Los ángeles y la condena

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Por Carlos del Frade

(APE).- La llamada Enciclopedia Católica sostiene que la creencia en los ángeles de la guarda viene de lejos, de los tiempos de babilionios y caldeos. En el Antiguo Testamento, los ángeles eran encargados de hechos bondadosos pero también de destrucción, como sucedió en Sodoma y Gomorra, por ejemplo. Pero, en definitiva, eran los encargados de mediar en los asuntos mundanos, agrega la Enciclopedia Católica.

 

Por ejemplo, uno de los santos oficiales, San Jerónimo, escribió que es “grande la dignidad del alma, puesto que cada una tiene desde su nacimiento un ángel encargado de guardarla”.

El problema, en estos arrabales del mundo, no es la dignidad del alma, solamente, sino la dignidad de la vida en su conjunto.

Algo de eso está en cuestión en la tierra de los cerros azules y los nidos de águilas.

La sensación es que los ángeles de la guarda no dan abasto en Catamarca y ya comienzan a ser derrotados.

A veces embocan un milagro.

Una excepción que confirma la regla.

La regla que, en realidad, es una condena.

La que sufren todos aquellos que viven afuera de la civilización, del Estado, del humanismo mínimo que deberían tener a su alcance cuando lo necesitan.

Los ángeles de la guarda están en estado de emergencia. Al borde de la desocupación eterna.

La noticia dice que la neumonía arrasó con la vida de una beba de un año y siete meses.

La arrasó porque nada hubo entre la enfermedad y la muerte.

En sólo cuatro días la neumonía se devoró a la chiquita.

Por pura ausencia de civilización.

El exacto resultado de la elección de no estar allí donde hace falta.

Los datos geográficos de la noticia consignan que la familia sobrevive en El Conejo, un puesto de las llamadas serranías de Santa María, en la provincia de Catamarca. No hay médicos ni enfermeros. Y esta vez no hubo tampoco milagro ni ángeles de la guarda.

La simple ejecución de una condena decretada desde hace mucho.

La elegida ausencia de civilización. La beba se quedó huérfana de un Estado con un mínimo de humanidad.

Sus padres, Victoriano Gutiérrez y María Suárez, no pudieron contra la neumonía.

No les alcanzó el amor. A lomo de mula debieron marchar catorce horas hasta llegar a la localidad de Las Mojarras para avisar de lo que hizo la neumonía con su hijita. Después siguieron hasta Fuerte Quemado donde enterraron a la nena.

Esta vez no hubo final feliz como en el caso de Nelly que se moría por desnutrición y fue salvada por el amor y la tozudez de su padre Avelino Vega que también a lomo de mula desafió heladas y cruzó cerros para llegar a algún lugar en donde estuviera presente un rasgo de civilización.

Los Gutiérrez no pudieron repetir el milagro. Difícil tarea para los hechos extraordinarios cuando la realidad está diseñada para que lo ordinario, lo común, aquello que hasta parece formar parte de la naturaleza, se repita como ley inexorable.

El Estado, la civilización, el humanismo, el progreso o como se llame la decisión política de proteger a las familias, está ausente a la hora de enfrentar los dolores cotidianos que soportan los que más son, los que menos tienen.

Y no hay ángel de la guarda que pueda torcer la regla. Y tal vez aquel milagro basado en el amor y la tozudez de Avelino no haya sido más que la excepción que justifica la regla, la condena.

Ahora, parece, los ángeles han decidido mirar a las mujeres y los hombres. Esperan una decisión de las mayorías para terminar con la condena. Porque no es una cuestión de dignidad del alma, como decía San Jerónimo, sino de la dignidad que merece cualquier existente en estos sitios arrasados por los saqueos permanentes de las minorías.

Fuentes de datos: Diarios Infobae y El Ancasti - Catamarca 16-08-05 / Enciclopedia Católica (www.enciclopediacatolica.com)

 


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