Nacidos en la noche

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(APe).- En realidad el poder tiene la infinita posibilidad de proteger la vida o de autorizar su holocausto como escribe Agamben. Según lo informado ayer por el “doctor Carlos Grandi, que está a cargo del sector de Epidemiología Perinatal y Bioestadística de la Maternidad Sardá”, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, donde “se produce el 10% de los nacimientos anuales de todo el país”, el peso promedio de los niños argentinos, recién nacidos, descendió 32 gramos entre 1992 y 2002 y el descenso más significativo se produjo entre 2001 y 2002. Millones de niños -en la Argentina- comienzan demasiado tarde. Advienen al mundo siendo crepúsculo en el territorio de la vida, como dice Badilla Castillo.

 

Los niños pobres de esta tierra, conforman un cándido rebaño de ángeles humillados. Todo niño nacido entre las cuatro paredes agobiantes de la pobreza no tiene el esplendor de la novedad, ni está bendecida su aparición como necesaria renovación humana. Para la mirada hostil que nos gobierna -quizás- es un innecesario crecimiento demográfico. De acuerdo a lo afirmado por el Dr. Grandi, la región centro “que abarca las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos, con cerca de 400.000 nacimientos anuales”, presenta un descenso aún mayor -34 gramos- en el promedio de peso al nacer.

Siempre haciendo referencia a estos niños nuestros que nacen en tantos instantes de derrota, la doctora Celia Lomuto, coordinadora del “Programa Perinatal de la Dirección Nacional de Salud Materno Infantil del Ministerio de Salud” afirma que hay un 7,6% de niños que, al nacer, pesa menos de 2500 gramos y que “tanto la prematurez como el bajo peso al nacer, son potentes predictores de la mortalidad infantil”. El porcentaje de nacimientos con estas características “explica más del 50% de las muertes de menores de un año”, dijo. Y son los mismos niños que más tarde, si tienen suerte, grabarán versos ahogados en el escondido corazón de las pizarras.

Dicen que la desnutrición crónica de la madre, conspira contra el peso del bebé y que un bebé de bajo peso -menos de 2500 gramos-, tendrá afectado su desarrollo cognitivo “y es muy probable que esos chicos tengan hipotecado a futuro su capacidad intelectual, su rendimiento escolar, o que no logren los mínimos requerimientos para completar su educación o conseguir trabajo”, o quizás sean los cuerpos dóciles que se necesitan para ser reducidos a servidumbre.

Sin embargo, aunque se sabe que el hambre es minucioso y que no hay horizonte más oscuro que el que ofrece la miseria, esos niños resistirán e insistirán en perdurar como la huella de un pie que graba su tiempo sobre la arena. De cuántos de estos huérfanos de patria se quejará, luego, la mitad de la sociedad. Cuántos habitantes del lado luminoso de esta tierra, los rechazarán cuando golpeen sus puertas pidiendo pan, mientras ellos estén pensando, como de costumbre, en la hondura del siguiente silencio.

Aunque estas cifras sean inéditas en la historia del hambre de nuestro país, no está demostrado que alguien haya podido jamás frenar la fascinación del inocente que se acostumbra a la fatalidad y de pronto, imagina la belleza.

Fuente de datos: Diario La Nación 14-10-04

 

15/10/04

(APE).- En realidad el poder tiene la infinita posibilidad de proteger la vida o de autorizar su holocausto como escribe Agamben. Según lo informado ayer por el “doctor Carlos Grandi, que está a cargo del sector de Epidemiología Perinatal y Bioestadística de la Maternidad Sardá”, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, donde “se produce el 10% de los nacimientos anuales de todo el país”, el peso promedio de los niños argentinos, recién nacidos, descendió 32 gramos entre 1992 y 2002 y el descenso más significativo se produjo entre 2001 y 2002. Millones de niños -en la Argentina- comienzan demasiado tarde. Advienen al mundo siendo crepúsculo en el territorio de la vida, como dice Badilla Castillo.

Los niños pobres de esta tierra, conforman un cándido rebaño de ángeles humillados. Todo niño nacido entre las cuatro paredes agobiantes de la pobreza no tiene el esplendor de la novedad, ni está bendecida su aparición como necesaria renovación humana. Para la mirada hostil que nos gobierna -quizás- es un innecesario crecimiento demográfico. De acuerdo a lo afirmado por el Dr. Grandi, la región centro “que abarca las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos, con cerca de 400.000 nacimientos anuales”, presenta un descenso aún mayor -34 gramos- en el promedio de peso al nacer.

Siempre haciendo referencia a estos niños nuestros que nacen en tantos instantes de derrota, la doctora Celia Lomuto, coordinadora del “Programa Perinatal de la Dirección Nacional de Salud Materno Infantil del Ministerio de Salud” afirma que hay un 7,6% de niños que, al nacer, pesa menos de 2500 gramos y que “tanto la prematurez como el bajo peso al nacer, son potentes predictores de la mortalidad infantil”. El porcentaje de nacimientos con estas características “explica más del 50% de las muertes de menores de un año”, dijo. Y son los mismos niños que más tarde, si tienen suerte, grabarán versos ahogados en el escondido corazón de las pizarras.

Dicen que la desnutrición crónica de la madre, conspira contra el peso del bebé y que un bebé de bajo peso -menos de 2500 gramos-, tendrá afectado su desarrollo cognitivo “y es muy probable que esos chicos tengan hipotecado a futuro su capacidad intelectual, su rendimiento escolar, o que no logren los mínimos requerimientos para completar su educación o conseguir trabajo”, o quizás sean los cuerpos dóciles que se necesitan para ser reducidos a servidumbre.

Sin embargo, aunque se sabe que el hambre es minucioso y que no hay horizonte más oscuro que el que ofrece la miseria, esos niños resistirán e insistirán en perdurar como la huella de un pie que graba su tiempo sobre la arena. De cuántos de estos huérfanos de patria se quejará, luego, la mitad de la sociedad. Cuántos habitantes del lado luminoso de esta tierra, los rechazarán cuando golpeen sus puertas pidiendo pan, mientras ellos estén pensando, como de costumbre, en la hondura del siguiente silencio.

Aunque estas cifras sean inéditas en la historia del hambre de nuestro país, no está demostrado que alguien haya podido jamás frenar la fascinación del inocente que se acostumbra a la fatalidad y de pronto, imagina la belleza.

Fuente de datos: Diario La Nación 14-10-04

 


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