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Fotografía feroz de la crueldad
En la oscuridad de un calabozo de la cárcel 52 de Azul, una mujer fue asistida por una compañera durante un parto. Un bebé muerto. Y una imagen potente de la crueldad.
Por Claudia Rafael
(APe).- Un calabozo diminuto. Dos mujeres solas asisten al milagro de la vida que no fue. Apenas un montón de sangre y un parto sin cuidados, con el desprecio de un sistema recreado para la muerte, que terminó –una vez más- en la tragedia evitable.
Fue en la madrugada del martes, poco después de las 2, en una celda de la Unidad Penal 52 de Azul. Un dolor, una pérdida sanguinolenta, un pedido de auxilio. Alguien de la Sección Sanidad de la cárcel que indicó un antiespasmódico. No mucho más. Hasta que todo fue baño de sangre y un feto envuelto en un pantalón. Sobre un colchón en el piso. Un médico que estampa la firma.
Una historia chiquita de tantas. Donde la vida y la muerte se entremezclan y las instituciones se resguardan a sí mismas diciendo no sabíamos nada.
Una fotografía feroz de la inequidad y del abandono. Entre las cuatro paredes de una estructura estatal forjada para la crueldad. Sólo la imaginación podrá dibujar cuál hubiera sido el futuro bajo otro contexto. Del niño o de la niña que respiró apenas instantes. En un cuadrilátero cruento en el que se despegó del cuerpo de su madre y ya no fue.
La mujer se habrá lavado luego. Habrá derramado lágrimas de rabia. Habrá sentido miedo. Y habrá sabido que la vida demasiadas veces es eso. Un solo instante. Un minuto. Unos pocos latidos. Un dolor desmedido que no cesa. Por ese niño o esa niña que sólo ella sabrá si fue querido o ni siquiera.
En ciertos márgenes de la vida, a veces la vida se reduce a eso. Mientras se espera que alguna vez, algún día, la historia se vista aunque más no sea por un rato de un baño de ternura.
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