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Por Silvana Melo
(APe).- La maldad es un escorpión solitario, que responde apenas a su naturaleza. Sin contexto ni cultura. Ser malo es un concepto inestable, precario. Que oscila entre la negación del chocolate y el crimen alevoso. Entre el pecado y la tortura. Entre la condena a dormir la siesta y la variable de ajuste en el desamparo. La maldad se viste de fiesta y hace política.
Se viste de verde y deposita la ética en paraísos fiscales. Se vuelve ministro y los niega. Se viste de negro y mata por la espalda, fumiga escuelas, mezquina la comida a los niños periféricos, siembra paco en las barriadas y en los pulmones frágiles. La maldad se pone emoticón y sonríe. Se viste de sport casual y se banaliza. Es lo mismo denunciar a un gerente con conchabo en el estado que condenar al descarte a los cesantes de esta vida. A los que le sobran al sistema cuidadosamente delineado para que la maldad sea la bondadosa pendiente de las prebendas y el bien un atajo hacia cualquier agencia del infierno.
No ser malo, con sonrisa de emoji.
El circo de los acusados, marcados con fibrón en su ética indeleble, guardó otra vez en el silencio a la verdadera tragedia. La trata de cuerpos infantiles, indefensos, frágiles, llegados de los afueras del mundo para buscar la ovación que salve, la identidad rabiosa, el amparo de un contrato. Cuerpos enajenados, prostituidos. Desvictimizados de repente de las primeras planas. Para colocar a las otras víctimas. Los periodistas, ministros, famosos en general. Las que el sistema recoge y coloca en sus marquesinas led. Las suyas. No las del descarte.
No ser malo, en papel doblado en cuatro.
El circo de los gerentes, que dejaron de jugar para las grandes ligas (no para Aldosivi), que estaban hechos, re hechos y bajaron de su Olimpo a hacerles el favor a los mediocres de ponerse a gobernar. Y despeinarse como Caputo. Y dejar su dinero afuera porque no confía en el país al que gobierna. Como Aranguren. El bien y el mal son conceptos inestables y precarios. Para ellos el bien es lo establecido. Los 150.000 pesos que un legislador suma con dieta, desarraigo y pasajes. Pero que le resulta escaso. Aun con paritaria propia bastante arriba del 15% y sin cláusula gatillo: el estado sólo la aplica por la espalda y a los que se insolentan en un territorio que les está vedado. A los que los 150.000 pesos escasos del legislador o del gerente en situación de sacrificio por la patria no le caben en ningún sueño. A los que son la insurrección ante eso que le establecieron; la rebeldía ante ese bien precario e inestable. La reacción ante lo que excluye. Y cierra las puertas en las narices de cualquier intento de futuro.
No ser malo es caer en la trampa del circo. Y del círculo. Que siempre termina en el mismo comienzo. Que deja fuera opciones y alternativas. No ser malo es no discutir lo verdadero. Sino el fuego de los artificios. Los emojis con lágrimas de risa. La maldad banalizada por la trampa. El bien a la venta en el mercado.
No ser malo es ceder a la dominación. Sin emoticones.
Edición: 3585
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