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Por Ignacio Pizzo
(APe).- El embarazo en la adolescencia se presenta como un fantasma recurrente por parte de ese otro fantasma denominado opinión pública. Desde el mundo adulto las plumas y las cuerdas vocales no dudan en dedicar editoriales y condenas, catalogándolo como un fenómeno inexorable, alarmante. La vida adolescente, que a su vez fecunda un cigoto que puede transformarse o no en otra vida, nos pone en jaque en los umbrales del “post”, postmodernidad, post verdad.
Alejarse
Antes de pensar que la gestación en menores de 20 años es únicamente una estadística a la que debemos colocar en un observatorio y tratar de reducirla a puro anticonceptivo, podríamos implicarnos.
Entre conurbano bonaerense y CABA hay 15.000.000 de habitantes (36% del total de los argentinos). El conurbano concentra al 29% de la población y al 40% de los pobres del país. 33 Municipios suman 12.000.000 de habitantes y 4.500.000 son pobres. Un tercio de los habitantes del país en el 0.5% del territorio nacional. Hervidero de densidad poblacional incompatible con el buen vivir. Pero Dios desatiende y hacina en Buenos Aires. En el grupo de adolescentes de 13 a 17 años, el índice de pobres sube hasta 51 %. En hogares en que los padres están desocupados se dispara hasta el 84,8%.
La doctora Viviana Mazur, en su aporte para APe, propone diferenciar: “la adolescencia no es un fenómeno homogéneo, sino que hay adolescencias que implican diferencias abismales. La adolescencia de una joven de escuela media privada de Barrio Norte no es la misma que la de una de Villa Soldati, del conurbano, el interior de la provincia o de Formosa. Eso determina no sólo distintos accesos a la información o a la obtención de métodos anticonceptivos gratuitos. También determina otros modelos de familia a los que se aspira, otras expectativas y deseos para su vida. Las diferencias en las tasas de fecundidad en la adolescencia en CABA son enormes, parecen de países distintos y comparten un espacio geográfico tan cercano como distante en los socioeconómico, entre Suecia y Camboya podríamos decir”.
Las cifras así lo demuestran. Recoleta y Palermo tiene tasas de 4,5 y 7,6 por mil respectivamente de fecundidad entre los 15 a 19 años. La Comuna Lugano - Riachuelo – Soldati, del 57,8 por mil. Barracas - Boca - Nueva Pompeya - Parque Patricios, del 53,4 por mil. La brújula siempre marca el Norte y el Sur parece que sólo tiene la cruz.
En Argentina nacen anualmente unos 117.000 hijos de madres menores de 20 años. El 15% del total de nacimientos. En algunas jurisdicciones los embarazos en la adolescencia alcanzan al 25% de los embarazos. Tres mil son hijos de madres menores de 15 años en las cuales la coerción y el abuso es habitual. La fecundidad adolescente en la argentina se mantiene relativamente estable con una pequeña tendencia al alza en los últimos 10 años.
Las investigaciones de Georgina Binstock y Mónica Gogna revelaron que el 70% de las adolescentes que son madres no buscó su embarazo. Hay un 20% que simplemente no consideró que podían quedar embarazadas, además de la falta de acceso a la información y situaciones económicas y sociales acuciantes.
Los postulados del poder
El Estado, famoso por ser el que está presente, se sostiene sobre la estructura de quienes toman la sartén por el mango y el mango también. La entelequia del poder económico deja su carácter de entelequia cuando hablan sus sicarios de palabras. Tal es el caso Enrique Pescarmona, una de las cuarenta personas más ricas del país, caucásico y que se ubica en el vértice de la pirámide al que no accede ni siquiera el 1% de la población. Dueño de IMPSA, industria metalúrgica considerada la séptima empresa más grande de Latinoamérica afirmó en una oportunidad: “Las chicas de 14 años quedan preñadas para cobrar unos mangos”.
