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Por Oscar Taffetani
(APe).- En el Presupuesto General de Gastos y Cálculo de Recursos del Estado Nacional para el Ejercicio Fiscal del año 2010, presentado el 15 de septiembre en Diputados, con la firma del ministro Amado Boudou (vaya paradojas que la historia depara a los nombres de los funcionarios), no está la palabra hambre. Tampoco pobreza, trabajo, niñez, minoridad. Ni trigo, ni carne, ni pueblo. Ni siquiera democracia. Ni ciudadanía. Ni futuro.
Amado puede alegar que un presupuesto no es lugar para esas palabras. ¿Qué sentido tendría incluirlas? ¿Humanizar un cálculo? ¿Para qué? Los economistas trabajan a nivel macro. Nos hablan de recursos tributarios; nos hablan de Servicio de la Deuda; nos hablan de Política de Ocupación y Salarios; y de Servicios sociales.
Alfredo Palacios, socialista, elegido diputado nacional gracias al voto de los inmigrantes de La Boca, allá por 1904, decía que las leyes argentinas estaban escritas en lenguaje esotérico: nadie puede entender qué dicen, y entonces se necesita el auxilio de un exégeta, un abogado, un apéndice del Sistema, presto a hacer difícil lo que es fácil, para que el pueblo no se entere de las exacciones y despojos de las que ha sido objeto.
¿Qué pasaría si una ley dijera que todo argentino tiene derecho al pan en la mesa? ¿Eh? Difícil de distorsionar, esa ley. O, por ejemplo, que un niño tiene, por el hecho de haber nacido en este suelo, derecho a que lo alimenten, a que lo eduquen, y también a una porción de tierra de la pampa, sí la pampa, donde cumplir con el bíblico mandato de ganarse el pan con el sudor de su frente. ¿Eh? Lenguaje esotérico, para adormecer, para acostar y para dormir para siempre al soberano.
Trampas del que hace las reglas
Aunque seríamos ingenuos si pensáramos que todo se reduce a poner ciertas palabras y ciertos conceptos en los documentos oficiales. Las palabras podrían ser apropiadas. Y los conceptos, respetables. Y sin embargo, al trasladarlas a esa escena de los acontecimientos llamada realidad, perder sentido, vaciarse de contenido, convertirse en letra muerta.
El Presupuesto de Amado Boudou está lleno de optimismo: alza de los commodities, mucha soja para exportar y retener. Aumento de las exportaciones (léase $$$). Aumento de las importaciones (léase $$$).
Los especialistas dicen que habrá una N de la crisis (subida al tope, caída al fondo, nueva subida) o también una W (subida al tope, caída al fondo, subida al tope, caída al fondo, nueva subida al tope).
Otros especialistas (esos expertos que el Sistema contrata para que expliquen lo inexplicable) dirán que habrá un récord de reservas, y que será buena oportunidad para saldar de una vez la deuda con el Club de París, con los holdouts, con los buitres que supieron esperar.
Con 5.000 millones de dólares -cuarta parte de la masa de recursos aplicados a la nueva negociación de deuda- podría resolverse el problema del hambre y de la extrema pobreza en este ejercicio fiscal. Vade retro Satana. Fusilen a ese periodista. No le den cabida en los medios oficiales. La plata del Club de París no se toca. Los intereses y comisiones de los buitres son sagrados.
Pero además (perdón por tanto realismo) cualquier cosa que diga el amado presupuesto puede ser trastocada, cambiada de lugar, alterada, mediante renovados superpoderes y renovados superministros, que nos dirán, en cada momento, cuánto le toca a cada uno en esta ruleta.
Primeras (e inconvenientes) objeciones
Claudio Lozano, diputado nacional por la Capital Federal, del Proyecto Sur, observó que en el amado presupuesto hay "una sobreestimación de los recursos” (entre otras cosas, Lozano apuntó que las mediciones que toma el Ministerio de Economía son las del INDEC). Y los diarios de esta semana informan que para el INDEC, actualmente, sólo el 14% de los argentinos vive en la pobreza y sólo el 4% es indigente. Absolutamente todas las mediciones privadas duplican esas tasas, pero esto es sólo un detalle. El sentido común, entonces, nos dice que el amado presupuesto se encamina hacia la misma galaxia que el INDEC. Es decir, compartirá su irrealidad. Compartirá su ficción.
Al margen de cálculos y predicciones, hay hechos objetivos como la reducción de ciertas partidas presupuestarias. Por ejemplo, en lo referente a la gripe A y al dengue (azote previsto para esta primavera y este verano), el presupuesto 2010 contempla un 7,1% menos que el del año pasado.
¿Es que ha desaparecido la amenaza? ¿Es que el actual ministro Manzur ha descubierto el secreto para controlar los virus y las pandemias?
Las conjeturas son infinitas. Muchas palabras faltan en el amado presupuesto. Falta hambre, falta pobreza, falta futuro. Hay otras palabras que podrían estar, pero no están, por ejemplo Bicentenario.
¿Es que el Presupuesto del Bicentenario de la Patria no se ha planteado ser distinto a los presupuestos anteriores? ¿Es que no se ha propuesto, por ejemplo, poner el énfasis en el desarrollo humano, en una asignación y distribución más justa de los recursos que son de todos?
“No, para nada”, nos contesta el amado Presupuesto. “Lo suyo -parece decirnos- es una superstición. Tenga en cuenta que la inequidad es la única política de Estado que se viene cumpliendo sin variaciones, desde hace 200 años”.
Edición: 1598
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