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Por Alfredo Grande
(APe).- Los niños son los únicos privilegiados. ¿Pero cuál es el privilegio? No creo que el privilegio sea ser niño o niña. Al menos, el privilegio no es por una cuestión etaria. La edad importa, pero no determina. “La verdadera patria del hombre es la infancia” es una frase del poeta austríaco Rainer Maria Rilke. Si así fuera -al menos yo creo que una de las patrias seguro- ése podría ser el privilegio. La construcción de la patria, al menos de la propia patria. Lo que lleva a pensar en la necesidad de un territorio ético, afectivo, fraterno, vincular. Ese territorio es lo que denomino el “Bronco Interior”[1]. Lo amplío en mi último stand up. Un territorio de nuestra propia intimidad, identidad y autoestima. No hay mayor privilegio que la construcción de ese territorio.
El tema fundamental es que se construye en la niñez o no se construye más. Los arquitectos hablan de “vicios de construcción”. La niñez hoy ha dejado de ser un privilegio y es un enorme vicio de construcción.
Mientras esto escribo pienso en mi propia patria. La que se construyó en mi ya lejana infancia. Recuerdo a algunos de los que compartieron esa construcción. Los compañeros de la primaria. Escuela sólo de varones lo que le daba al territorio características muy especiales. Más cerca del parque jurásico que del jardín de las delicias. La calle también formaba parte de nuestro territorio. La plaza Irlanda, a dos cuadras de donde vivía. Peligros había, tambien había enormes espacios de seguridad vincular. Hasta el vigilante tenía la barriga picante y no estaba asociado a la bestialidad y al salvajismo de la cobarde represión.
Una niñez que podía construir su propia patria permitía pensar en adolescentes, adultos, que no serían apátridas en su propia tierra. No hablo de las condiciones objetivas de explotación y exterminio que son intrínsecas a todas las “patrias capitalistas”. Hablo de las condiciones subjetivas que permitían entender que los llamados privilegios eran derechos, y que los derechos no son dádiva, sino efectos de la lucha. Pero sin la patria construida en la infancia, no hay forma de apelar al “Bronco Interior” para que legitime todas las luchas y todas las rebeldías.
El apátrida es un migrante en su propia tierra. Incluso es apto para justificar, valorar, racionalizar, todas las políticas de exterminio. Naturaliza que no tener patria es algo adecuado. Se comió la galletita envenenada de la aldea global. Y quizá nunca piense que es un adulto sin patria porque fue niña o niño al que no le dejaron construir territorios vinculares de ternura y amorosidad. Ya no es privilegiado, ahora es maldecido. Lo maldicen con la edad de imputabilidad. Entre otras cosas. Con la endemia del abuso sexual intrafamiliar. Con la endemia del hambre que deviene hambruna. Con la endemia de la entrada y salida laboral para hacer méritos frente a la opción narcos.
La pregunta es si podemos construir patria, si podemos construir el “Bronco Interior” más allá de la niñez. Pienso que sí. Pero depende de situaciones, actitudes, decisiones.
En la Agencia de Noticias Pelota de Trapo están hace años trabajando con niños y niñas en tareas gráficas, estampado y sublimación. No veo por qué no decirlo. ¿Sería un inconveniente que yo sea Redactor de la Agencia? Creo que justamente lo contrario. Es necesario testimoniar cuando uno es testigo de estas actitudes.
Tantas veces se ha dicho que es importante “hacer patria”. El tema es de qué patria estamos hablando. Y cómo la hacemos. A lo mejor los vicios de construcción pueden ser corregidos. A lo mejor las patrias están para ser creadas mientras haya creadores de las patrias que merecen ser creadas.
Los reyes magos existen. Pero no son los padres. Son los compañeros. Los docentes. Los trabajadores. Los artistas. Nosotros quizás seamos reyes magos sin camellos y sin corona. La magia será construir patria en tierra arrasada. Esa tierra arrasada puede ser fertilizada.
Los reyes magos y las reinas magas existen.
[1] Durante el unipersonal “Combatiendo al malestar”, Alfredo Grande muestra el caballito de metal de su infancia al que llama Bronco y habla de su “Bronco interior”.
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Agencia Pelota de Trapo instala su palabra en una sociedad asimétrica, inequitativa, que dejó atrás a la mayoría de nuestros niños y donde los derechos inalienables de la persona humana solo se cumplen para unos pocos elegidos por la suerte