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Por Carlos del Frade
(APE).- Miguel Ángel Vega tenía dieciocho años, vivía en la villa “El Garrote”, en el Tigre y fue asesinado por un certero disparo en la nuca, ejecutado por un integrante de La Bonaerense.
La repetición del gatillo fácil denuncia la vida difícil para los pibes de los barrios empobrecidos en el primer estado argentino. Las sectas de las picanas y del gatillo fácil ocultan las logias de las manos en la lata, diría aquel fenomenal periodista llamado Rodolfo Walsh.
Fue el primer día del año 2006 cuando mataron a Miguel.
Alrededor de las once y media de la mañana, el muchacho acompañó a su novia y de regreso se topó con los policías que suelen estar en un patrullero, controlando la imaginaria frontera que separa Tigre de San Fernando. Otros dicen que su función es que los turistas no se topen con la villa.
El Tigre es una zona de islotes, vegetación de literatura y aguas marrones que anuncian el encuentro entre el río Paraná y el de La Plata.
Una región para la vida, la alegría y la belleza.
Tres palabras que no suelen aparecer en la cotidianeidad de muchachos como Miguel.
Por extrañas razones que no aparecieron en los partes oficiales, ni en las noticias de los grandes diarios ni tampoco se buscaron en las preguntas de los funcionarios judiciales, un policía lo asesinó por la espalda.
La versión policial fue que Miguel se acercó al patrullero, insultó a los uniformados, los amenazó y se internó en la villa para después salir, tirarles con un supuesto revólver y ser muerto en el enfrentamiento.
Demasiado armado y sin lógica alguna.
Pero para el fiscal de feria de San Isidro estuvo bien. Ordenó el secuestro de las armas policiales y la detención del ejecutor por algunas horas.
Después todo siguió su curso supuestamente natural.
Los bonaerenses volvieron a la frontera entre Tigre y San Fernando y la villa “El Garrote” a la resignación de haber perdido otro pibe más.
Sin embargo los pueblos se cansan. Siempre hay un momento en que las cosas empiezan a cambiar. Eso es lo que no entienden los ocasionales dueños de casi todo.
Miguel ya forma parte de la triste y siempre creciente lista de fusilados por gatillo fácil.
La organización “Protección a la vida” pagó los gastos del velatorio, pero las familias de “El Garrote” están hartas de ser condenadas por La Bonaerense.
Hubo incidentes. Las familias ya no se bancan más esto de ser carne de mataderos redivivos. La llamada “Organización por la Vida”, que coordina Sabina Sotelo, la mamá del Frente Valor, está coordinando las acciones y las movilizaciones de la gente para exigir justicia y parar la prepotencia policial, hija directa de las impunidades que gozan ciertas políticas y determinadas riquezas desbocadas.
Para la Coordinadora contra la Represión Institucional, el caso de Miguel fue uno de los cuatro asesinados por La Bonaerense que tuvo la primera semana del año en el Gran Buenos Aires.
Triste record que demuestra la continuidad de una lógica de poder que desprecia la existencia de los excluidos de esa mecánica interna de la sociedad bonaerense en particular y argentina, en general.
Lógica y mecánica en donde pibes como Miguel terminan reducidos a meras estadísticas sin valor.
Fuentes de datos: Diario Clarín 03-01-06 / Agencia de Comunicación Rodolfo Walsh 02-01-06 / CORREPI 10-01-06 / Agencia de Noticias Argenpress 10-01-06 y fuentes propias
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