saben avanzar por izquierda, propician que se avance a paso redoblado por derecha. Una compañera me criticó, bueno, me reprochó, que haya subido a una red una nota con Víctor Hugo Morales. En uno de los pasajes, criticaba la militarización que Scioli proponía para la provincia de Buenos Aires. Me decía que no era el momento para recordar esa entrevista. Pero lamentablemente nunca fue el momento. La crítica por izquierda siempre fue tabú y terminaron con el reproche por derecha.
Los partidos populistas, o populares, o ambas cosas, tienen un macartismo estructural. Son anti imperialistas, pero no son anti capitalistas. O sea: techo bajo, demasiado bajo. Y como éramos pocos, aparece el alucinatorio social y político de la traición a la patria. Y el Mío Cid de esta cruzada es un Juez de la más triste y patética figura. Inmortal por figurar no en un códex sagrado, en un incunable de la juridisprudencia, sino en una servilleta. La inmortalidad de una carilina sería más digno. Por eso escribí que el hecho maldito del país peronista es el menemismo. Bonadío lo certifica. O dicho en otros términos: Menem es el nombre de la bestia. Y la bestia debe morir, pero sigue viva.
Los malditos 90 tuvieron también un origen electoral. La patria es la tierra de los padres. Pero esos padres fueron hijos de otros padres. O sea que a mi criterio, Patria designa la continuidad transgeneracional de los habitantes de un territorio. Que no es solamente un estado nación. Sino que lo trasciende. Aunque el Estado Nación quiera, y casi siempre logre, monopolizar todos los territorios. Los pueblos originarios lo saben. Y lo sufren. Por eso he acuñado esta nueva palabra: patriaicionada. Y si bien la palabra es inventada, una prueba más de mi tendencia a la “jergafasia”, tiene un fundamento constitucional:
"Art. 29.- El Congreso no puede conceder al Ejecutivo nacional, ni las Legislaturas provinciales a los gobernadores de provincia, facultades extraordinarias, ni la suma del poder público, ni otorgarles sumisiones o supremacías por las que la vida, el honor o las fortunas de los argentinos queden a merced de gobiernos o persona alguna. Actos de esta naturaleza llevan consigo una nulidad insanable, y sujetarán a los que los formulen, consientan o firmen, a la responsabilidad y pena de los infames traidores a la patria”.
Aclaro que no oscurece: hay traidores afuera del Congreso y habrá traidores adentro del Congreso. Gendarmes y Congresales pueden tener más en común de lo que sospechamos. No todos los Congresales, pero quizá los suficientes. No se trata de provocar otro 2001. Pero a mi criterio sí se trata de invocar otro Cordobazo. Y terminar para siempre de convocar a estas formas de democracia traidora como la fórmula para resolver el conflicto social. No hará más que vulnerar, masacrar y arrasar con los derechos y necesidades del pueblo trabajador.
Esta democracia, que no es más que la brutal dictadura de la burguesía, es la responsable política de la “patriaicionada”.
Edición: 3510
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