Mirar por sobre la coyuntura: países en escombros

|

Por Raúl Zibechi, especial para APe.

(APe).- Más allá de quien haya ganado tales o cuales elecciones; independientemente del resultado concreto de las recientes PASO (de lo que sucedió en Ecuador, de lo que pueda pasar en Chile, en Colombia o en Brasil), vale la pena preguntarse por el rumbo de largo aliento de nuestros países. De las razones por las que no conseguimos salir del pantano, mientras año a año nos hundimos más y más en la auto-destrucción de naciones enteras.

Ciertamente, fue un resultado inesperado, tanto para el oficialismo como para la oposición. Se han ensayado diversas explicaciones, todas ellas plausibles: la pandemia, la crisis que provoca la pandemia, el mal manejo del gobierno en temas sociales y económicos, la bronca de la gente por el encierro prolongado que termina erosionando la gobernabilidad, y como siempre los medios y otras distracciones.

Sin embargo, hay algo más profundo y de más largo aliento. El gobierno de Bolsonaro en Brasil desarrolla una política hacia la pandemia bastante opuesta a la del gobierno argentino, y le va muy mal. El gobierno de Chile está desfondado en su aprobación pública, y no ha hecho una gestión mala de la pandemia, o por lo menos no ha sido peor que la de otros.

Si miramos más lejos, cabría preguntarse: ¿Algún gobierno de la región está teniendo un buen desempeño estos dos años? Si la respuesta, como creo, es negativa, estamos marchando de cabeza hacia una cada vez mayor ingobernabilidad, hacia situaciones en las cuales, gobierne quien gobierne, la población se muestra insatisfecha.

Cuando las cosas aparecen confusas, inciertas, cuando no se puede mirar más allá de la coyuntura (noviembre en el caso argentino), deberíamos levantar la vista y observar la larga duración. Ésta nos dice que casi toda la región marcha a los tumbos desde la década de 1980, cuando se desmanteló el desarrollismo y sobrevinieron la desindustrialización y el extractivismo, en sus más diversas variantes.

El geopolítico brasileño y profesores de relaciones internacionales, José Luis Fiori, sostiene que el caso de Argentina es el paradigma de la auto-destrucción como nación, en un artículo titulado “La condena de la historia y la lucha por el futuro” (Brasil 247, 2 de setiembre de 2021).

Lo dice de forma más elegante, pero siempre colocando la coyuntura en el marco del tiempo largo: “Después de 1940, Argentina entró en un proceso entrópico de división social y crisis política crónica, ya que no logró unirse en torno a una nueva estrategia de desarrollo, adecuada al contexto geopolítico y económico creado por el fin de la Segunda Guerra Mundial”.

Las fechas lo dicen casi todo. En esa década las clases obreras mostraron su poder destituyente (con un clímax el 17 de octubre de 1945), desarticulando el poder que hasta entonces tenía la oligarquía terrateniente. De ahí en más, la presencia de las y los de abajo en la vida argentina fue la que marcó las tendencias largas: desde la fuga del capital industrial y la ex burguesía nacional hacia refugios más seguros, como el financiero y bancario, hasta los intentos de los militares por refundar el país.

Todos fracasaron. Tales fracasos atravesaron dictaduras y democracias, gobiernos peronistas o progresistas y conservadores o derechistas. La década menemista fue sucedida por la década kirchnerista, luego del caos de 2001. Después los tiempos parecen acortarse. ¿Será que cada cinco años, ya no diez, quien gobierne va a desarmar lo que intentaron armar los anteriores?

Según Fiori, una de las claves del deterioro de la región sudamericana, me atrevo a decir que también de la latinoamericana, es el permanente “hacer y deshacer lo mismo docenas de veces, prácticamente sin moverse, o peor aún, moviéndose cada vez más fuera de lugar”.

En suma, que hay políticas de gobierno pero no políticas de Estado. Los tiempos no son lo de menos. Si en el caso de Argentina las fechas se remontan a ocho décadas atrás (nada menos), en el caso de Brasil habría que situar el desnorteo en la de 1980, en las postrimerías de la dictadura militar (1964-1985).

Lo común en todos los casos es que las grietas están ahí, no van a desaparecer. Pueden ampliarse hasta arder o acercarse levemente, según coyunturas y modos de los gobiernos, que apenas pueden mover las cosas algunos milímetros en una o en otra dirección. Pero no aparece en el horizonte la menor posibilidad de que las grietas desaparezcan.

Por derecha, observamos un revanchismo patriarcal y machista contra las mujeres; pero también contra los pobres, en general; contra los pueblos indígenas, en particular, y contra cualquier diferencia social o cultural que, creen, podría amenazar las formas de vida de las nuevas clases medias que se espejan en las elites globales.

Los miedos son una de las principales razones, o sinrazones, de actitudes aparentemente irracionales, que enseñan la crisis civilizatoria en curso. Imaginemos qué sucedería ante un colapso energético o calamidades de una naturaleza demasiado vapuleada.

Por abajo, la tendencia más preocupante es confiarlo todo a las instituciones, las leyes y otros dispositivos legales que nos ofrecen apenas la ilusión de derechos, porque en estos años de crisis total, los derechos son apenas sueños que tienden a convertirse en pesadillas.

Confiar en tal o cual partido, en una legislación por más adecuada que sea, es tanto como desarmar nuestros poderes destituyentes, esos que jalonaron la mejor historia argentina desde principios del siglo XX. Tener derechos y no tener poder, es tanto como estar desnudas a la intemperie. Por eso, creo que la tarea del momento es organizarnos, cada quien en su territorio, como nos enseñan los lof mapuche, hacer fuertes; y luego si alguien quiere votar, que vote. Pero sin perder el ancla organizativa y territorial.

Foto de apertura: ilustración de tapa del libro "Elecciones y legitimidad democrática en América Latina" (Clacso)

Edición: 4388


Suscribite

Suscribite al boletín semanal de la Agencia.

Sobre la fundación

Fundación Pelota de Trapo nació hace décadas para abrigar de las múltiples intemperies a niñas y niños atravesados por diferentes historias de vulnerabilidad social.

Sobre la agencia

Agencia Pelota de Trapo instala su palabra en una sociedad asimétrica, inequitativa, que dejó atrás a la mayoría de nuestros niños y donde los derechos inalienables de la persona humana solo se cumplen para unos pocos elegidos por la suerte