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Por Carlos del Frade
(APE).- Tres mil veteranos brasileños, alimentados y pagados por las burguesías argentina, uruguaya y de su propio país, avanzaban en las tierras desmesuradas del Paraguay hasta entonces soberano de los hermanos López.
No había analfabetismo ni tampoco mendicidad en aquellos años. Se levantaban las primeras industrias y los muchachos guaraníes viajaban a Europa a estudiar y traer los conocimientos para aplicar en su patria.
No querían mercaderías importadas, sino un desarrollo económico hecho a imagen y semejanza de las necesidades de su pueblo.
Paraguay exportaba y no necesitaba de las potencias europeas.
Era un desafío para los intereses del imperio de la época, Inglaterra.
Vino entonces la condena.
Los gobiernos que tenían relaciones carnales con el imperio inventaron la guerra de la Triple Infamia, como dijera el historiador José María Rosa.
Y por eso avanzaban los tres mil veteranos brasileños.
Para terminar con el genocidio.
Estaban ávidos de sangre después de cinco años de obstinada y tenaz resistencia de todo un pueblo que no creía que los invasores traerían una calidad de vida mejor que la que tenían.
Los brasileños estaban furiosos.
Llegaron a la llanura de Acosta Ñu.
Era el 16 de agosto de 1869.
Sabían que no quedaba ejército paraguayo en pie ni nada parecido, pero también eran conscientes que la resistencia continuaría hasta que el mariscal Carlos López fuera descuartizado.
De pronto, los brasileños ven emerger un regimiento de paraguayos barbados y uniformados. No son más de seiscientos.
Los masacran, los queman.
Pero cuando los ven, cuando observan quiénes fueron esos desesperados paraguayos locos de amor por su tierra y su manera colectiva de vivir, descubren que son chicos de ocho a catorce años con barbas inventadas.
Durante muchos años Paraguay eligió como día del niño el 16 de agosto en honor a ese conjunto de muchachitos que decidieron seguir la pelea que habían empezado sus madres y padres.
La idea era recordar el heroísmo pero también remarcar la necesidad de cuidar la vida de todos los niños paraguayos para que nunca más fueran masacrados o explotados o separados de sus familias.
El tiempo pasó.
Stroessner eliminó la fecha y también la idea de defender la vida de todos los pibes que nacieran en Paraguay a través de su dictadura a favor de pocos y de los intereses extranjeros.
De aquel ejército popular de López, queda poco.
Por eso no sorprende la decisión del actual ejército paraguayo.
El general Bernardino Soto, jefe del gabinete militar del Palacio de Gobierno, dijo en conferencia de prensa que el presidente Nicanor Duarte autorizó el ingreso de un millar de niños de la calle a las unidades castrenses. El general Soto agregó que los niños serán aseados, alimentados y enviados a la escuela. No precisó el tiempo que los menores permanecerán en las unidades militares. Monalisa Muñoz, fiscal de Luque, ciudad distante a 15 kilómetros de Asunción, considerada como una ciudad-dormitorio, realizó la semana pasada un "operativo rescate", interviniendo en diferentes esquinas con semáforos de varias ciudades para sacar niños de las calles para depositarlos en hogares alternativos.
Semejante “operativo rescate” tiene una inquietante similitud con una limpieza étnica de indeseables antes que un objetivo supuestamente humanitario.
Una funcionaria llamada María Jiménez, secretaria de Acción Social, comentó: "Ante la escasez de hogares para la asistencia de los pequeños, recurrimos a las fuerzas armadas para que nos presten sus instalaciones en los alrededores de Asunción, principalmente, para alimentarlos".
Pero también hay otras voces en el país hermano: "Los cuarteles no son un lugar seguro. La atención a niños, niñas y adolescentes en situación de calle no debe significar institucionalizarlos dentro de las Fuerzas de Seguridad del Estado", afirmó en un comunicado emitido en Asunción la Coalición Latinoamericana para acabar con la utilización de niños como soldados.
La Coalición Latinoamericana indicó que el programa "deberá garantizar que no se vulnere la integridad física y mental de estos niños, niñas y jóvenes", y advirtió de que "en Paraguay no se puede garantizar que esta seguridad exista en cuarteles u otras instituciones de seguridad del Estado".
Los fantasmas de Acosta Ñu se agitan en las conciencias de todos aquellos que entienden que la mejor bandera de lucha para estos tiempos son los chicos.
Fuente de datos: Diario La Voz del Interior - Córdoba 10-02-05
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