Los nuevos rivadavias y los viejos huarpes

|

Por Carlos del Frade

(APE).- Los pueblos originarios de San Juan, los huarpes, decían que las montañas y las aguas estaban protegidas por distintos tipos de espíritus. Seres contradictorios y apasionados como ellos mismos. Lejos de ser símbolos del mal o del bien como después impuso la cultura europea con sus demonios y ángeles, siempre lejos, muy lejos de las desventuras de la carne y el alma humanas. Esos espíritus, amigables si se trataba bien a la naturaleza, taimados si se ofendía a la existencia, protegían aquello que estaba en el seno de las montañas y cerros. Como el oro y el cobre. Para los huarpes y sus espíritus, el oro y el cobre debían ser cuidados porque formaban parte de la tierra en donde ellos crecían, se enamoraban y en la que intentaban construir los sueños de sus abuelos.

 

A mediados de la década del veinte del siglo diecinueve, cuando los ingleses se apropiaron del cerro de Famatina, en La Rioja, proveedor del oro que se había secado en Potosí, muchos de los huarpes se sumaron a las montoneras de Facundo para seguir defendiendo el oro y el cobre, como parte de la tierra, del cosmos.

Los ingleses no habían venido solos. Los trajo su empleado, el titular de la empresa llamada River Plate Mining and Company, la compañía de tierras del Río de la Plata, Bernardino Rivadavia, a la sazón, supuesto primer presidente de la Argentina.

El oro y las tierras, para Rivadavia, no tenían el sentido existencial que le daban los huarpes y las montoneras del noroeste.

Eran sinónimo de riquezas para pocos, para ellos, el capital extranjero y sus socios locales.

El tiempo pasó y los espíritus de los huarpes sanjuaninos y del cerro Famatina fueron silenciados.

El negocio empezaba a ser otro: créditos internacionales a cambio de tierras y riquezas producidas por los trabajadores del sur.

Sin embargo, en estos crepusculares comienzos del siglo veintiuno, los nietos de cuarta generación de los huarpes y las montoneras de Facundo, asisten a una renovada cruzada que intenta quedarse con el oro, el cobre y la tierra anidada en las provincias de San Juan, La Rioja y Catamarca.

Y otra vez no es consecuencia de algo mágico, sino de socios locales de capitales extranjeros.

En los años noventa se aprobaron las leyes que permiten la explotación de los minerales y el subsuelo argentino con un costo mínimo para las grandes firmas foráneas, apenas deben pagar el tres por ciento de lo que ellos dicen exportar por puertos del país.

En estos días se inauguró el complejo de extracción de oro de Veladero, en San Juan, que tiene reservas por casi trece millones de onzas.

Las exportaciones previstas hablan de un negocio que supera los 200 millones de dólares al año.

Las crónicas periodísticas confirman el triunfo del ingrato fantasma de Rivadavia: según las Naciones Unidas, sobre una renta de 605,5 millones de dólares generada por la explotación aurífera en 2004, el Estado sólo obtuvo 7,5 millones, es decir, menos del 1,3 por ciento.

Los dueños del oro de Veladero son los representantes de la empresa canadiense Barrick Gold, la misma cuya inversión fue rechazada por un plebiscito en la localidad chubutense de Esquel y que también motivó la prohibición, en la provincia de Río Negro, de los procesos de separación de oro con cianuro a cielo abierto.

El problema más grande es que más allá de los discursos oficiales, los actuales funcionarios del Estado sanjuanino y nacional estuvieron durante la inauguración de la explotación extranjera de los recursos del país.

El gobernador, José Luis Gioja; el secretario de Minería de la Nación, Jorge Mayoral y hasta el Ministro de Planificación, Julio De Vido. Los tres, más allá de lo que digan, en los hechos constituyen la reencarnación de Rivadavia y la condena contra los huarpes y los gauchos que sangraron junto a Facundo.

Ellos, los actuales rivadavias, dirían que estas líneas pertenecen a cuestiones de pura melancolía, anécdotas históricas sin sentido frente a la urgencia de mantener y promover inversiones extranjeras que hablarán bien del clima de negocios en el país.

Sin embargo, el presente muestra la renovada resistencia de la dignidad, la permanencia de los espíritus huarpes. Doscientos muchachos reunidos en una Multisectorial expresaron el rechazo a la entrega de las riquezas del subsuelo sanjuanino: "El 11 de octubre día en que los pueblos originarios de América conmemoran el último día de libertad, los buitres imperialistas de la Barrick, y el gobierno entreguista de Gioja, pretenden celebrar formalmente el inicio del robo de Veladero", dijeron en un comunicado.

Los nuevos rivadavias quedan informados que la memoria y el orgullo del pueblo siguen vivos y que los viejos espíritus huarpes no se rinden.

Fuente de datos: Diarios Página/12 10-10-05 y Clarín 12-10-05 / Red Eco Alternativo 11-10-05

 


Suscribite

Suscribite al boletín semanal de la Agencia.

Sobre la fundación

Fundación Pelota de Trapo nació hace décadas para abrigar de las múltiples intemperies a niñas y niños atravesados por diferentes historias de vulnerabilidad social.

Sobre la agencia

Agencia Pelota de Trapo instala su palabra en una sociedad asimétrica, inequitativa, que dejó atrás a la mayoría de nuestros niños y donde los derechos inalienables de la persona humana solo se cumplen para unos pocos elegidos por la suerte