Los sospechosos de siempre

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Por Carlos del Frade

(APE).- La palabra nació en el siglo XII de la era europea. Venían del latín imperial, sostienen los etimólogos. Sospechar tiene su origen, entonces, en las vísceras de un imperio en descomposición. En los últimos tiempos se han multiplicado los sospechosos. Hay una permanente educación para la sospecha en la Argentina y en el mundo todo.

 

El cowboy unipolar, como lo define el Pepe Mugica a Bush, enseña que hay que sospechar de todo aquello que no se resigne al poder del imperio que representa.

Por las dudas o por el petróleo como en Irak. Por las dudas o por el agua como en América del Sur.

Sospechar sin límite de edad ni geografía.

Que se haga carne en cada uno de los habitantes del sistema. Sospechar para tirar primero, para ganar algo...

Y los sospechosos no tienen edad. A fines de los años noventa, los soldados estadounidenses capturaban chicos de diez años a los cuales derivaban a distintos centros de detención como Guantánamo u otros lugares parecidos.

La sospecha es la credencial del que cree ser normal, legal, amante del orden.

Es el peaje que pagan siempre y en cada momento los que se quedaron afuera, los que fueron dejados afuera.

Los sospechosos son los raros, los diferentes, los pobres, los homosexuales, los subversivos, los extraños de pelo largo, los habitantes originales de cualquier punto de la tierra, los negros, los judíos, los cristianos, los jóvenes, los viejos que no se resignan a la muerte en la miseria, los huelguistas, los comunistas, los peronistas, los radicales de Yrigoyen y Lebenshon, los sobrevivientes, la chusma, los cabecitas negras, los zurdos... los sospechosos son cada vez más.

Porque sospechar es la orden del imperio y la orden se repite y se multiplica por todos los arrabales del cosmos.

La sospecha es la condena por anticipado. Tire primero, pregunte después.

Excluya, discrimine, apunte, señale, ordena el sentido común construido e impuesto por muy pocos.

Cada vez son más los sospechosos, piensa Doña Rosa, la de Neustadt, la que todavía está ahí repitiendo las enseñanzas de tanto tiempo.

Y esos tres que entraron en el negocio eran así: raritos, diferentes. No eran normales. Y no me venga con eso de que eran chicos.

Ya no quedan inocentes, Doña Rosa. Usted lo sabe mejor que nadie, Doña Rosa.

Por eso la señora actuó de acuerdo a lo que manda el sistema que defiende la sagrada familia de la propiedad.

Lo que indica el cada vez más voluminoso álbum de sospechosos.

Los integrantes de la comisaría séptima de La Plata vieron a la dueña del comercio y sus tres rehenes.

Tenían, los rehenes, cinco, seis y ocho años.

Ella “sospechó que le habían robado dinero de la caja registradora de su local”, apuntó la crónica del diario local.

Y cuando se enciende la alarma de la sospecha ya no hay marcha atrás.

Ellos entraron al locutorio ubicado en la avenida 520 de la localidad de Abasto y no se sabía bien qué querían.

Entonces la señora fue una fiel representante de tantos años de educación para la sospecha.

Los llevó detenidos.

-Se trató de una confusión... La comerciante se disculpó y los padres entendieron lo que había ocurrido -dijo un policía consultado por el periodismo.

No se labraron actuaciones porque no hubo “ilícito” por investigar, agregaron las fuentes uniformadas.

No se trataba de chicos peligrosos, sino de chicos en peligro.

En el constante peligro que asoma detrás de la condena a todo aquello que sea distinto y no responda a los cánones que impone el mercado.

La señora volvió a su locutorio sabiendo que cumplió con el mandamiento de la larga historia de la educación para la sospecha.

Fuente de datos: Diario El Día - La Plata 01-03-05


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