Niños en el espejo

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(APe).- Esas cien estrellas desamparadas que titilan en nuestras miradas y se nos apagan en medio de la miseria. Lejos están de ser números o palabras: Son los niños pobres que sufren de una extraña enfermedad sin semana, sin rumbo y sin un sitio exacto, porque aparecen a toda hora, en cada rincón y es inexpresable esa agonía de los 100 niños que mueren en cada jornada -en nuestro país- no son más que lamentos perdidos en la encrucijada de los números.

 

Dicen que en el noroeste de Rosario se expanden los asentamientos y la gente vive entre basurales. Un relevamiento realizado en uno de los barrios de la zona, por la filial local de la Cruz Roja Argentina, entre 900 niños, revela que “el 89% de ellos padece enfermedades respiratorias”, además de otros males que la historia define como “enfermedades de la pobreza”. De acuerdo a los últimos datos del INDEC, “en el Gran Rosario viven 1.204.000 personas y 264 mil de ellas son menores de 14 años. El 60% de esos chicos son pobres, y el 34,5 indigentes”. Cifras que se reflejan en una imagen de esa realidad absoluta y misteriosa que nadie verá. Pero todos sabemos que un niño abandonado, no es el que se peina para ir a la escuela, sino el otro, que restriega los párpados y esparce los restos de otras caras contra un número.

La basura lo invade todo. La Cruz Roja dice que el lugar es “un gran depósito de residuos” y que la situación de sus pobladores es “desesperante”. No hay cloacas, ni pozos y unas pocas “canillas comunitarias” proveen de penuria y agua escasa a toda la comunidad. Los niños juegan entre los desperdicios y el espejo de los charcos, cuando llueve, no les devuelve ni un pedazo de cielo que les permita descubrir aquello que les fue arrebatado.

Tan sólo para ejemplificar el modo en que la muerte entra en la herida de la muerte, cuentan que, en el barrio Casiano Casas, también del noroeste de Rosario, “un grupo de padres denunció públicamente que los chicos tienen larvas de moscas en la cabeza”. En la Maternidad Martín murió un bebé de apenas una semana, por una infección en el cordón umbilical. Al filo de la ausencia, sistemas y gobiernos miran la anchura inabarcable de este río de sangre cotidiano.

Sin embargo, si nos preguntamos -como dice Hilario Barrero- en qué infierno proclama su dolor la sombra más oscura, el caso de los niños de Rosario sería sólo una respuesta posible. A lo largo y a lo ancho de esta tierra nuestra -entrañablemente amada- hay millones de niños mutilados por las enfermedades, que en la época del aire saben que el respirar es sangre, es vida y es memoria como escribe Miguel Florián. Mientras unos dicen que intentarán revertir la situación, otros preparan, para los niños pobres, mortajas a la medida. En tanto, la patria sigue en pie, velando el sueño y el sueño es como un muerto sin familia.

Fuente de datos: Diario La Capital - Rosario 11-10-04

 


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