Los niños viejos

¿Qué pasará con la vejez cuando no haya recuerdos que seleccionar?, se pregunta Alfredo Grande. O peor aún: cuando los recuerdos nos indiquen que todo tiempo pasado fue peor. Aunque el tiempo presente no sea mejor. Llegará un momento en que la vejez poblada de recuerdos gratos será un bien más escaso que el agua potable.
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Por Alfredo Grande

(APe).- La vejez es ese momento donde hay poco futuro y demasiado pasado.   Alguna vez leí, creo que era Sábato, que vivir es construir futuros recuerdos. Y los recuerdos, en su abundancia, sostienen el presente y uno es lo que fue. Por eso hay un hilo conductor entre niñez y vejez. Los recuerdos no son lo que pasó, sino lo que recordamos que pasó. Puede no coincidir, al menos totalmente.

Freud habló de recuerdos encubridores. O sea: cada uno recuerda lo que quiere recordar. Y lo recuerdo en versión editada. Quizá ese sea uno de los fundamentos de la frase: “todo tiempo pasado fue mejor”. Porque todo pasado es poblado de recuerdos cuidadosamente seleccionados. Cuidadosa e inconscientemente relacionados.

¿Qué pasará con la vejez cuando no haya recuerdos que seleccionar? O peor aún: cuando los recuerdos nos indiquen que todo tiempo pasado fue peor. Aunque el tiempo presente no sea mejor. Como queda a la vista aun de la progresía más hipócrita frente al ataque cobarde a jubiladas y jubilados.

Muchas jubilados y jubilados, me incluyo, pueden recordar tiempos mejores. No digo felices, porque la felicidad es una abstracción burguesa. Pero al menos contentos. Me imaginé una vejez poblada de recuerdos amargos. Recuerdos desgarradores. Recuerdos terribles. ¿Cómo serán los recuerdos de las niñas y niños de la hambruna, del frío que lastima, del calor que sofoca?  De todas las formas de intemperie.  Será una vejez con poco futuro y sin pasado. Todo tiempo pasado no fue mejor. No sé si peor, pero sí sé que fue un pasado devastador.

La idea de una vejez que no tenga recuerdos a que recurrir, me aterra. Las niñas y niños de hoy, las niñas y niños de los pueblos originarios, las niñas y niños de nuestro conurbano, las niñas y niños de Gaza, tendrán una vejez poblada de recuerdos atroces. No podrán y sobre todo, no querrán, recurrir a ellos para compensar la escasez de futuro. Algún cínico, de los que hoy abundan, me dirá que difícilmente lleguen a viejas y viejos. Aun la muerte es más benigna que la canalla que dirige este Gobierno de Ocupación.

Quizá hayan organizado una “Operación Recuerdo” de tal modo que todo refugio, aún el de la memoria, sea devastado. Como no son cínicos, no podrán fingir demencia. Porque hasta la demencia será más benigna que los recuerdos torturantes.

La vejez poblada de recuerdos gratos será un bien más escaso que el agua potable. Y entonces la humanidad será apenas, una humanidad artificial.

Me he dado cuenta hace poco que tengo el privilegio de recuerdos gratos. Hasta los recuerdos están atravesados por la lucha de clases. Y en mi recuerdo, pobres hubo siempre. Pero no había indigentes. Quizá en mi recuerdo no quise verlos. A lo mejor pueden ayudarme. ¿Cuándo se empezó a hablar y ver indigentes, personas viviendo/durmiendo/muriendo en la calle? ¿Tiene fecha el horror social? Recuerdo cuando vi la primera familia cartonera. Mejor dicho: lo recordaba.  Ya no. Quizá porque algunos recuerdos empiezan a hacerme mal.

Quizá escriba para construir futuros recuerdos. Y eso es un privilegio. Pero no recuerdo haber sido nunca un privilegiado. Y quizá lo sea. Pero tengo la convicción de que nadie se salva solo.

Y nadie recuerda solo.


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