No fue amor

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Silvana Melo
   

    (APe).- Ese amor no fue amor. ¿Y qué hacer con ese brote inesperado que empezó a crecer en la panza? ¿Qué hacer con esa intrusión mínima en su cuerpo pequeño, aún no definitivo, en sus caderas a las que les falta anancharse, en los huesitos de su pelvis que todavía no se han bebido todo el calcio imprescindible para la fortaleza? ¿Qué hacer si fue fruto de la vulneración violenta de su cuerpo, del despertar al quiebre del cristalito de su niñez? ¿Qué hacer si ese amor no fue amor, sino una cercanía de paso para contrarrestar tanta soledad? ¿Qué hacer si fue sólo corazonada, impulso, la necesidad de ser abrazada? Un cerrar los ojos buscando quién sabe qué abrigo en otro cuerpo simple, otro, que se desabrazará al final y se irá como vino, sin conciencia de la siembra. Y sin pisar siquiera los talones del futuro, que siempre está tan pero tan adelante que nadie lo ve.

En un cálculo descafeinado, el diario sintetiza cifras del Ministerio de Salud de la Nación: cada 5 minutos una chica menor de 20 años es mamá. O bien, cada cinco minutos nace un bebé de un vientre menor de 20 años. Son unos 321 por día, 117.386 al año. Un 15% del total de los nacimientos del país.

Ese amor pocas veces es amor. Tantas veces es la conquista sangrienta de un cuerpo leve, familiar, cercano. El abuso intrafamiliar es un infierno de frecuencia feroz.

Demasiadas veces el monstruo está muy cerca, miente que protege y convence al resto de su benevolencia. 3.261 de los bebés nacen paridos por nenas de entre 10 y 14 años. Nueve chiquitas que se vuelven madres y no están preparadas física ni emocionalmente para serlo. Y el abuso suma un elemento corrosivo para el vínculo de esa niña con su niño. Que parecerá un juguete de seis de enero. Pero es una vida de intensa fragilidad, que en algún pliegue trae la esperanza. Aunque tantas veces se pierda entre mocos y pañales, sin verla se pierde en la basura, sin verla se cae en la vereda, una madrugada helada esperando turno en el hospital.

Se pone las manos en el costado, avanzando hacia el ombligo. La ausencia menstrual y esa inflamación la inquietan. Sabe que ese amor no fue amor. Que sólo busca no estar sola, que a los chicos no les gustan los preservativos, que él estaba aturdido y ella también, que no tiene pastillas ni le dan, que las pierde o se las olvida, que tiene miedo de decir que no y que la abandonen, que tiene miedo de la violencia, de cuando le bajan la persiana de la ternura y asoman los monstruos, que son esos mismos de cara amable y de amor falluto, que le viene el miedo. Que a veces hay cerveza (su consumo se triplicó entre las chicas) y hay faso y la cabeza se nubla. Y tiene miedo.

La profunda desigualdad es clave para que tantas nenas se transformen, de pronto, en responsables de la factura de otro niño del que apenas la separan once, doce, catorce años. Dos niñeces en desamparo y que, en el mejor de los casos, buscarán cuidarse entre sí y no despeñarse por el mismo abismo. Si el azar la depositó en el norte y no en la CABA, si tuvo que nacer en Orán y no en Banfield, su vida será otra. Será más pobre, más alejada de los centros de salud, más víctima de un estado retrógrado y abandonador, más desigual que los varones, más sola, más deshabitada.

Según donde haya nacido, azarosamente, en su hospital se tirarán los preservativos porque se vencen, se le negará la anticoncepción de emergencia, no se la descubrirá nena, semiadolescente, sin rumbo, embarazada o todavía no, no se la cuidará ni se la prevendrá de lo no querido, no se la educará para que pueda elegir, no se la informará de que su cuerpo es suyo, de que nadie más que ella tiene derecho sobre él, de que es dueña de decidir si quiere ser madre o no.

Según dónde haya nacido podrá acceder a la buena salud, a la anticoncepción, a la pastilla del día después, a decir que no, a pagar un aborto clandestino, aséptico y seguro, a una terapia para superarlo.

Algunas cifras de la desigualdad:

-En Misiones hubo 282 embarazos en chicas menores de 14 años, durante 2014. Muchos, dice el Ministerio de Salud provincial, fueron por abusos intrafamiliares.

-Los embarazos adolescentes son un 70% más numerosos en Misiones que en la Ciudad de Buenos Aires.

-En Neuquén el 60 % de los adolescentes dejan el secundario. La mayoría de las chicas lo hacen por maternidad.

-El 11% de las adolescentes de 16 a 17 años que son madres ya tenían otro hijo antes.

-Más de un 25% de madres adolescentes se embarazó por segunda vez dentro del primer año de haber tenido su primer hijo.

-De las adolescentes que estaban estudiando al momento de quedar embarazadas sólo 4 de cada 10 continuaron en la escuela hasta el séptimo mes.

-El 20% de madres adolescentes pensó interrumpir su embarazo cuando lo supo por primera vez.

-El 69% de madres adolescentes no planearon tener un hijo.

-El 65,5% no utilizaba un método anticonceptivo.

-En 2011 se registraron 533 egresos hospitalarios de niñas de entre 10 y 14 años internadas por complicaciones de abortos.

-Entre las madres menores de 15 años la mortalidad infantil se duplica.

Cuando se mira la panza sabe que ella no lo deseaba. Pero le falta la conciencia de que ese hijo que se le plantó en el vientre le condicionará el resto de su vida. Que probablemente ande sin padre. O con poco.

A veces siente que vendrá a acompañarla y que se cuidarán entre los dos. Tan niños. Ella le cambiará los pañales y él le enjugará los mocos.

Tantas veces ella deseará que él no hubiera estado nunca. Y otras tantas lo pondrá ante el mundo como soberbia prueba de su rebeldía.

El será una chispa transformadora. Aunque se apague en los primeros pasos.

Fuentes: Unicef - Casa Fusa - Fondo de Población para las Naciones Unidas - Ministerio de Salud de la Nación

Edición: 2922

 


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