Los pibes de Intiyaco

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Por Carlos Del Frade

(APe).- Desde hace cinco años, la Escuela de la Familia Agroforestal del Intiyaco realiza una feria del libro.

La llaman la Feria de la Cuña Boscosa. Es curiosa la insistencia en llamar así a esta parte de la inmensa geografía santafesina que alguna vez fuera levantada y luego sumergida por los intereses de La Forestal.

 

No queda nada del quebracho colorado.

Apenas hay un viejo ejemplar, uno solo, y debajo de su sombra las chicas y los chicos hacen dedo más para irse que para volver.

Pero allí está la Escuela.

Allí están los pibes de Intiyaco.

Lázaro Romero tiene 16 años y nació en el hospital de Intiyaco. Forma parte de una familia de diez hermanos. Su papá es albañil y su mamá vive de animales como patos, pavos, chivas y entre todos producen tortas quemadas y facturas en una panadería familiar. Está en cuarto año de la Escuela de la Familia Agroforestal de su pueblo. Quiere ser gendarme pero volver a su pueblo.

-Los otros chicos de mi edad que trabajan en el carbón están en el alcohol o fuman mucho - cuenta Lázaro de amplia sonrisa, flaco y con rulos.

Le gusta la palabra igualdad.

-No puede ser lo que pasa en el pueblo. Los que tienen plata son los más quieren tener y se aprovechan de los más humildes. No les pagan los sueldos como dice la ley y entonces así se hacen más ricos. Eso está mal. A mi no me gustaría ser así. A mi me gustaría tener amigos que te quieran, una pareja - agrega el muchacho.

Juega al voley en la escuela pero no hay otra cancha en el pueblo.

Sueña con que Intiyaco, alguna vez, tenga un polideportivo.

Ariel Pucheta Obregón, de catorce años, también alumno de la EFA de Intiyaco, nació en el paraje El Tábano, a 30 kilómetros de allí. Cuando termine la secundaria buscará el título de ingeniero agrónomo aunque lo entusiasma la pediatría, no por la medicina sino por los chiquitos que le encantan.

-Lo mejor de la escuela es el compañerismo - dice Ariel.

Su papá es un simple hachero, remarca.

-Me dio y me enseñó todo. No me toquen a mi familia. Son lo mejor que tengo. El y mi mamá se quitaron cosas para dármelas a mí. Así que cuando sea ingeniero quiero devolverles más de lo que ellos me dieron a mí. Comprarles algo para que ellos disfruten la vida, como quien dice... Me gustaría que en la Argentina haya más unidad, igualdad, que la cosa sea más pareja para todos - sostiene el fornido pibe en un alto del mediodía de Intiyaco.

La EFA fue fundada hace más de veinte años por los mismos padres de las chicas y chicos que están allí. Constituyeron una Asociación Civil sin fines de lucro y hoy tiene una población de 138 pibas y pibes. Cubre un área de 60 kilómetros a la redonda desde el llamado paraje 302 hasta Los Amores, en el techo de Santa Fe y la todavía llamada cuña boscosa.

Esos padres son jornaleros, carboneros, peones y muy pocos, productores rurales mínimos.

-La zona es muy rica en recursos naturales pero tiene muchos problemas en agua, caminos y otros servicios. Acá muchos padres son todavía analfabetos. Parece mentira decir esto cuando se escucha más hablar del analfabetismo digital. En esta zona la cosa todavía pasa por saber leer y escribir - dice el director, Humberto Toffanelli, en diálogo con este cronista.

Está orgulloso que sus alumnos, en un noventa por ciento, seguirán intentando un futuro mejor desde el estudio y que el resto intentará sobrevivir a partir del hacha, las changas o volverse peones.

Toffanelli apuesta a que "haya conciencia de la necesidad de generar desarrollo social y regional para que los jóvenes vuelvan a estas tierras. Porque el desarraigo es una de las pérdidas más fuertes que tiene la zona", apunta el director que vuelve a recorrer las aulas y saluda a cada una de las chicas y los chicos que en estos saqueados arrabales del mundo levantan, todos los días, sus esperanzas, defienden sus propios sueños y son capaces de reconocer el esfuerzo de sus familias de una manera inusual para tantos que en otras geografías menos castigadas no lo hacen. Las pibas y los pibes de la EFA de Intiyaco demuestran que la historia no está cerrada. Que las condenas decretadas por las minorías siempre pueden cambiarse por la voluntad de los de abajo.

Fuente de datos:
Entrevistas realizadas por el autor, 12 de setiembre de 2012, desde Intiyaco, norte profundo santafesino.

 

 

 


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