Los Pibes de Bariloche


Por Alberto Morlachetti

(APe).- Bariloche se imaginó siempre como un diseño de la belleza. Cierto. La mirada se hace bonita cuando descubre el lago Nahuel Huapi, el Cerro Catedral o la arquitectura europea del Centro Cívico. Desde su fundación, en 1902, se imaginó blanca, cercanamente Suiza, entrañablemente Alemana.

Protegido por el invierno y el olvido Erich Priebke, vivió casi 50 años en Bariloche. Pero fue descubierto en 1994 como el capitán de las SS Alemanas que el 24 de marzo de 1944 ordenó ejecutar con tiros en la nuca a 335 Italianos en la Masacre de las Fosas Ardeatinas. Mucho de los habitantes de Bariloche no tuvieron dudas ni espanto y apoyaron a aquel "vecino ejemplar de la ciudad", convencidos de que se levantaba un patíbulo para inocentes.

Ese sector de la población siente un desprecio visceral por los pobres de los barrios del "Alto" como Arrayanes, Cooperativa 258, Seis Manzanas, El Frutillar, 400 viviendas, San Ceferino, 34 Hectáreas -por nombrar algunos- donde miles de personas viven entre cartones de invierno, con vientos helados que cruzan el cuerpo de la tierra a 80 Kilómetros por hora y que lastiman la piel con sus 15 grados bajo cero. Los días son capítulos de la muerte.

El 26 junio de 2002 denunciábamos que mas allá de la postal, en 30 días habían fallecido por frío -sí, por frío- 6 bebés entre los 20 días y 5 meses de vida sin que nadie les acerque el aliento sublime de una brasa. No hubo nada delante de esos niños. Terminó su adelante. El hueco que encontraron sus padres en el cementerio quizá resuma lo que cada una de esas vidas significó para una parte de esa sociedad en la que nacieron y crecieron. Casi nada.

Tendrían esos ciudadanos barilochenses que pasar por la experiencia de ver con sus propios ojos a esos retoños que consideran menos, bastante menos, que tratan como sobras, como molestia, como condición humana de baja calidad. Tendrían que presenciar esas escenas, y si después siguen tolerándolas, será porque no los han parido bien.

-I-

Entre 1881 y 1882, el General Conrado Villegas, enviado por Roca en la Campaña del Desierto, exterminó a la mayoría de los pueblos del origen cerca del lago Nahuel Huapi y con ese modo tan bello de producir humanidad, entre arrayanes y vuelos de bandurrias.

Lejos de la naturaleza pródiga que alimentaba generosamente a los pueblos antiguos con huemules, avutardas y piñones, fueron empujados a la tierras altas de las ventiscas, para que se extingan, pero el amor es algo que permanece.

Hoy los pibes pobres -Mapuche o no- viven en riguroso apartheid y juntan cartones o revuelven diariamente la basura para sobrevivir. O siluetas de muchachas que bajan a los infiernos ofreciendo amor bajo una luna sin pecado.

-II-

Ana Piccinini -defensora del Pueblo de Río Negro- denunció más de 10 muertes de jóvenes que aparecieron ahorcados o quemados en comisarías. Juan Jara de 26 años, detenido en la Alcaldía local, se "suicidó" un día antes de salir en libertad y Jorge Piquilman, que la policía sacó de un boliche, apareció flotando tres días después en el Nahuel Huapi. Bariloche no siempre es un sueño azul, a veces es la última estación del desamparo.

La política rabiosamente neoliberal del gobierno es la que distribuye el hambre y la tristeza general. Sin embargo, los medios informativos etiquetan, marcan y discriminan. Así aparecen los niños y jóvenes como los responsables de la inseguridad en los espacios urbanos, justificando el clima de violencia policial y de constantes violaciones a los derechos humanos. En una ciudad, donde los que facturan turismo de alta gama practican un sobreentendido amoral que silencia a los "muertos olvidables".

-III-

El estado de derecho no deja de ser una larga tanda publicitaria. Para las fuerzas de seguridad las miradas de los pibes siempre esconden un prontuario. El 17 de junio en la madrugada del barrio Boris Fulman -altos de Bariloche- la policía se encontró con Diego Bonefoi un niño de 15 años, y con breve y siniestra sencillez lo asesinaron de un tiro en la nuca. Barrios donde el estado de excepción y las situaciones extremas como el espanto tenaz de la tortura o el rápido naufragio de la vida, son el paradigma mismo de lo cotidiano.

Convocados por la muerte de Diego Bonefoi, en un alba de odios, atacaron con piedras la comisaría 28 mientras la policía que ya se había despojado de toda legalidad atacaba con itakas y pistolas automáticas asesinando a Matías Carrasco de 17 años y a Sergio Cárdenas de 29 años, dejando decenas de heridos. La masacre no pudo impedir la revuelta que ingresó a la postal, apuró sus calles masticó sus piedras y las estrelló contra un espeso de silencios. La palabra de los pibes cobra "fragor de creación".

La irrupción en territorios históricamente hegemonizados por adultos no deja de conmovernos. Los jóvenes se adjudican con su praxis el papel protagónico de reducir a escombros el colectivo social donde los valores que lo sustentan se han vuelto absolutamente impugnables. Si bien saben que la producción de esta sociedad -que nadie se atrevió a soñar- no es manufactura de todos, la experiencia adquirida por la edad pierde de alguna manera prestigio en una sociedad donde los pibes de la periferia nunca alcanzarán la ciudadanía porque el derecho no los reclama.

-IV-

Los pibes tienen en común los mismos sentimientos, que también se detectan en otros colectivos sociales y a pesar de que el capitalismo serio produce carencia de futuro hay todavía sueños intactos. No se resignan a la mera sobrevivencia que los coloca en vías de extinción, donde la birra seca lagrimas y le hace el aguante a la vida. Devienen sujetos políticos y preparan nuevas incursiones contra el Estado que para ellos no es más que oxidados edificios de piedra y unos cuántos crímenes.

Aunque la Conquista del desierto no ha terminado, ya deberían saber los Capitanes de la Muerte que los pibes también sostienen el peso de la vida, de una manera "singularmente violenta y lúcida".

Edición: 1826


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