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Por Carlos Del Frade (*)
(APe).- -Por primera vez estoy asustado – me dice uno de los más conocidos sacerdotes rosarinos en la lucha contra el narcotráfico. -Veo chicos de doce años que ya están armados. Eso, por primera vez, me mete miedo – termina la idea. Otro sacerdote, también de la zona sur de la provincia de Santa Fe, confiesa que suele bendecir los búnker porque son la única fuente de trabajo en la ciudad atravesada por la desocupación.
Confesiones de religiosos que son testigos de las crucifixiones cotidianas que soportan las pibas y los pibes de una de las regiones más ricas de la Argentina y América del Sur.
Las armas y el narcotráfico, desde hace cincuenta años, son dos de las cinco principales arterias del corazón del capitalismo: las otras tres son petróleo, medicamentos y trata de personas.
Negocios paraestatales y multinacionales.
Durante 2018, la principal banda narco de Santa Fe, “Los Monos”, fue juzgada por asociación ilícita y cinco homicidios. No por narco. Consecuencia del largo sueño que durmió la justicia federal. Un sueño muy cercano a la complicidad.
Cuando desde la banca que ocupamos en la Legislatura decidimos convocar a jueces y fiscales federales para que expliquen por qué tanto tiempo miraron para otro lado, parecieron despertar y comenzaron a procesar y hasta informaron que, por fin, “Los Monos” serían juzgados por narcos.
En forma paralela al tercer año del mandato del presidente Mauricio Macri, llegó la nueva subordinación al Fondo Monetario Internacional. Pero desde el principio de su gestión, el ex presidente de Boca Juniors, eligió el narcotráfico como relato de su gobierno. Por eso, antes que el FMI, la DEA volvió a la Argentina.
El primero de mayo de 2018, el gobernador de Santa Fe, Miguel Lifschitz, en el discurso inaugural del período 136 de las sesiones legislativas, pidió adherir a la ley de narcomenudeo, la 26.052, vigente desde agosto de 2005 en varias provincias argentinas como Buenos Aires, Córdoba, Chaco, Entre Ríos y Salta, entre otras.
El resultado es consecuencia de los mismos proyectos impuestos por la DEA en Colombia, México y Brasil. Miles de mujeres y hombres menores de treinta años poblando las cárceles y, al mismo tiempo, el negocio de estupefacientes creciendo en forma geométrica. Más detenidos, más narcotráfico y más relaciones carnales con el imperio.
No hay tranquilidad para la vida cotidiana pero sobran las imágenes de procedimientos que se cuentan, casi siempre, como “históricos golpes” al narcotráfico o crimen organizado.
En abril de 2018, en tanto, se registraron 30 asesinatos en el Gran Rosario. Un homicidio por día. Una cifra obscena.
Ante la contundencia de la cifra, las estentóreas y eufóricas frases de funcionarios provinciales y nacionales que anunciaron el descenso de la violencia en la ex ciudad obrera, quedaron sepultadas por las balas y la sangre derramada.
La emergencia en seguridad, tres veces votada en los últimos quince años en el segundo estado argentino, sirvió para comprar tecnología de avanzada pero más allá de los negocios que hicieron las empresas que vendieron esos insumos sin tener que soportar los molestos controles de la Legislatura, las pandillas parecen matar cuando y donde quieren.
Quizás no sea cuestión de tecnología, sino de humildad y observar la evolución del negocio de la violencia y del narcotráfico en Colombia, México y Brasil.
Cuando las grandes bandas se deshilachan, quedan segundas y terceras líneas, pandillas que quieren tener más poder y que para lograrlo se vuelven más violentas y feroces.
De lo cuantitativo a lo cualitativo en materia de asesinatos.
Como si fuera el infierno del Dante, el círculo es más denso y profundo.
Desde el interior de los penales santafesinos, los restos de las grandes bandas de Rosario y Santa Fe parecen manejar los negocios que se hacen afuera. También en intramuros, en la cárcel más grande, en Coronda, un preso es asesinado con un cuchillo Tramontina en una imagen de película serie B norteamericana. Pero los funcionarios del Ejecutivo eligen tirar la culpa a los integrantes del Poder Judicial.
El arte de la impostura es una capa más de la cebolla putrefacta de la hipocresía.
Las viejas recetas reaparecen. “Yo veo al futuro repetir el pasado… un museo de grandes novedades y el tiempo no para”, cantan los poetas populares desde hace años. “El pasado servido en copa nueva”, el negocio de siempre. Cambian los jugadores pero el juego sigue siendo el mismo.
En abril de 1978, tal como lo demostramos en “Geografía Narco 2” y en “Ciudad blanca, crónica negra”, llegó el primer cargamento de cocaína desde Bolivia, un negocio acordado entre la dictadura de Banzer y la de Videla. Negocio paraestatal y multinacional. Todavía hoy no se quiere aceptar que sin nichos corruptos de los estados es imposible el desarrollo de los cinco negocios, de las cinco arterias del capitalismo: petróleo, armas, medicamentos, narcotráfico y trata de personas.
En lugar de duplicar las inversiones en desarrollo social, educación, cultura, deporte y trabajo, se reciclan las leyes de emergencias y los móviles inteligentes con tecnología militar persiguen, una vez más, a los desesperados de siempre.
Este es, en definitiva, el tercer informe investigación de “Geografía Narco” en tres años de ejercicio del privilegiado rol de diputado provincial en Santa Fe.
Tiene como base el desarrollo y desenlace del juicio a “Los Monos” en la justicia provincial y la perversa imposición de los grupos dominantes locales, títeres de la DEA, llamada ley de narcomenudeo.
Habrá más narcotráfico, armas y violencia si se sigue apostando a las recetas de la llamada demagogia punitiva.
La solución es por otro lado: invertir en un presente mejor a través de lo social.
Mientras tanto, los titiriteros, los delincuentes de guante blanco, los que invierten en kilogramos de pasta base y que luego lavan el dinero, parecen cada vez más intocables.
Pero la lucha continúa en cada barrio santafesino.
La esperanza está en remar contra corriente, denunciar la hipocresía y los negociados y apostar por las construcciones colectivas.
La historia está abierta.
Hay que protagonizarla.
(*) Prólogo de “Los Monos, narcomenudeo y control social”, de Carlos del Frade, que se presentará el jueves 2 de agosto en Rosario y el 15 del mismo mes en Santa Fe.
Edición: 3666
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