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Por Sandra Russo
(APE).- Tantas cosas han cambiado drásticamente en el mundo en los últimos diez años, que se diría que hay cuestiones vitales que es necesario volver a pensar. Por ejemplo, a qué se le llama, en la actualidad, trabajo. Las categorías de la modernidad que tenemos incorporadas se han desbarrancado, a tal punto que en la Argentina, en estos días, reaparecen los conflictos gremiales y la opinión pública se asoma a ese escenario con cierta sorpresa y una especie de memoria recuperada: ¡si existe el gremialismo existe el trabajo! La desocupación y los desocupados habían reemplazado, con su problemática sin salida, el espacio que durante décadas ocuparon los trabajadores.
Pero precisamente, a la luz de estos fenómenos que son indicadores de un cambio de etapa, cabe preguntarse: ¿a qué le llamamos, hoy, trabajo?
El Informe sobre el empleo en el mundo 2004-2005, dado a conocer la semana pasada por la Organización Mundial del Trabajo (OIT), revela que unos 1.400 millones de personas continúan bajo la línea de pobreza y, a pesar de estar incluidos entre los “ocupados”, junto con sus familias no logran superar los 2 dólares de ingresos diarios. Esa cifra constituye nada menos que la mitad de la población mundial que trabaja. Otros 550 millones de personas (que equivale a hablar del 23% de los hombres y las mujeres que trabajan en los países en desarrollo) apenas arañan el dólar diario.
El Informe traza un pronóstico favorable evaluando tendencias que indican que aquellos países que logren crecer a un ritmo del 4,7% anual en los próximos años, podrán paralelamente reducir a la mitad el número de trabajadores que se sostienen con un dólar por día: un dólar -es necesario repetirlo, subrayarlo- no cedido ni costeado por la porción de la población privilegiada, sino ganado con trabajo. Pero la propia OIT señala que las regiones del mundo en las que aparentemente esa mejora tiene buenas perspectivas de llevarse a cabo, son el sudeste asiático, el Oriente Medio y el norte de África. Sobre América Latina, el Informe lanza un tremendo “no lo conseguirá”.
Un dólar diario equivale a un café en la esquina, a tres viajes en colectivo, a una comida rápida y al paso: un combo de comida chatarra cuesta bastante más. Eso ganan, por trabajos que han perdido toda calificación y entidad como tales, 550 millones de personas. Eso dice, además, que para semejante torta de la población mundial la idea del trabajo ha perdido también todo vínculo posible con la idea de la dignidad. Y que la delgada línea roja que separa a los ocupados de los desocupados no implica absolutamente nada.
Fuente de datos: Diario Clarín 07-12-04
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