A priori se comparte esta proclama por parte de funcionarios, como un ex Ministro de Salud de Corrientes o masacradores del arte como Lucía Galán. Se recluta así a una parte de la sociedad como cómplice, para perpetuar el desprecio hacia la joven pobre y de tez trigueña. Asediada por urgencias y seducida para una muerte anunciada, a tientas percibe que su vientre crece, en medio de una urbe que no la mira más que con el ojo de la inquisición. Los blancos, ricos, adultos, hombres y propietarios se adueñan del saber popular. Y el saber científico hace agua cuando se encuentra con las niñas madres, con sus siluetas consumidas por el hambre sistémico. Pero la evidencia castiga a sus detractores. En 2009 la tasa de natalidad era de 18,6 cada 1000 habitantes, mientras que en 2012 descendió a 17,9. La fecundidad adolescente era en 2009 de 34,6 cada 1000 habitantes y en 2012 fue de 32,7. Aún más en 2009, desde que se implementó la AUH, de los 745.336 nacidos vivos, 3.346 tuvieron una madre de hasta 15 años. En 2014, los niños nacidos vivos fueron 777.012 y los de madres niñas, 3007. Tampoco creció la maternidad entre aquellas de 15 y 19 años: 113.945 en 2014 y 113.478 en 2009.
“No hay ninguna evidencia que indique que la AUH genere un incentivo fuerte a los embarazos”, cuenta Mariana Marchionni, doctora en Economía y una de los participantes de la investigación del Centro de Estudios Distributivos Laborales y Sociales.
Trincheras
En 1988, en el Hospital Materno Infantil Ramón Sardá de CABA, se conformó un equipo interdisciplinario para la atención de adolescentes y sus hijos que se denominó PROAMA (Programa de atención a la madre adolescente). En entrevista con APe, la doctora Silvia Fernández, médica del equipo, plantea que atienden entre 800 y 900 partos de adolescentes menores de 18 años, de un total de 6000 -7000 recién nacidos asistidos. Más del 50% tienen domicilio en provincia de Buenos Aires.
Agrega que las situaciones de violencia y consumo de sustancias, son moneda corriente en la población adolescente. Lo que, sin embargo, no significa que sean sinónimos. Constituyen “un grupo etario que necesita acompañamiento y que confiemos en ellos, en el potencial maravilloso que tienen”. Manifiesta, por otra parte, que, en ocasiones, el embarazo funciona como organizador ante situaciones muy complejas. Por ejemplo, las adolescentes dejan de consumir y algunos padres dan el ejemplo ante los adultos. Refiere que los programas de salud sexual y reproductiva de CABA y de Nación están vigentes desde hace poco más de una década. Sin embargo, pone sus dudas acerca del cumplimiento de la Ley Educación en Salud Sexual y Reproductiva sancionada en 2006 y recalca que la respuesta por parte del sector salud por sí sola no alcanza.
La doctora Mazur, por su parte, pone énfasis en no hacer simplificaciones que redundan en pobres, sucios y malos. El consumo de alcohol en adolescentes de sectores medios altos se oculta en previas tercerizadas por empresas que organizan las fiestas de egresados, con valores muy altos para que estén “protegidos” del lamentable espectáculo que dan quienes sólo acceden a la bebida y droga barata, en las calles a la vista de todos.
¿Contener?
¿Cuál sería el contenedor donde quepan las adolescencias, las angustias, los desamparos planificados? ¿Los programas y las leyes de salud sexual y reproductiva, hoy letra muerta? Eduardo Galeano que incriminaba con sus venas abiertas, recordaba cómo Robert McNamara -aquel presidente del Banco Mundial que había sido presidente de la Ford y Secretario de Defensa de EEUU- afirmaba que la explosión demográfica constituye el mayor obstáculo para el progreso de América Latina. Y anunciaba que el Banco Mundial daba prioridad, en sus préstamos, a los países que aplicasen planes para el control de la natalidad. Justificaba la muy desigual distribución de la renta entre los países y entre las clases sociales tratando de convencer a los pobres de que la pobreza es el resultado de los hijos que no se evitan.
Ante la “posibilidad habilitante” del Banco Mundial, tal vez, mejor, la libertad con responsabilidad. Ante la contención, anteponer la descompresión. Y ante los programas de controles de natalidad, la libre elección sobre cuerpos y almas, con la lucidez de los saberes y no de la información devenida en mercancía.
Ante la planificación familiar, proyecto de vida. Sin dejar de preguntarnos por qué hemos descuidado a nuestra descendencia y condenamos a niños y niñas al pecado capitalista. Lo que está claro es que fue durante la gestación de aquella niña gestante y aún más atrás en tiempo, donde se parieron los miles de desamparos.
Edición: 3537
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