Syngenta, la super empresa del agronegocio

Paraquat y atrazina: el gran negocio de producir venenos

Entre sus dos últimos balances, Syngenta creció un 126 %. En el mismo período en que se empobrecía la infancia, los alimentos costaban mucho más que el oro y se fumigaba a doce millones de personas.

|

Por Silvana Melo

(APe).- Siete de cada diez niños crecen en la pobreza en los conurbanos de las ciudades más populosas. Quince mil escuelas rurales son fumigadas y corridas por el agronegocio. Miles de niñas y niños sufren en sus cuerpos las secuelas de ser rociados con veneno. Desde glifosato a paraquat. Desde carbofurano a atrazina. Desde clorpirifós a 2,4D.

Tan sistémica como el hambre es la matriz productiva de alimentos. Que se juega las vidas en descarte por pura rentabilidad. Que enaltece a una empresa del palo como Syngenta y la coloca a la cabeza de las ganancias del país. Entre sus dos últimos balances, creció un 126 %. En el mismo período en que se empobrecía la infancia, los alimentos costaban mucho más que el oro y la esperanza se iba por las rejillas de la inequidad.

Antonio Aracre, el CEO de Syngenta Latam Sur, ha decidido retirarse de la empresa después de 36 años de vínculo. Aracre, el empresario progre, Tony para el periodismo descontracturado, el que se junta con todos, el que va a los estudios televisivos de campera de cuero y remera. El hombre que fue doce años gerente de la biotecnología masiva en la agricultura de estos tiempos, donde el algodón, el maíz y la soja son transgénicos y están las puertas abiertas a la modificación genética del trigo. Donde el paquete tecnológico incluye semilla modificada y veneno para todo lo que viva alrededor.

Foto: La Poderosa

Syngenta ha reinado en los últimos años en la República Unida de la Soja, “un leitmotiv promovido por la propia empresa Syngenta” que resaltaba la importancia de países emergentes como Bolivia, Paraguay, Argentina y el injusto Brasil “para la agroindustria global, como proveedora de commodities pasando incluso por encima de las fronteras y los intereses nacionales”, definió Walter Pengue. Es decir, Argentina en los últimos años ha producido más commodities para exportar que alimentos sanos para consumir. Con el costo del baño de venenos anual que sufren más de doce millones de personas con 600 millones de litros de agroquímicos al año.

Syngenta y su CEO son responsables, entre otros, de comercializar semillas en combinación con agrotóxicos de alto poder. Las gemas de la empresa son la atrazina y el paraquat. Aunque también incluye el glifosato y el 2,4D, aunque con menor protagonismo.

¿Qué es la atrazina?, se pregunta Anabel Pomar y la define: “Es un herbicida disruptor endocrino (químico capaz de dañar nuestras hormonas y afectar negativamente a nuestra salud) que, aun en dosis muy bajas, puede causar defectos de nacimiento y daños reproductivos. También es un posible carcinógeno, con mayor evidencia en cáncer de mama y próstata”. Atrazina es uno de los químicos que la Universidad Nacional del Centro encontró en el 77% de las muestras tomadas en el agua y en el suelo de 15 escuelas rurales de Tandil. Por ejemplo.

Paraquat es un biocida altamente tóxico. Un sorbo apenas puede matar a una persona. “Tres gotas de Paraquat son la muerte. El que se las traga, muere”, dice el agricultor Cameron Pierce en sus campos de Kansas, Estados Unidos, según una nota publicada en el Diario.ar. Suiza, la patria de Syngenta, tiene prohibido su uso desde 1989. En la Unión Europea, “el uso de Paraquat está prohibido desde 2007 debido a su letalidad”.

Más allá de la presunción científica de que el paraquat produce Parkinson, su velocidad para matar y su accesibilidad económica hacen que la gente lo elija para suicidarse. Miles, entonces, son las víctimas de este agrotóxico: los que lo toman por accidente, los que son rociados de veneno por convivir con el agronegocio y los que optan por abandonar la vida.

Las discusiones internas y externas en Syngenta por la regulación del Gramoxone –pesticida a base de paraquat- tienen más de 50 años. Pero nunca llegaron a buen puerto por cuestiones de pura rentabilidad: la adición de un emético que provocara un vómito inmediato a cualquiera que lo ingiriera fue parte de esa discusión. Pero cualquier cambio de la fórmula costaría fortunas a la empresa. Las vidas de ese lumpenaje transnacional que se bebe el veneno o lo recibe desde los pies o la cabeza, son anónimas y devaluadas.

El paraquat, comercializado por Syngenta en la Argentina a través del Gramoxone Super y el Cerillo, está prohibido en 38 países.

La atrazina está prohibida en 37 países. Syngenta la vende en la Argentina a través del Bicep Pack Gold y del Gesaprim 90 WDG.

El 2,4-D está prohibido en tres países. Syngenta lo comercializa en la Argentina a través del Voleris  TM Beker NT.

Hoy el CEO progresista de la empresa más grande del país anuncia que se retira para “permitirme soñar con nuevos desafíos”. Es decir, para sumergirse en el mar generoso de la política. Ya hubo funcionarios que dejaron sus gerencias en el poder concentrado para asumir, como los ministros de Agroindustria de María Eugenia Vidal y de Mauricio Macri. Un presidente con esas cocardas implicaría el total sinceramiento de la política: gobernar a la luz los que lo hacen desde las sombras.

Syngenta, a la vez, produce la kriptonita del amaranto, la semilla sagrada de los originarios, de aquellos que pre existían a la República Unida de la Soja. La semilla condenada por el conquistador Francisco Pizarro hacia el 1530. La que se le planta a la soja con el nombre de guerra que le asestaron sus propios enemigos: yuyo colorado. Con el Eddus la gran empresa colonizadora combate otra vez a los pueblos.

Pero nunca sin resistencia. Nunca sin amaranto.

Imagen de portada: Agencia Tierra Viva.


Suscribite

Suscribite al boletín semanal de la Agencia.

Sobre la fundación

Fundación Pelota de Trapo nació hace décadas para abrigar de las múltiples intemperies a niñas y niños atravesados por diferentes historias de vulnerabilidad social.

Sobre la agencia

Agencia Pelota de Trapo instala su palabra en una sociedad asimétrica, inequitativa, que dejó atrás a la mayoría de nuestros niños y donde los derechos inalienables de la persona humana solo se cumplen para unos pocos elegidos por la suerte