Los orkos tucumanos

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Por Carlos del Frade

(APE).- La lucha por el alma humana es la pelea de las distintas formas de amor contra las diversas maneras de muerte que inventa el poder. Esa es la lógica que pervive en la literatura de Tolkien, el creador de la trilogía de “El señor de los anillos”. El hombre, profesor de lenguas antiguas, reunió leyendas y fue seducido por personajes fantásticos de mundos imaginarios.

 

Escribió durante años la metáfora de la guerra final entre las fuerzas del mal y los que defendían lo mejor del ser humano.

Y aunque pobló su Tierra Media de elfos, enanos, magos y otros seres extraordinarios, el destino de la humanidad está en manos de los chicos.

A los que llamó hobbits.

Ningún guerrero ni mago de notables atributos puede hacer lo que logran los pibes: defender la ternura, la inocencia, la amistad, la alegría, la naturaleza y los sueños como nadie. En este mundo y en otros por descubrir.

Tolkien lo sabía.

Por eso el destino de la humanidad estaba en manos de un par de muchachos niños.

Luego de pasar infinidad de penurias de pesadillas, los pibes, sin embargo, son objeto de lo más repugnante y bajo a que pueden ser sometidos.

Los pibes son torturados.

Pero Tolkien no pudo imaginar que los torturadores de chicos sean seres humanos.

No le entraba en su fenomenal mente de inventor de imágenes, paisajes, infiernos y cielos.

Un torturador de chicos no puede ser considerado un ser humano.

De tal manera, Tolkien depositó en los orkos la situación de la tortura.

Los orkos fueron hobbits en algún momento de su historia, pero la maldad, el egoísmo, el individualismo y el poder los deformó para convertirlos en feroces y cínicas herramientas del señor oscuro, Saurón.

Los chicos, los hobbits, sobreviven y logran una nueva oportunidad para los seres humanos y la Tierra Media.

La peor imagen para Tolkien era la tortura contra los chicos y así la eligió como la última prueba a superar.

Los pibes, entonces, son la reserva de la humanidad.

La tortura de los pibes, como contrapartida, marca la derrota de la humanidad.

Han pasado muchas décadas de aquella novela que ahora es recordada por una trilogía de películas de millones de dólares en producción.

Pero los libros de Tolkien se siguen vendiendo porque, en el fondo, muestra la vieja pelea de las distintas formas del amor contra las diversas máscaras de la muerte creada por el poder oscuro de pocos.

En Tucumán parece que los orkos gozan de buena salud.

Y que la pesadilla última imaginada por Tolkien forma parte del paisaje de una tierra saqueada.

El secretario de Derechos Humanos, Bernardo Lobo Bugeau, informó que una madre presentó una denuncia que habla de apremios ilegales a menores en la comisaría de Villa Mariano Moreno.

Fue el viernes 25 de febrero cuando el personal policial habría sumergido en un balde con agua a un adolescente detenido. Otros menores habrían sido maltratado con otras formas de torturas.

"Dada la gravedad del caso -dijo Lobo Bougeau-, decidimos denunciar el hecho ante la Fiscalía de turno y hoy se espera que la madre se presente en Tribunales para ratificarla. Los policías involucrados serán sometidos a juicio administrativo y penal", apunta un artículo periodístico.

En ciertas proximidades del maravilloso Aconquija, los terribles orkos imaginados por Tolkien usan uniforme y reciben instrucción y dinero del Estado.

El destino del alma tucumana, del alma argentina, en realidad, parece también a punto de decidirse del enfrentamiento final entre los que dicen representar las necesidades de los chicos y los que siempre apuestan a las fuerzas oscuras.

El capítulo tucumano de la resurrección de los orkos no forma parte de la literatura, sino de la realidad.
Fuente de datos: Diario El Siglo Web - Tucumán 01-03-05


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