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Por Sandra Russo
(APE).- El lugar es un paraje llamado Paso de la Patria, ubicado a unos seis kilómetros de la localidad tucumana de Garmendia. Allí se desató, implacable, un temporal que azotó con viento y lluvia a los pobladores. Fueron menos de tres minutos, pero bastaron para que esas personas, integrantes de 31 familias y que sobreviven con subsidios de $150, vieran volar por los aires las chapas y las maderas de sus casillas.
“Veíamos que el viento se llevaba todo. Algunos de nuestros chicos lloraban de miedo y otros corrían asustados, sin saber qué hacer. Cuando empezaron a volar las chapas, a caer los árboles, a desarmarse las casillas de madera, a los más chiquitos los metimos debajo de los catres y las camas... La lluvia y el granizo destrozaron todo. No nos queda nada de lo poco que teníamos”: es el testimonio de Nidia Palavecino y Raúl Maldonado, dos de los vecinos.
Todas las familias afectadas tienen entre seis y doce hijos. Todas son muy pobres. Todos están desempleados y, si consiguen un peso extra, es gracias a una changa irregular y en negro. Al día siguiente del temporal, estaban sentados bajo unos árboles, para refugiarse del sol recalcitrante y la humedad que penetraba los huesos. Ya no tienen nada, ni casillas ni colchones donde dormir. Los colchones se empaparon y se pudrirán. “Habrán sido más de las 7 de la tarde cuando paró un poco la lluvia y el pedrerío, pero al ratito nomás vino el remolino que nos inundó y nos rompió los ranchos”, cuenta Albino Pereyra, de 21 años. A su lado está Sonia, su mujer. Albino no tiene trabajo y ellos y sus dos hijos sobreviven con los $200 que gana Sonia por hacer la limpieza en la casa de una finca de la zona. Dos días a la semana ella camina ida y vuelta los ocho kilómetros con su hijita de cuatro meses para ir a trabajar.
Estas 31 familias son la sexta generación que nace y vive en ese lugar, tierras de la sucesión Pereyra Rojas. Muchos de ellos se apellidan Pereyra, y son parientes. Han quedado ahí, como parte del paisaje desolado. La escena se completó con la búsqueda, al día siguiente, de las chapas para reconstruir sus techos. Las chapas habían volado y como legionarios desarrapados adultos, adolescentes y niños iban en su búsqueda, para reestablecer el equilibrio inestable de la miseria, ahora, que están todavía un poco más abajo, todavía, si es posible, más pobres, todavía más indefensos y todavía más olvidados.
Fuente de datos: Diario La Gaceta - Tucumán 15-11-05
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