Paro nacional: Obreros sin Movimiento

Las calles vacías, sin servicios ni medios de transporte. La dirigencia sindical decidió arrogarse el protagonismo y convocó a un paro en casa que emula bastante a un feriado. Siete millones de trabajadores en negro no tienen quién los represente. Trabajan 12 horas diarias, sin obra social, sin ART y sin posibilidades de jubilarse.

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Por Martina Kaniuka

(APe).- Dice el refrán que “el trabajo es salud”. También, según el imaginario “popular”, que se progresa yendo “de casa al trabajo y del trabajo a casa” y que “el que quiere, puede”. A estas máximas se abrazan como un mantra -como el que en los billetes de un dólar dibuja una fe ciega en algún extraño y verde dios- gran parte de la clase trabajadora que hace girar la rueda del capital, cada día en este bendito país.

Rocío mira a la periodista que la intercepta con el micrófono. Para ella el trabajo ni es salud, ni la ayuda a progresar, ni quiere seguir trabajando así. “Duele vivir” dice, mirando a cámara, apretando los dientes. Es mamá de tres hijos, uno de ellos con una discapacidad y lo que siente, además de cansancio, es mucha bronca.

Como casi 600 mil repartidores en nuestro país, lleva pedidos manejando su bicicleta, para una de esas apps que les dibuja con una caja la giba de un camello en la espalda. Trabaja 12 horas diarias, sin obra social, sin ART y sin posibilidades de jubilarse. Trabaja sin ninguno de esos derechos que hace peligrar la próxima Reforma Laboral que pretende imponer el gobierno de Javier Milei con el DNU y la Ley Ómnibus.

Hoy, después de casi cinco meses de gobierno, con el anuncio de los 70 mil trabajadores estatales que su gestión planea despedir y más de 24 mil que ya despidió, Javier Milei atestigua el segundo paro nacional que los trabajadores de todos los sectores estatales y del sindicalismo combativo le arrancaron a la CGT y a la CTA.

Según el Gobierno, aproximadamente 6,5 millones de personas se verán afectadas por el paro: este número incluye a quienes utilizan el transporte público para ir a sus trabajos o tenían viajes programados en tren o avión.

A diferencia de otros paros, la medida de fuerza, que se hizo esperar más de tres meses, llega sin movilización y con el agotamiento y el desgaste propios de las protestas sostenidas por el conjunto de los trabajadores de los gremios combativos, las organizaciones sociales, las asambleas barriales, los jubilados y los estudiantes.

Fue la Marcha Educativa la que despertó a la dirigencia que desde enero viene durmiendo el sueño de los héroes en la calle Azopardo y, mientras por debajo el magma popular desplaza las placas que la burocracia ha sabido contener, por arriba siguen previniendo el estallido. A cada manifestación le oponen, según el segmento poblacional que participe, mayor o menor represión.

Si son un conjunto de organizaciones sociales piqueteras pidiendo comida para los comedores, la represión no se hace esperar.

Si es una manifestación que contiene a algún segmento de la todavía clase media, los palos se contienen y el rati horror show se resume al desfile de uniformados que se ubican en un despliegue de ridiculez castrense. Porque es todavía “la opinión pública” la que moldea la aplicación del protocolo y para el imaginario colectivo que sustenta la narrativa del votante promedio de la Libertad Avanza, cuanto menos cercano a la casta a la que detestan y aspiran sea el manifestante, menos válido su reclamo.

Obreros sin Movimiento

Las calles vacías, sin servicios ni medios de transporte. La dirigencia sindical decidió arrogarse el protagonismo y convocó a un paro en casa que emula bastante a un feriado. Se escuchó decir por allí que, si sale el sol, va a ser un jueves peronista: con el calor del astro y sin un ápice de autocrítica de las dirigencias.

“Me parece perfecto que hagan este paro porque no se puede más, no se puede más.  Tengo tres hijos, mis padres son jubilados y realmente duele vivir”. Rocío sigue mirando a la cámara y pronunciando las palabras justas, aunque probablemente no pueda sumarse al paro, por tener que trabajar doce horas diarias para llevar un plato de comida a la mesa de sus hijos.

Rocío pedalea para sostener el presente de su familia, mientras otros se pedalean en la timba financiera, RIGI de por medio, el futuro de toda una nación.

Con 7 millones de trabajadores en negro y el proyecto de Ley Bases que incorpora aumentos en los monotributos sociales y la excepción a las cargas patronales, con proyectos de privatización, inflación, aumento en servicios y alimentos, con proyecciones de más despidos: ¿por qué no se plantea un plan de lucha y la conciliación sigue siendo una opción?.

Y será que otra vez desde abajo habrá que moverse hasta sacudir las cumbres, hasta que los mercaderes del despojo, los administradores de la miseria y los funcionales de este sistema que ya no representa sean una página de la historia que dejemos de repetir.


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