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Por Oscar Taffetani
(APe).- La doctrina jurídica de la deuda odiosa (o deuda execrable) nació en los Estados Unidos al término de la guerra hispano-norteamericana. Conforme a ella, los pueblos que se emancipan o liberan de la opresión no son responsables por las obligaciones que hayan contraído los gobiernos ilegítimos que los precedieron. Dos economistas estadounidenses, Alexander Sack, en 1927, y Jeff King, en la última década, aggiornaron la doctrina: “Deudas odiosas son aquéllas que fueron contraídas contra los intereses de la población, con pleno conocimiento del acreedor”.
Con esa misma filosofía y abrumadores hechos históricos como prueba, el 4 de abril de 1982 (paradójicamente, cuando el régimen militar argentino anunciaba la “recuperación” de las Malvinas), el periodista e historiador Alejandro Olmos presentó una querella penal contra el ex ministro de la dictadura José Alfredo Martínez de Hoz, en tanto autor de un plan económico “concebido y ejecutado con miras a producir un incalificable endeudamiento externo”. “El ingreso de divisas -decía la denuncia- fue con el objeto de negociar con las tasas de interés, produciendo quiebras y cierres de empresas y dificultades en la capacidad exportadora y de producción y crecimiento del país”.
El juicio a la Deuda Externa iniciado por Olmos duró 18 años y culminó con un fallo sorprendente y desconcertante: la Justicia le dio la razón al actor, pero al mismo tiempo sobreseyó al demandado (por prescripción de los plazos) y puso las actuaciones “a disposición de las Honorables Cámaras de Senadores y Diputados de la Nación para su consulta o extracción de copias de las piezas procesales que se indiquen, a los efectos que estimen conducentes”. (Poncio Pilatos, un aprendiz).
En las decenas de miles de fojas de aquel juicio a la Deuda Externa se contabilizan “423 préstamos externos concertados por YPF, 34 operaciones concertadas en forma irregular al inicio de la gestión y 20 operaciones avaladas por el Tesoro Nacional que no fueron satisfechas a su vencimiento (...) A ello deben agregarse los préstamos tomados a través del resto de las Empresas del Estado y sus organismos, así como el endeudamiento del sector privado que se hizo público a través del régimen del seguro de cambio”.
Lo cierto (y trágico) es que con aquella deuda externa contraída por la dictadura del Proceso pasó lo mismo que con sus crímenes y violaciones a los derechos humanos: delitos y delincuentes, casi siempre, quedaron impunes y la verdad de los hechos nunca salió por completo a la luz.
Virajes y ausencias
“El presidente Néstor Kirchner -se leía en los diarios argentinos el 14 de abril de 2005- volvió a descartar la posibilidad de reabrir el canje de la deuda y criticó al FMI por exigir que se atienda a los acreedores que no aceptaron la propuesta oficial”.
“El Presidente -se leía unos meses después- anunció un ambicioso plan para cancelar los u$s 9.810 millones que el país le debe al FMI. Con esta decisión, el país da una fuerte señal al mundo y se espera una reacción muy positiva de los inversores y los mercados (...) En lo que denominó ‘una estrategia a largo plazo’, Kirchner afirmó que ‘tenemos la firme convicción de sacar a la Argentina de viejos y recurrentes problemas’.”
“La reapertura del canje de deuda para los acreedores que rechazaron la quita de 2005 -leemos en los diarios argentinos de estos días- disparó los primeros elogios de la banca de inversión, las calificadoras de riesgo y la prensa financiera mundial, que venía castigando en los últimos años al Gobierno por haberse apartado de sus designios”.
También comienza a hablarse ahora, al margen del canje de los holdouts (u$s 20 mil millones), de una posible cancelación de la deuda -judicializada- con el Club de París (u$s 8.000 millones). “Cuando termine la reestructuración, anticipa un diario económico, la deuda pública argentina volverá a superar los u$s 150 mil millones...”
Y si un baldazo de agua fría faltaba, sobre las espaldas de una masa empobrecida que ha venido sufriendo, desde 2008, el congelamiento y depresión de sus salarios, los despidos y suspensiones, el aumento en los precios de alimentos y en las tarifas de servicios y la retracción general del consumo, llegan nuevas desoladoras noticias, sobre el déficit fiscal (cercano a los 30 mil millones de pesos), sobre una virtual cesación de pagos estatales en varias provincias y sobre la posibilidad de que se vuelvan a emitir patacones y cuasi-monedas.
No somos economistas ni podemos predecir los rasgos del ciclo económico que empieza. Sí podemos decir que en la agenda de este poder político de legitimidad mermante y cuestionable, el pueblo (así lo habría dicho Alberdi) es cada vez más una ausencia. Y los pibes, una vaga sombra detrás de la ausencia.
La “patria financiera”, revisitada
“Restablecer impuestos a la renta financiera y las actividades bursátiles -leemos en un boletín del Centro Cultural Alejandro Olmos- es otra urgencia relegada. La inequidad de la dispensa fiscal es flagrante, un privilegio para un sector sin méritos. Boudou, platicando con otros integrantes del Gobierno, asevera que el rinde económico de la medida sería exiguo, que no contrapesaría el malhumor de los mercados que, según es fama, son casquivanos. (...) Las ganancias de capital gozan de menos piedad en los países vecinos, incluidos aquellos que suelen ser destacados como modelo. En los Estados Unidos también tienen que pagar. En la Argentina están exentos desde hace casi veinte años...”
Olmos –aquel militante que en abril de 1982 fue capaz de denunciar e impugnar esa herramienta de disciplinamiento y opresión de los pueblos llamada Deuda Externa- volvería a hablar, en este momento, de nuevas odiosas deudas. Y de comportamientos execrables. Y de imperdonables traiciones a la fe sin mengua de nuestro pueblo.
Edición: 1622
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