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Habitualmente las cuestiones políticas se dirimen, y a pedido de sus protagonistas, sus ejecutores materiales y sus copartícipes necesarios, en la Justicia. Obviamente, no por ansias de justicia, sino porque los diferentes niveles de impunidad están garantizados.
Por Alfredo Grande
(APe).- Una de las memorables obras de teatro que vi siendo joven, fue “Heredarás el viento”: el juicio que en 1925 en Estados Unidos se realiza contra un maestro que enseñaba la teoría de Darwin. Su abogado defensor fue Henry Drummond. Cualquier similitud con los actuales ataques a la ESI no es mera coincidencia.
Esta referencia tiene que ver con dos cuestiones: primero porque tengo ganas de hacer esta referencia y el deseo es la única brújula que me guía. Y la segunda es que la estrategia de Drummond fue utilizar una cita de la Biblia, único libro que el tribunal aceptó, para fundamentar el absurdo del literalismo clerical. O sea, el mandato de la lectura literal de la biblia.
La cultura represora tiene muchas biblias y el mandato de su lectura literal sigue vigente. La mayoría bien pensante abomina de la ley del Talión, lo que desarrollé en la primera parte de este texto. Traigo una cita literal de “El Estatuto de Roma” de 1998. Establece once tipos de crímenes de lesa humanidad. En el último apartado explicita: Otros actos inhumanos de carácter similar que causen intencionadamente grandes sufrimientos o atenten contra la integridad física o la salud mental o física: actos inhumanos de gravedad similar a otros crímenes contra la humanidad.
Seamos simples, ya que muchas veces la complejidad es apenas una estrategia de poder para complicar todo. A lo Drummond, tomo como estrategia citar lo que el Estatuto de Roma de la corte internacional penal establece en el último apartado. Mi conclusión es: el hambre es un crimen de lesa humanidad. Por lo tanto, no prescribe. Su continuidad es permanente porque los efectos del hambre son permanentes. El disparo en los ojos como táctica represora planificada, también.
Sólo tomando ese apartado del Estatuto de Roma se abre una dimensión amplificada del terrorismo de Estado. La equivalencia entre Terrorismo de Estado y Dictadura colapsa. Dicho en otros términos: el terrorismo de estado que ejerce crímenes de lesa humanidad toma las formas del constitucionalismo democrático. Y, en vez de noches de bastones largos y desaparición forzada de personas, aparecen las elecciones como rituales vacíos de contenido, pero saturados de publicidad.
Lo curioso, aunque no tanto, es que habitualmente las cuestiones políticas se dirimen, y a pedido de sus protagonistas, sus ejecutores materiales y sus copartícipes necesarios, en la Justicia. Obviamente, no por ansias de justicia, sino porque los diferentes niveles de impunidad están garantizados.
A ver si lo pienso y lo escribo bien. La mayor garantía de que lo justo no advenga es la Justicia. El dicho es mejor un mal arreglo que un buen juicio, merece ser pensado. El llamado debido proceso es para los poderosos una meditada colección de trampas y fullerías. Quizá por eso el candidato ideal es “fullero”. Dicho por quien de esto sabe bastante.
Lo que sirve en una escala media, quizá sirva en una escala mayor. Quizá todo el tramado jurídico, desde los edictos policiales hasta el Tribunal Penal Internacional, sea un desmesurado armado “fullero”. Una trampa perfectamente planificada que empieza con el alucinatorio político social de la división de poderes, hasta pasar por las organizaciones no gubernamentales, las naciones unidas para el saqueo, y el sacrificio de poblaciones enteras en los altares del capitalismo de mercado y del capitalismo de estado.
Somos una versión sofisticada de Truman Burbank, a quien le armaron cuidadosamente de su vida un show. Y no podemos encontrar nuestros límites porque estamos engrillados a nuestras limitaciones. El ojo por ojo es repudiado, los juicios que duran décadas son resignadamente aceptados. Se enarbola el emblemático caso del ingeniero Santos como una evidencia de justicia por mano propia. Sin embargo, si pasamos del otro lado del espejo, es un caso emblemático de “injusticia por mano propia”. Aplicó una pena desmesurada al delito de robo. Una anticipación del “chocobarismo”, la política de seguridad de los guardianes pretorianos del imperio.
Hoy el pueblo jujeño, al menos la parte más corajuda de él, ha decidido que el debido proceso, incluso la cacareada constitucionalidad, son parte de la “fullería”. Ojalá fuera sólo Morales. Es apenas el actual nombre de la bestia represora, que es el Estado Terrorista. Es un ensayo de hasta dónde “democracia y terrorismo” pueden tensar su compatibilidad.
El terror es una política pública que amplifica la atribución punitiva del Estado. Busca el exterminio, por balas, por hambre, por frío, por tristezas, por desesperación. Hoy ni siquiera un barco cárcel despierta demasiada indignación. Es posible que Bukele reciba el premio Nobel de la Paz. James Cameron advierte que la profecía de Terminator ha llegado.
La Inteligencia Artificial es la red Skynet. La guerra de tan inteligente, ha dejado de ser una decisión humana. Y la mala noticia es que es una inteligencia programada por la parte más inhumana de la humanidad.
Quien esto escribe ha participado por acción o por omisión, en todo lo que critica. No pierdo el horizonte de que a veces ser parte del problema permite ser parte de la solución. Es lo que se llama “puesta en superficie de la implicación”. No sigamos siendo parte del “Truman show”. Porque a lo mejor, y a lo peor, permitimos que la sangre derramada y la que se derramará, siga siendo electoralmente negociada.
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