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Por Carlos del Frade
(APE).- Dicen en Maimara que todas las almas vuelven entre agosto y noviembre de cada año.
Es una tradición aymara que acaba de ser filmada por un grupo de trabajadores de la cultura de distintos lugares del país.
Apoyados por las universidades de Rosario y Jujuy, los artistas quieren devolver tanta generosidad de parte de los habitantes de este pedazo del mapa argentino.
Ellos, los realizadores de la película que se estrenará a principios de 2006 en el corazón de la plaza central de la comunidad jujeña, quedaron conmovidos por la fuerza vital de los habitantes del lugar. Por la increíble unidad con el cosmos y la fuerza para seguir buscando una vida de acuerdo a sus sueños y no resignarse al destino condena que suele imponer el sistema para los pueblos originarios.
En Maimara, la vida y la muerte, la alegría y la pena suelen encontrarse a menudo. Adentro y afuera de las casas.
Fiesta popular, profunda visión de lo humano, la llegada de las almas en Maimara es un hecho colectivo de contrastes en donde se celebra la armonía de un universo invadido por culturas de la destrucción.
Los productores de la película invitarán al pueblo a llevar sus sillas, sus panes, sus bebidas para verse en la pantalla.
Aparecerán historias de almas que siempre vienen a ayudar, a buscar respuestas y a marcar la necesidad de un presente distinto para todos.
En Maimara, el dolor del saqueo se mide en la ausencia de casi todo.
Pero los habitantes originales siguen, entre otras cosas, porque no se olvidan de las almas de los que ya no están, ni ellas, las almas, se exilian definitivamente de los vivos.
En Maimara, sin embargo, hubo un alma que se fue mucho antes de tiempo.
Cuenta la noticia que una nena de cuatro años no pudo salir del pozo de agua en el que cayó.
Su papá, Carlos, de treinta años, contó que junto a su compañera salieron a cosechar verduras muy cerca de la casa.
En ella habían quedado sus tres hijos, la nena de cuatro y dos chicos de nueve y tres años.
Dicen que el hombre contó que ella, la nena de cuatro años, salió a buscar agua al pozo con una jarra plástica y que cuando la fue a buscar no llegó a tiempo.
No era tiempo para que el alma de la nena formara parte de la ceremonia de todos los años en Maimara.
Quizás hubiera bastado con una red de agua potable, con una canilla que anduviera y con otros mínimos derechos garantizados y que, obviamente, la familia de Carlos no los tenía.
Suele ocurrir que los ángeles de la guarda no pueden con las condenas desatadas contra los chicos en los parajes saqueados desde hace siglos.
Es probable que los amigos de Carlos le cuenten que la nena volverá entre agosto y noviembre del año próximo y que es necesario prepararse para la ocasión.
También es posible que los juguetes que nunca fueron mimados, cobijados y transformados por la nena no entiendan de culturas originarias y que se rebelen ante la ausencia de su dueña.
En Maimara, en todo caso, las almas que regresan todos los años suelen traer un mandato de rebeldía ante lo impuesto.
Que la palabra tragedia encubre un delito histórico que sigue perpetrándose contra las familias de estos arrabales.
Y que el alma de la nena de cuatro años volverá, con seguridad, a preguntar por qué.
Fuente de datos: Diario Jujuy al Día 20-12-05
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