Madre coraje, tierra y palabras

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Por Carlos del Frade

(APE).- El sueño del país que luego se llamaría Argentina nació en Santiago del Estero. Hacia 1810, cuando estalló la revolución municipal de Buenos Aires y que después se nacionalizó gracias a las masas artiguistas, las montoneras de Güemes y aquel ejército popular latinoamericano en armas conducido por San Martín, seis de cada diez habitantes del territorio vivían en lo que después fue la provincia de Santiago del Estero, el “vergel de la civilización”, como la llamaban los cronistas españoles.

 

Fue allí donde se desató la guerra de liberación que declaró la ciudad puerto de Buenos Aires y la consecuencia fue el desarraigo, el éxodo y la pobreza que llegaron para quedarse.

Casi dos siglos después, las hijas e hijos de la tierra que abrigó el sueño de las mayorías argentinas, repiten la condena de un Estado que se hizo desde el Río de la Plata a contramano del interior y a favor de las minorías.

Nilda Vélez tiene ocho hijos y sobreviven en un hueco que sólo por un abuso de imaginación puede llamarse vivienda o casa.

La crónica periodística describe el cuadro de esta manera: “Con un árbol frondoso que le sirve de cobijo, el tabuco donde está es sólo una ‘pieza’ levantada con cuatro horcones y ‘paredes’ de cartón corrugado o bien un nailon negro. En una cama desvencijada, sostenida por ladrillos, duermen todos”, dice la nota publicada en el diario más importante de Santiago del Estero.

Allí se cuenta que Nilda insiste en creer y se obstina en darle algo parecido a un futuro a cada uno de sus hijos. Seis de ellos van a la escuela y ella, Nilda, mamá coraje, estira cien pesos de un muy corto subsidio por madre soltera y algunas chirolas más que percibe como empleada doméstica para proteger y alentar la vida de sus chicos.

Sigue diciendo el artículo que “no hay muebles a la vista, ni pensarlo. Unas bolsas de plástico cumplen la función de ‘ropero’. Allí guarda la ropa, mientras que en una precaria pared de ladrillo, coloca los elementos de cocina”.

Nilda pide que la ayuden, que no la saqueen más, que alguna vez se construya democracia y que los sueños de felicidad sean accesibles para los que son más en estas tierras.

Sin saber, Nilda encarna el verdadero sentido de una palabra que viene del fondo de la historia negada.

Un vocablo que fue traído por los pueblos negros al sur del nuevo continente, como lo llamaban los europeos.

La palabra mucama, sinónimo de personal doméstico, de fámula, quiere decir esclava y es una de las pocas palabras que mantuvieron su significado original.

Nilda, en Santiago del Estero, revive ambas condenas.

La de la tierra que fue cuna de sueños y fue convertida en mapa de pesadillas y la de la palabra que sigue como sentencia impuesta por los explotadores de hace siglos y por los actuales.

Nilda va a seguir peleando.

Es necesario que alguien comprenda que su amor es una urgencia de los muchos y no solamente una porfiada resistencia personal.

Fuente de datos: Diario El Liberal - Santiago del Estero 18-05-06

 


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