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Por Carlos del Frade
(APe).- “El caso de una madre de Berisso que pide ayuda para su hija adicta de doce años que apuñaló en un robo a otra chica, vuelve la vista sobre los lugares para atender estas patologías en nuestra región. Quienes trabajan en el tema sostienen que existen grandes carencias”, decía el diario “El Día”, de la ciudad de La Plata, la segunda sombra de los habitantes de la capital de la provincia de Buenos Aires desde hace ciento treinta años.
Allí, en esa geografía inmensa del primer estado argentino, según datos de la llamada Secretaría de Niñez y Adolescencia, hay algo más de quinientos chicos internados bajo tratamiento, los cuales están repartidos en las seis clínicas infanto juveniles de salud mental que operan bajo el gobierno bonaerense.
Ese medio millar de pibas y pibes tuvieron algo de suerte porque hubo funcionarios que repararon en ellos.
No fue de Mailén, Víctor y José, tres chiquitos de La Plata que ya forman parte de las tristes estadísticas del desprecio y la desidia acumulados.
“Mailén tiene ocho años pero ya no juega, ni se ríe, ni va a la escuela, ni acuna una muñeca, ni anda en triciclo, ni se pinta las uñas o los ojos, ni canta, ni baila, ni se hace colitas en el pelo, ni se pone pulseras amarillas, rojas y violetas, ni vestidos, ni esa remera rosa que dice “Princess” en manuscrita con el dibujo versión Disney de las princesitas de los cuentos. Mailén está intubada con daño cerebral y en “estado vegetativo” dicen los médicos. Peleándola, dice la familia, que está firme a su lado esperando el milagro”, escribe con lucidez y sensibilidad el periodista Pablo Antonini.
El 7 de febrero recibió una descarga eléctrica de un poste de luz ubicado en la esquina de 5 bis y 605. La ambulancia nunca llegó. Fue un vecino el que la llevó al hospital. Antes del rayo fatídico existieron más de treinta denuncias del peligro que anunciaban esos cables. Los bomberos dijeron que la luminaria electrificaba las zanjas de toda la manzana y eso consta en el expediente iniciado.
Para la empresa Edelap, su jurisdicción no incluye a Mailén porque “interviene hasta los buzones de las luminarias, no sobre las columnas del alumbrado ni su tendido propio”, algo que responsabilidad del municipio desde 2011. La intendencia también se borró al igual que una cooperativa cercana.
Mailén, de solamente ocho años, tiene su cuerpo destruido y no podrá disfrutar jamás de la Ciudad de los Niños que desde hace décadas caracteriza a la ciudad de las diagonales. Tampoco es un caso que haya atraído a los grandes medios de comunicación de la ciudad capital de la principal provincia argentina.
Por otro lado, el 14 de octubre de 2012, Víctor y José fueron a refrescarse en el agua de la cantera “El Tucumano II”, ubicada en las calles 619 a 630 y 1 a 118, y murieron ahogados.
“Un escueto despacho de Telam al otro día consigna que el hecho sucedió “en un predio cercado y con carteles que advierten sobre el peligro de ingresar a sus aguas”, pero “la cálida temperatura” motivó que los niños “ingresaran al predio y resolvieran meterse en la cantera, a pesar de no saber nadar”. Otra vez, la información sugiere casi que la culpa es de ellos. Pero lo cierto es que las canteras por ley no pueden tener agua y deben contar con un sistema de drenaje de las pluviales, carteles que informen la prohibición de paso, guardia las 24hs y un alambrado olímpico perimetral”, informa una vez más Antonini.
Nadie se hace cargo desde el municipio de la suerte de Víctor y José.
La función de la intendencia es “controlar la utilización del suelo que realizaran los particulares con sujeción al interés público, urbanístico y ambiental” y tomar medidas para darles seguridad a los vecinos.
Víctor y José no formaban parte de esa seguridad.
El 24 de octubre, sin embargo, autoridades municipales le informaron a la empresa que tenían el alambrado roto según consta en el acta 2217 de la Unidad de Gestión Ambiental Minera.
Mailén, Víctor y José forman parte de la historia universal de la infamia, esa consecuencia de una política estatal donde los pibes solamente existen para el día del niño y otros negocios económicos y políticos más. Una infamia que se construye día a día a fuerza de acumular desprecio, desidia e indiferencia para con el pueblo humilde.
Fuente de datos:
Nota de Pablo Antonini, “Una inseguridad de la que nadie habla”.
Edición: 2419
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