Los Andes, 200 años después

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Por Carlos Del  Frade

(APe).- Hoy se cumplen doscientos años de uno de los momentos más profundos del proceso revolucionario de América del Sur: el inicio del cruce de Los Andes. Más de cinco mil doscientos muchachos cuyo promedio de edad no superaba los 25 años, escalaron las montañas más altas de la Tierra con la idea de dar la vida en pos de la liberación de la nueva nación y la igualdad entre sus habitantes.

Una épica popular pocas veces vista.

Doscientos años después, las cordilleras parecen infranqueables en la vida cotidiana de los descendientes de aquel hecho.

Pero el ejército de Los Andes fue mucho más que una táctica militar. Se trató de un proceso político de masas en busca de la construcción de la idea de la Patria Grande.

El sujeto de la historia fue el primer ejército popular latinoamericano, algo que luego continuó en las porfiadas insistencias de Simón Bolívar.

San Martín, el módico padre de la patria que solamente vale cinco pesos en el recuerdo de sus hijos, dos siglos después, fue mucho más que un gran estratega.

Revisar esa historia es una forma también de pensar el presente.

Bartolomé Mitre, el inventor de la historia oficial argentina, escribió en “Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana”, que el programa político llevado adelante por el correntino en Cuyo era un “plan cooperativo económico militar”.

“Se solicitaba todo en auxilio, y luego se devolvía (carretas, caballos, mulas, semillas)” y se exigían “contribuciones ordinarias y extraordinarias”, sostuvo Mitre.

“Secuestró los bienes de los prófugos; se recogieron los capitales a censo pertenecientes a manos muertas, usando de sus intereses; impuesto general según el capital de cada individuo, previo catastro (cuatro reales por cada mil pesos de capital); contribución extraordinaria de guerra pagadera en cuotas mensuales; se expropiaron los diezmos; se gravaron los barriles de vino y aguardiente; propiedad pública de las herencias españolas; los trabajos públicos se hacían gratuitamente”, enumeró Mitre en una perfecta descripción de un estado que expropia riquezas según las necesidades políticas del proyecto de liberación nacional al mismo tiempo que da trabajo e iguala a los gauchos, indios con los ex representantes de la oligarquía nativa cuyana.

“A la idea del bien común y a nuestra existencia, todo debe sacrificarse. Desde este instante el lujo y las comodidades deben avergonzarnos”, decretó el gobernador San Martín.

Mitre señaló que “durante tres años el gobierno fomentó la instrucción pública, se mejoraban los canales de regadío y se propagaba por primera vez la vacuna”. A los curas “les recomendaba que en sus pláticas y sermones hiciesen ver la justicia con que la América había adoptado el sistema de la libertad. Los tuvo que ajustar varias veces por medio de circulares”, apuntó el creador del diario “La Nación”.

Según Ricardo Rojas, otro de los historiadores oficiales de San Martín, “reglamentó el trabajo social en el sentido de suprimir la vagancia, el juego y el delito; creó los decuriones que eran alcaldes de barrios, con amplias facultades para mantener el orden instituido por él” y “el cabildo se convirtió en un cuerpo semejante a una legislatura”.

Para el equipo de investigación que conducía Rodolfo Walsh, “San Martín sentó en Cuyo las bases de una economía independiente, aunque no cerrada y si la Argentina hubiera sido gobernada con el criterio que él usó para crear su Ejército de Los Andes, otro hubiera sido el destino nacional”.

De otro modo, “San Martín no hubiera podido instalar en Mendoza una fábrica de pólvora, una fundición de artillería en la que 300 obreros trabajaban en 7 fraguas, un batán para tejer las telas de los vestuarios, una fábrica de tintas para dar color a los uniformes, e inclusive aplicar la fuerza motriz del agua al batán y el laboratorio de explosivos. En todas estas empresas los trabajadores fueron organizados dividiendo sus tareas y coordinándose en un plan de producción”.

De acuerdo a este punto de vista, “el mismo sentido tiene la reunión concertada en Mendoza de alimentos, animales, tejidos, monturas, capitales, técnicos y mano de obra proveniente de San Luis, San Juan, La Rioja, Corrientes, Córdoba y Buenos Aires; la liberación de los esclavos para que sirvieran al ejército; las explotaciones ganaderas y agropecuarias a cargo de la Intendencia en tierras de particulares; la confección del vestuario distribuyendo su corte y costura entre sastres y mujeres voluntarias que trabajaban bajo un programa coordinado; la recolección en almacenes de ropa vieja que luego se usaba para forrar el calzado; la construcción de 20 mil herraduras para mulas y caballos; la nota de San Martín al gobierno de Buenos Aires en diciembre de 1816 pidiendo que se suprimieran los impuestos a los licores cuyanos y se gravaran los importados para proteger la industria”.

Un completo programa de economía que asentada en el desarrollo del mercado interno, fomentara la industria regional, generara inclusión social y sentara las bases para el crecimiento y la exportación.

En Perú, años después, siguió con estos conceptos políticos económicos. Los mismos se vieron reflejados en el llamado Reglamento de Comercio. Allí dispuso la duplicación de los derechos de importación sobre los artículos que pudieran competir con los del país; eliminó aduanas interiores; decretó que sólo los peruanos podían ejercer el comercio minoristas; prohibió la exportación de metálico; rebajó las tasas aduaneras a los barcos de bandera peruana o americana y creó un banco presidido por el ministro de hacienda, con accionistas particulares nativos y sus fondos se mantuvieron siempre separados del gobierno. “El banco peruano debió cerrar por la oposición del comercio inglés y el Reglamento de Comercio fue modificado por la presión de los mismos intereses cuando San Martín se alejó del Perú”, remarcaron los integrantes del centro de estudios “Arturo Jauretche”.

Para ellos, todos estos hechos “indican que San Martín percibía la estrecha relación entre independencia económica y defensa nacional cuando estos temas no habían sido estudiados aún por ninguna escuela científica ni militar”.

200 años después, el cruce de Los Andes sigue impactando por el tamaño de la organización política lograda y el compromiso de los anónimos que participaron con la intención de ofrecer hasta sus propias vidas con el objetivo de lograr una existencia colectiva en libertad e igualdad.

200 años después, ¿estamos decididos a cruzar las cordilleras del consumismo, el individualismo y el miedo?.

Pregunta que solamente el compromiso individual y colectivo podrá resolver.

Fuentes: “Cabral y Rivero, peones heroicos”, del autor de esta nota.

Edición: 3318


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