Patria o vida

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Por Alfredo Grande

(APe) La cultura represora comienza antes del nacimiento. Por la deuda externa e interna, ningún bebé llega hoy con un pan bajo el brazo. Ni siquiera migas. Lo que sí tiene es: endeudamiento y enculpamiento. La deuda no es una foto. La culpa tampoco. Y la culpa de no pagar la deuda es una película mala pero larguísima.

La deuda no es estática. A lo largo de la vida se va incrementando, segundo a segundo. La culpa no es estática: aumenta segundo a segundo. Y tanto la deuda como la culpa son artificios de la cultura represora para legitimar diferentes formas de castigo. La deuda: en realidad es estafa. Serial. Agravada por el vínculo entre gobernantes y acreedores.

La culpa: es amputar el deseo. Agravado por el vínculo entre familia y represores. La trampa está armada y bien armada. Pocas y pocos logran romperla y atravesar los mandatos para encontrar sus deseos.

Si detrás de cada necesidad hay un derecho, como dijo Eva Perón, delante de cada necesidad hay un deseo. Es notable la poca importancia que en el campo de la izquierda se le da al sujeto del deseo. Incluso al sujeto. Hay apelaciones abstractas al “sujeto” pero sin adjetivarlo. Es conveniente poner en superficie tres registros: sujeto del deseo, sujeto del mandato y sujeto del deseo del mandato. La derecha opera en los tres registros. Su logística es la publicidad.

Ya escribí por qué todos unidos no triunfaremos. Pero en los tiempos de nuestro alucinatorio social y político, las épicas liberadoras han sido reemplazas por una empanada. O sea: el presidente nos explica que una empanada exige que nos tenemos que juntar para estar cada día mejor. “Todo es posible juntos”.

Como siempre, la derecha tiene razón. Aunque es una razón represora. Lo posible no es un abstracto. Lo posible está atravesado por la lucha de clases. Y entonces lo posible deviene reaccionario. Lo revolucionario es lo imposible. Lo imposible en el sarcófago de los actuales modos de producción de bienes, mercancías, personas, política y cultura, deviene posible cuando el horizonte de lo posible se adelanta al generar el acontecimiento.

Ser realistas es pedir lo imposible. O sea: subvertir ese sarcófago, ese ataúd cultural en que estamos enterrados. El todo es menos que la suma de las partes en una cultura deseante. Porque no hay un todo que pueda abarcar lo infinito de las partes que en forma constante se van produciendo.

La metáfora de la empanada es encubridora, represora, reaccionaria. Porque las relaciones de producción están ocultas, sepultadas, disociadas. Cambalache liberal donde trabajadores y empresarios están dentro del mismo repulgue.

Lamentablemente, ese cambalache no es sólo liberal. También es de la socialdemocracia, del socialcristianismo y del progresismo. O sea: no se trata de unirse, sino apenas de juntarse. Que el viento los amontone, y si es un viento de derecha, que de paso los barra.

Por eso es necesaria a toda épica reaccionaria sostener la idea delirante de Patria. Otra empanada. Patria a secas. Sin adjetivar. Patria sí. Otras cosas no. Pero la Patria es también un sujeto histórico, político, social. Hay una Patria del mandato, hay una patria del deseo, y hay una PATRIA que organiza el mandato de nuestros deseos. Jurar la Bandera. El desfile. Cantar un himno amputado de sus estrofas emancipadoras. Y encima pasarlo a las 0 hs por los medios de comunicación.

Como recuerda mi compañera Alicia Susana Gómez: Quizá mi única noción de patria sea esta urgencia de decir Nosotros escribió Mario Benedetti. Por eso pienso que tenemos que adjetivar a la cosa para que la cosa no termine siendo otro absoluto represor. Patria Liberada. Patria Socialista. Patria Rebelada. El adjetivo da el sentido.

Hoy nadie (bueno, casi nadie, bueno, algunos pocos) habla de familia. Siempre adjetivamos. Familia patriarcal. Familia monoparental. La cosa familia no es una sola y absoluta cosa. Cuando la parte y el todo se fusionan, entonces es la muerte. Muerte en muerte o muerte en vida. Pero muerte. Estatuas en vez de bailarines. Aullidos en vez de cantos. El “nosotros” que exige Benedetti es un nosotros clasista. Donde no entran los “ellos” de las clases dominantes. Hegemónicas. Saqueadoras. Corruptas. Mafiosas.

Y desde el “todos unidos” a la empanada, la insistencia en que la fuerza es sumar puede ser suicida. Porque cuando sumamos lo negativo, en verdad os digo que restamos. Nos juntamos pero no nos unimos. Nos apelmazamos. Por eso la coyuntura es traicionera. El aliado de hoy será el enemigo de mañana. Lo ayudamos a construir poder y luego nos pagará con falsas monedas. O sea: todo antimacrismo que no sea anticapitalista, socialista y libertario, es una empanada. Por eso: Patria o Vida. Vida Liberada.

 Edición: 3161


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