Milagros funcionales

|

Por Carlos del Frade

(APE).- -Los pobres se las arreglan con muy poco... La cosa es que los de la clase media consuman algo más para que después la basura sea más suculenta -sostuvo, hace años, un empresario poderoso del sector portuario de la zona sur de la provincia de Santa Fe por donde pasan millones de dólares.

Era una reflexión que apuntaba a consolidar las grandes ganancias en muy pocas manos y rebatir cualquier intento de cambio de conciencia que generase un movimiento insurreccional.

“Los pobres se las arreglan con muy poco” es una frase equivalente a aquella que dice que “pobres habrá siempre”.

Naturalizar el saqueo y subrayar la subsistencia. Una de las claves culturales del sistema que condena a los muchos.

Cuando una maestra correntina se indignó ante una decena de chiquitos descalzos, pelados y apenas vestidos con arpiyeras que corrían de un lado para otro en una hacienda de aquella provincia para atender las necesidades de los patrones, una señora de la casa le dijo: “No necesitan estudiar. ¿Para qué? Si son hijos de mensúes. Toda la vida estarán a nuestro servicio. No les sirve de nada estudiar”, replicó la mujer de manera contundente.

El sistema siempre se las arregla para presentar como un hecho irreversible y hasta sorprendente, las condiciones existenciales de los explotados, de los que son robados todos los días de sus derechos económicos, políticos, sociales y culturales.

Entonces surgen noticias que revelan esa supuesta heroicidad de los ninguneados para que se refuerce la noción que no vale la pena generar una sociedad distinta, inclusiva.

Andrea Suárez, tiene treinta y tres años, cinco hijos y es una de las cuarenta y una jefas de familia que recibirá un subsidio para desempleado por orden de la justicia.

Ella le cuenta a los periodistas: "Gasto dos pesos con cincuenta en comida y guardo dos con cincuenta para comprarles algo de ropa a los chicos a fin de mes".

Una proeza en medio de la miseria.

Se corre la cámara de las condiciones materiales y la revelación de la mujer la convierte en héroe por un ratito, ocultando la inhumanidad a la que está condenada ella y su familia.

Vende botellas de plástico para rebuscarse esos cinco pesos mientras los chicos almuerzan en la escuela y se juntan en la noche para cenar juntos.

Así sobreviven los condenados. Hacen magia con nada. Milagro de la economía doméstica, podría titular cualquier canal de televisión en propiedad de los mismos dueños del sistema que multiplica los condenados.

Y así la historia de Andrea se multiplica por miles y miles, mientras los rostros y los nombres de los condenadores nunca aparecen en los diarios, ni en las radios ni en los programas de televisión.

Aparecen las historias como las de Andrea para que se vuelva a pensar que “los pobres se las arreglan con muy poco”, que “no necesitan ir a la escuela” y que “pobres habrá siempre”.

¿Cuánto aguantará Andrea y su familia? ¿Cuánto aguantarán los miles y miles que aguantan como ellos?

Para el sistema la respuesta es simple: aguantarán todo el tiempo que sea necesario para seguir acumulando riquezas en pocas manos.

Porque para eso se muestra su “milagro” de estirar el dinero más allá de lo imaginable, para que nadie se pregunte por los obscenos constructores de la pobreza.


Suscribite

Suscribite al boletín semanal de la Agencia.

Sobre la fundación

Fundación Pelota de Trapo nació hace décadas para abrigar de las múltiples intemperies a niñas y niños atravesados por diferentes historias de vulnerabilidad social.

Sobre la agencia

Agencia Pelota de Trapo instala su palabra en una sociedad asimétrica, inequitativa, que dejó atrás a la mayoría de nuestros niños y donde los derechos inalienables de la persona humana solo se cumplen para unos pocos elegidos por la suerte