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Por Carlos del Frade
(APe).- -Yo estaba tomando mates a las 2 de la mañana. Maite estaba en la casa de su madrina, pero como lloraba la madrina la trajo de vuelta a casa. La hice dormir y la acosté en el sillón de mi casa. Se escucharon más de quince disparos y nos tiramos todos al suelo. Cuando levanté la cabeza vi que las otras nenas seguían durmiendo, pero Maite tenía un balazo en la cara, se le salió la cabeza. Entonces la llevamos rápido al hospital Alberdi…Una hora antes se había tiroteado a la vuelta de casa y ayer se habían tiroteado en la esquina de Cavia y Larrechea… Esto es así. Donde hay una esquina, un pasillo o lo que fuese que les conviene, que tenga lugar, ellos (los narcos) se tirotean hasta que salgas para después ocupar la casa y poner un búnker de drogas…La policía arregla todo. Cuando se tirotean las bandas, la zona está liberada.
El testimonio corresponde a Damaris, la mamá de Maite que en la madrugada del miércoles 4 de julio de 2018 murió como consecuencia de uno de los tantos balazos que cruzan la zona norte de Rosario, la ex ciudad obrera.
Los dichos de Damaris al diario La Capital son similares a cientos de madres que lloran el ilógico viaje hacia la pampa de arriba de chiquitas y chiquitos que muy antes de tiempo son tragados por la violencia vinculada a los dos grandes negocios del sistema, narcotráfico y contrabando de armas.
Pero no se trata de un castigo de dioses locos, la mala suerte que vierten desde cielos metafísicos algunos taberneros cósmicos.
Lo dice Damaris, lo pueden sostener cientos de mamás estragadas por el dolor que produce el asesinato de su hija o hijo.
“…Se tirotean hasta que salgas para después ocupar la casa y poner un bunker de drogas…la policía arregla todo. Cuando se tirotean las bandas, la zona está liberada”, apunta la mamá de Maite que tenía solamente cinco años.
“…la policía arregla todo”.
“…la zona está liberada”.
El dolor es consecuencia del negocio paraestatal que se recicla con los permanentes nichos de corrupción de los gobiernos que son las policías provinciales de los principales cinco estados argentinos: Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Tucumán y Mendoza.
No hay tranquilidad ni seguridad para ir y volver del trabajo, para ir y volver de estudiar, para descansar o pasear porque los que deben cuidar forman parte del negocio ilegal.
Maite no había empezado la primaria y creía que la dulzura de un alfajor de chocolate duraría mucho tiempo.
No hay fatalidad.
Es consecuencia de la presencia del estado corrupto.
No hay castigo divino.
Hay continuidad de negocios ilegales permitidos por aquellos que deben proteger la legalidad de las cosas que suceden en las calles de las grandes ciudades de la Argentina, ese país que creció con la convicción de que las chicas y los chicos eran los únicos privilegiados.
Hoy los únicos privilegiados son los negocios del capitalismo, entre ellos, el narcotráfico y el contrabando de armas.
Por eso chiquitas como Maite, de cinco años, terminan asesinadas mientras continúan invictas las tramas de impunidad que multiplican las zonas liberadas por las ex ciudades obreras.
-Ella estaba durmiendo en el sillón cuando se escucharon quince disparos – recordó la mamá de Maite.
¿Con qué estaría soñando Maite, la nena de cinco años que todavía no había empezado la primaria y que quizás imaginaba que el sabor de un alfajor de chocolate sería la permanente sensación de la vida?.
Pregunta estúpida de un cronista desubicado que, mientras tanto, observa la permanente reestructuración de los negocios ilegales del capitalismo.
Esos negocios que se tragan la vida de chiquitas como Maite.
Edición: 3651
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