Los condenados de la tierra

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Por Carlos del Frade

(APE).- Los pibes eran sagrados para la mayoría de las naciones que vivían en estas tierras antes de la llegada de los conquistadores. Los pibes eran sagrados... La vida de las comunidades giraba en torno a ellos. Pero se impuso una condena. Un castigo histórico por haber participado de las peleas por crear un país distinto, libre.

 

Si no fuera por los pueblos originarios, las comunidades libres de las montañas y las pampas -como le gusta decir al investigador Carlos Martínez Sarasola- el país no hubiera construido su primera independencia.

Si los querandíes y pampas no hubieran decidido echar a los ingleses en aquellos primeros años del siglo diecinueve, la soberbia Buenos Aires figuraría en los mapas del viejo imperio y el aceite hirviendo no hubiera alcanzado para la reconquista de la ciudad puerto.

Si los quechuas no seguían a las montoneras de Martín Miguel de Güemes, el norte seguiría en poder de riquísimos hacendados españoles.

Si los huarpes no hubieran soñado junto a los que impulsaron el desmesurado proyecto de cruzar las montañas más altas del mundo para generar la libertad en estos arrabales del mundo, San Martín sería una hoja seca en los diccionarios argentinos.

Pero ellos, los pueblos originarios, pusieron todo.

Sus cuerpos, su orgullo, sus ritos, sus necesidades, sus intereses y sus hijos.

Y eligieron bien. Estuvieron con Artigas, Güemes y San Martín.

Y sufrieron la condena que se abatió sobre semejantes expresiones de liberación e igualdad.

Los persiguieron, los exiliaron, los convirtieron en sombras en sus tierras de sol y estrellas misteriosas.

Ahora, después de tanta pena y tanto olvido acumulados, los hijos de las naciones libres de la tierra roja padecen los ecos de aquella condena.

Seis de cada diez pibes de los guaraníes que viven en Misiones sufren distintos tipos de desnutrición.

Dicen las cifras oficiales que allí están “registradas” 78 comunidades autóctonas. Alrededor de cinco mil personas reunidas en mil cuatrocientas familias.

Para los voceros oficiales del llamado “Plan Anahí” del Ministerio de Salud Pública de Misiones, “del total global de aborígenes que residen en la provincia, el 57 por ciento de los niños está desnutrido, el 40 por ciento no está documentado, el 60 por ciento es analfabeto y el 43 por ciento padece desnutrición crónica”, sostienen las crónicas periodísticas.

Los números aparecieron como consecuencia de la muerte de dos chiquitos en las últimas semanas en una aldea denominada Fortín Mbororé, en la que viven -como pueden- 228 nenes menores de seis años. Casi cuarenta de ellos padecen desnutrición aguda y cinco se encuentran internados en un hospital de Eldorado, unos doscientos kilómetros al norte de la capital misionera.

La muerte invitada por la condena histórica contra los pueblos originarios que pelearon por un país libre, justo y de iguales; ahora convoca a la supuesta sensibilidad de ciertos dirigentes. La muerte siempre es una buena ocasión para aparentar preocupaciones.

En estos días de chicos guaraníes expulsados de la fiesta existencial, de ángeles exiliados de los paraísos que alguna vez fueron de sus tatarabuelos, en estos días de vestiduras rasgadas, se agita un proyecto de ley de emergencia que propone frenar por cuatro años el desalojo de comunidades aborígenes.

Dicen que los habitantes originales han ocupado tierras que no les pertenecen...

Vaya inversión de la razón histórica. Ahora los vivientes de siempre son llamados usurpadores.

Pero ahí está la preocupación sensible de los avisados por la muerte de niños guaraníes.

El proyecto de ley propone frenar por cuatro años el desalojo de esas familias. Van a impedir, algunos legisladores, que por cuatro años no se ejecuten las sentencias por desalojos.

Y el denominado Instituto Nacional de Asuntos Indígenas hará un relevamiento de tierras.

Creen que de esa manera se frenará la muerte entre los pibes guaraníes.

Curiosa manera de seguir condenando a los pueblos originarios.

Tendrán que demostrar que ellos estuvieron desde siempre y, para hacerlo, tendrán cuatro años de gracia.

Los pibes eran sagrados para las naciones originales.

Ellos seguirán insistiendo, a pesar de tanta hipocresía enmascarada.

Fuentes de datos: Diarios La Nación / La Nueva Provincia - Bahía Blanca y Territorio Digital - Misiones 13-05-05

 

 


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