Más de 4500 niños muertos en Gaza

Palestina: los condenados de la Tierra

Sin anestesia, alumbrados con la luz del celular, los médicos atienden a niños y niñas que exhiben sus nombres en los brazos tatuados con birome por sus padres. Hijos de esta misma Palestina a la que otra vez el mundo le da la espalda. La tierra que duele y resiste desde 1948 cuando empezó la ocupación.

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Por Martina Kaniuka

(APe).- Tras casi un mes, Israel sigue bombardeando y arrojando fósforo blanco  sobre las poblaciones civiles de Gaza. Según los reportes de la prensa internacional de las últimas horas, Gaza está sitiada.  No hay insumos médicos sanitarios, no hay comida, no hay agua y se niegan a abrir los corredores humanitarios. Apenas habilitaron una hendija con salida a Egipto donde, en una pequeña sala, se encuentran atendiendo a los heridos que sobrevivieron y no quedaron sepultados por escombros. Sin anestesia, alumbrados con la luz del celular, los médicos atienden sin descanso a niños y niñas que exhiben sus nombres en los brazos tatuados con birome por sus padres. Sus padres, hijos de esta misma Palestina a la que otra vez el mundo le da la espalda. La tierra que duele y resiste –y no desde el 7 de octubre, con el ataque del grupo terrorista Hamás, como busca imponer el relato de la prensa hegemónica occidental – desde 1948 cuando empezó la ocupación.

Como el número de prisionero en la muñeca en los campos de concentración de Auschwitz, dibujan los nombres de sus herederos, sabiendo que es probable que no sobrevivan. Entonces, para que al morir no se derrumben junto a los edificios en el olvido, para que no se conviertan en otra de esas estadísticas que las organizaciones internacionales de derechos humanos desoyeron y convirtieron en polvo durante siete décadas, les escriben sus nombres.

Mientras tanto, del otro lado del mundo “civilizado”, “occidental”, “moderno”, “feminista”, “igualitario”, “justo”, “democrático”, el nombre de algún afortunado consumidor de Starbucks se escribe en uno de sus vasos de plástico. Y consume el café con el que se sigue financiando la muerte de, hasta ahora y contando, casi diez mil personas, la mitad de ellas, niñas y niños. Starbucks, Pepsi, Coca Cola, Mc Donalds, Disney, Danone, Kimberly and Clark, Colgate, entre muchas otras empresas, todas de capitales sionistas o colaboracionistas que expresamente donaron capital al ejército de Israel, o comidas gratis, como la empresa de comida chatarra.

Y consumiendo la basura fácil de tragar que produce el capital, el consumidor promedio repetirá como un mantra absurdo lo más fácil de digerir: los palestinos son malos, los israelíes las víctimas buenas que sufren desde el Holocausto, los palestinos merecen morir.

Cuando Adolf Hitler condujo al mundo al Holocausto y exterminó a más de seis millones de judíos existían en Alemania solamente tres periódicos. ¿Cómo puede ser, con la cantidad de información disponible, con la transmisión por streaming de los bombardeos, con las cientos de miles de cuentas de redes sociales transmitiendo lo que está sucediendo en Palestina, al alcance de cada persona que porte un celular, que perviva el relato donde un siniestro plot twist (1) convierte al verdugo en víctima y habilita un genocidio a la vista de todo el mundo?

El relato: los sospechosos de siempre                  

Los grandes medios de comunicación occidentales nunca van a contar por qué existe un grupo terrorista (Hamás), financiado por capitales estadounidenses y sionistas, que toma rehenes. Como no van a contar por qué surgen grupos de insurgencia como la RAM en la Patagonia, como el IRA en Irlanda, como las guerrillas de Kurdistán. Cualquier tipo de explicación sería desafiar el relato que esconde las lógicas y dinámicas de opresión que el colonialismo ha utilizado en todo el mundo.

Los grandes capitales, asuman la forma de país, de nación, de corporaciones trasnacionales extractivistas o de fichas, nunca van a evidenciarle al ciudadano promedio que los ataques a los pueblos en resistencia son producto de la avidez, la rapiña, el robo, el saqueo, la explotación, la usurpación de tierras, de recursos, de vidas. Dirán en cambio que es “en legítima defensa”. Y hablarán entonces, obviando el génesis de la cuestión, alzando con la mano bien alta la manzana podrida del cajón, pateando lejos el gusano delator, de “intercambiar rehenes”, con un enemigo que han moldeado a su imagen y semejanza, al calor de la opresión y de las injusticias que los maduraron sin piedad y sin miedo a la muerte que, frente a la posibilidad de perder la identidad, es el mejor de los escenarios.

Entonces Israel, a través de las cadenas multimillonarias de entretenimiento y las cadenas de noticias, hablará del grupo terrorista Hamás y no de cómo cerca de 5000 palestinos, incluyendo niños y niñas, permanecen presos en sus cárceles. O de cómo más de 1200 palestinos fueron detenidos sin cargo o juzgamiento en las últimas tres décadas y más de un millón han sido detenidos injustamente desde 1948.  Nada dirán de aquellos que, enfrentando cargos, tuvieron que hacerlo frente a cortes militares donde los jueces y fiscales son soldados israelitas uniformados que llevan a cabo  la ocupación de su tierra natal, ni que los determinan culpables en un 99% de los casos.     

Tampoco van a mencionar que, desde 1967, son más de 800.000 palestinos los que fueron detenidos, cerca de un 40% de su población masculina, incluyendo a niños que, desde los 12 años, fueron torturados por las fuerzas de ocupación sionista sistemáticamente: violencia física, psíquica, sexual, desde la detención hasta el interrogatorio. Entre 500 y 1000 niños palestinos de entre 12 y 17 años son detenidos cada año. La organización Save The Children ha reportado que el 86% fue golpeado, el 69% fue obligado a desnudarse, más de la mitad son heridos al momento de la detención, con heridas de bala y roturas de huesos. Algunos denunciaron haber sido encerrados en cajas de metal: curiosamente el mismo sistema con el que Israel busca promover su propaganda contra el pueblo palestino, delineando como germen nacional al grupo minoritario de Hamás. Lamentablemente, los mismos medios que reprodujeron la fake news con bebés en cajas, no saldrán a desmentirlo y contar con el mismo esmero que son las infancias palestinas, las que sobreviven en sus jaulas.

¿Qué posibilidades hay de que alguno de esos jóvenes que ingresó en paracaídas a las puertas de Gaza el 07 de octubre lo haya hecho desesperanzado tras tanta muerte, con ansias de venganza, después de sobrevivir como rehén de un estado de opresión constante, donde la libertad es una utopía y la justicia una palabra de la que también se adueñaron otros?

Las posibilidades son todas, pero los medios hegemónicos del mundo occidental y los operadores cagatintas que escriben la historia que les pagan los vencedores, siguen órdenes como los soldados en esta guerra donde – mientras en distintas partes del mundo se replican las voces por Palestina Libre y las protestas por el pedido del cese del fuego – vencen el capital, la crueldad y la negación de la dignidad humana.

(1) Giro brusco de la trama


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