¡Patrañas!

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Por Alberto Morlachetti

(APE).- Germán, antes del hambre final de su tierra, supo embarcarse en sus mocedades en el Puerto de Vigo rumbo al azar de los destinos, encallando -tiempo después- en aquel Café de Gerli en Lacarra y Heredia, mozo de barra y cuadra cuando asomaban los alborotos, nos ayudaba a padecer las heridas de los amores callados o las tiernas complicidades, mientras en sus célebres monólogos nunca creyó que habíamos llegado a la Luna por los sesenta, apagando en nosotros la gloria del acontecimiento, anticipándose -quizás- a la sustitución de la realidad por imágenes, mientras nos señalaba la pantalla del televisor donde las cosas sucedían en blanco y negro diciéndonos con su voz alta y profunda: ¡Patrañas! Mientras escondía su inmensa ternura detrás de esa piel dura que nunca terminó de construir.

 

Son innumerables las palabras que se han perdido en las tinieblas azules de los cigarrillos de esos hombres oscuros con olor a Gancia. A través de ellos he conocido el nombre de algunos dioses y un buen número de pasiones, aventuras, crímenes y la vocación extraña de los puñales.

Voces secretas, inexploradas arden todavía al otro lado de la memoria. El viento antiguo trae el sonido de los últimos nombres de aquellos profetas que dibujaban exóticas geometrías en los billares y que hablaban de utopías que se perdieron detrás del azar de algunos dados o en la autoridad indiscutible de un as de espadas.

En una de nuestras últimas citas, en el tiempo imposible de la memoria, Germán aparece -como siempre- detrás del mostrador, repitiendo tercamente que no hemos nacido para llegar a las estrellas porque las que vemos iluminando la textura oscura del cielo son apenas reflejos de los fuegos que encienden las rondas contra el frío de los niños con su corazón de furia desatado.

Germán suele hablar del presidente Kirchner como una paradoja que utiliza palabras fuertes contra el FMI en una pantalla de televisión -ahora de colores- y al mismo tiempo es el gobierno que más le ha pagado desde el retorno de la democracia: 13.213 millones de dólares, en concepto de capital e intereses. Hechos que anulan cualquier certidumbre, cualquier verdad cotidiana. Hemos pasado del espacio histórico al espacio publicitario que le confiere valía a las ficciones.

Nos habíamos citado para degustar vino tinto y antes del desvanecimiento en nuestra memoria de aquellos hechos tan bellos como una rosa blanca. Mientras Germán hacía un hatillo con sus pocas heredades dispuesto a volver a Galicia, donde una tumba de mentas y albacas, germinaciones de su adolescencia, lo esperaba.

Fuente de datos: Diario La Nación 08-08-05

 


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