Linyera

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Por Alberto Morlachetti

(APE).- Una morbosa irracionalidad conforma la conducta de la economía capitalista -quizás por razones inconfesables- pues ya no sólo es evidente que no se orienta a la satisfacción de las necesidades humanas, sino que incluso parece funcionar al margen de las exigencias del sistema productivo.

Con machacona claridad “el pecado de la vida es la pobreza” que no tiene respuesta, sólo el cotidiano toque de difuntos de las campanas que agitan sus bronces en los cielos negros -con notable ausencia de pájaros- y el silencio de los muertos en un desierto “que desconoce la resurrección”. Vallejos diría -insuperable- un camino de espaldas solo avanza por los lugares donde ha habido todas las muertes y ningún nacimiento.

Julio César Barcos de 42 años es una multitud de situaciones desdichadas: arrojado a la calle después de que la corriente de los intercambios productivos lo abandonara. Habitaba esa zona vulnerable, mutilado, “no de un combate sino de un abrazo”. Utilizaba como abrigo un viejo Chevrolet Monza -fuera ya de los caminos- estacionado en la avenida Eva Perón en Parque Avellaneda en nuestra capital.

Diego Adrián de la Reta se “parecía ya a su crimen antes de haberlo cometido”. El primero de junio personal de la Comisaría 48º -que patrullaba la zona pasada la medianoche- notaron que dentro del vehículo envuelto en llamas había una persona que se estaba quemando y que a pocos metros, un hombre parado y con un bidón de combustible en la mano y a manera de arenga exclamaba: "A éstos hay que matarlos a todos". Barcos murió el 5 de junio con graves quemaduras y su “alma huye como un perro empapado que no halla cobijo en ninguna parte”.

Zito Lema dice que “la vida es anterior a la pobreza”. Pero la pobreza no reconoce el pasado ni su crimen, se mueve sin memoria y sin remordimiento. La conciencia no se perturba si una sociedad no pide cuentas sobre el amor.

Fuentes de datos: Diarios Página/12 y El Día - La Plata 02-06-06 / y Clarín 05-06-06

 

 


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