Narcohipocresía

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Por Carlos Del Frade

(APe).- -No me diga lo que está bien o mal…lo único que me interesa es tener un buen celular y buen par de llantas – decía aquel pibe de dieciséis años del barrio Emaús de Rosario, hacia el año 2013. El presente a toda velocidad. Lejos de los primeros sueños. Ajeno a la promesa del futuro.

El 62 por ciento de las víctimas de homicidios dolosos en el departamento Rosario tiene entre 18 y 34 años en lo que va del año 2021.

El 52 por ciento de los mismos tuvieron como origen la economía ilegal de organizaciones criminales y el 88,3 por ciento de los homicidios fue con armas de fuego.

En aquel año 2013 mataron al jefe indiscutido de “Los Monos”, Claudio “el Pájaro” Cantero y desde entonces se multiplicaron los hechos con la sangre derramada de pibas y pibes en los barrios de la ex ciudad obrera.

Desde el año 2019, por otro lado, muchachos de menos de treinta años ordenan matar a bebés y chicos y también trozar traidores y adversarios con sierras eléctricas, como lo hacen los narcos mexicanos. Como sucede con la banda “Los Gorditos”, cuyo jefe, Brandon Bay, ordena todo desde las cárceles.

En la Argentina crepuscular del tercer milenio, en medio de la segunda ola del coronavirus, 16.664 personas están detenidas por viola la ley de estupefacientes, la 23.737 y esa cantidad de muchachos y chicas ya es la segunda población carcelaria en el país de Evita y Belgrano.

Este 26 de junio se volvió a pasar por el almanaque de las Naciones Unidas que marca la fecha como el día internacional de la lucha contra el tráfico ilegal y consumo indebido de drogas, originado en una resolución del año 1987.

Cuando las Naciones Unidas alertaron de esta manera al planeta, el negocio ya tenía varios años de desarrollo en la Argentina.

El primer cargamento de 200 kilogramos de cocaína, encubierto en un supuesto embarque de azúcar, llegó a la zona franca boliviana en el entonces estatal puerto rosarino, el 24 de abril de 1978. El mismísimo “almirante cero”, Emilio Eduardo Massera, lo fue a recibir. Era el contrato inicial con la dictadura de Hugo Banzer para abrir el “noroeste argentino a los cocaleros bolivianos”, como diría Gustavo Bueno, ex integrantes del Ejército Argentino, en la justicia brasileña.

Hoy, antes de dejar atrás el primer semestre de 2021, por las aguas del Paraná, por donde se va el 75 por ciento de la producción de cereales y derivados, como también casi una treintena de metales que vienen de Catamarca, sin controles inteligentes y transparentes, en febrero de este año pasaron 16 toneladas de cocaína que fueron descubiertas en Europa.

Recuperar el Paraná, entre otras cosas, también debería ser fundamental para cuidar a las pibas y los pibes que se transforman en consumidores consumidos o soldaditos que luego son fusilados en el altar del dios dinero.

El dios dinero que impunemente exhibe la cobardía de cientos y cientos de funcionarios que siempre actualizan las cifras de los homicidios pero no dan una sola explicación en torno al escaso número de causas que se abren por el delito del lavado de dinero, el verdadero corazón que late detrás de los negocios mafiosos del contrabando de armas y el narcotráfico.

En ese mismo año 2019, las cifras del Ministerio de Seguridad de la Nación marcan la hipocresía del supuesto combate al narcotráfico: se abrieron 98.037 causas por infracción a ley de estupefacientes en la Argentina de Juana Azurduy y Maradona; pero solamente hubo 341 causas por delitos contra el orden económico y financiero, por lavado de dinero.

Y en la provincia de Santa Fe, solamente 18.

Eso si, las pibas y los pibes son las grandes mayorías carcelarias: el 58 por ciento de las personas detenidas en las 307 unidades penitenciarias del país, tiene menos de 35 años.

Ya en 1998, la particular repartición del estado norteamericano que dice combatir al narcotráfico, la DEA, aseguró que la mayor cantidad de cocaína llegaba a la Argentina por los puertos privatizados del Paraná.

En las cercanías del día internacional de la lucha contra el uso indebido y el tráfico ilícito de drogas, es fundamental tomar conciencia que más allá del tiempo transcurrido, en la Argentina hay claves que revelan una matriz.

Aumenta la cantidad de mujeres y hombres detenidos pero son mínimas las causas que buscan conocer la famosa, repetida y siempre inexplicable “ruta del dinero”.

La mayoría de las víctimas por homicidios dolosos son pibas y pibes de los barrios humildes y las grandes rutas de tránsito para importación y exportación continúan siendo las mismas de siempre.

La fecha de las Naciones Unidas, en un rápido repaso sobre la realidad santafesina y argentina, muestra, en definitiva, la hipocresía del sistema: dice combatir aquello que lo sustenta.

Quizás tenga razón aquel muchacho de barrio Emaús, no es tiempo de hablar del bien o del mal, si no de construir un presente que vuelva a contener la esperanza de un futuro.

Pero para eso hay que derribar, una a una, las hipocresías del sistema y del llamado combate contra el narcotráfico.

Fuentes: Ministerio de Seguridad de la Nación, Ministerio Público de la Acusación de la provincia de Santa Fe, libros del autor de esta nota.

Edición: 4345

 


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