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Por Alfredo Grande
(APe).- Escribo este texto el día del amigo. Amiga. Amigue. He escrito sobre el significado que tiene para mí “el día de…”. Es un fetiche de la cultura represora para encubrir que aquello que se celebra durante un día está anulado el resto de los días del año. Si la amistad fuera un valor constante y permanente ¿por qué debería tener un día?
La idealización es siempre enemiga del ideal. Y justamente “el día de…” fomenta la idealización. Los ideales son permanentes. La idealización, como los amores de estudiantes, flores de un día son. El enamoramiento es una idealización.
El amor es un ideal. Pero la cultura represora necesita sostener idealizaciones, aunque estén marchitadas. Y ha creado una monstruosidad que alguna vez se la denominó “culto a la personalidad”. Es decir: personalidades de culto. Muertas, vivas, incluso en coma profundo.
El culto al dólar tiene como materialidad sensible el texto del verde billete: “in god we trust” O sea: en dios confiamos. Me temo que los dioses del imperio no deben ser los mismos dioses que los de las colonias. Pero mi formación teológica es débil, a pesar de haber dado conferencias en el Seminario de Formación Teológica. Aunque nadie lo crea y veces tampoco yo.
La amistad es un ideal, pero suicida es idealizarla. En los ideales podemos depender, en la idealización quedamos sometidos. Algunos y algunas siguen idealizando al capitalismo. No sólo como modo de producción económica y social, sino como fábrica multinacional de cultura y valores. Lo cual genera ya no contradicciones, sino siniestras incompatibilidades. Una incompatibilidad es un salvavidas de plomo. Date por ahogado.
Uno de mis aforismos dice: “las dictaduras toman lo diferente por incompatible y asesinan; las democracias toman lo incompatible como diferente y se suicidan”. La democracia hace tiempo se transformó en un “demos gracias”. Algunos llaman a esto “precios cuidados”. Los descuidados de siempre, los que no votan, los que no pagan impuestos, los que no tienen ganancias inesperadas, los que apenas tienen miserias esperadas, los que sufren la “economía de la penuria”, como definió el economista Jorge Beinstein, no tienen ningún horizonte para construir ideales. Y no pocos caen en la idealización de la droga y de la agenda laboral del narco. Lo dice el tango “Pan”. Si Jesús no ayuda, que ayude satán.
El niño de hoy sigue siendo la carne de cañón de ayer. Carne de los cañones de todas las formas del capitalismo, y cuanto más rostro humano tenga, peor. Pasamos de pobres contra pobres, a niños contra niños. Han contaminado los territorios de las infancias, porque para el hambre sí hay pan duro. Y el pan duro no es solamente la dureza de una comida escasa y mala, sino que el pan duro son las ausencias de los afectos, las fraternidades, las amistades.
Al contrario de la sentencia del Che, los niños se han endurecido y también han perdido la ternura. La baja de la edad inimputabilidad, viejo sueño de la clase dominante, convertirá a cada niño en un enemigo.
Y la ternura y la sonrisa desaparecerán. Extinguidos de la faz de la tierra por siempre jamás. Ojalá no lo vea y puede sostener la última imagen de un niño amigo.
Edición: 4149
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