Límites estructurales del gobierno Milei

El triunfo de Milei y su negativa a integrar los BRICS, es un punto a favor de Washington. Sin embargo, así como Bolsonaro no pudo romper con China y Beijing siguió avanzando en Brasil, Milei debió dar media vuelta, saludar efusivamente a Xi Jinping y asumir que no puede prescindir del gigante asiático.

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Por Raúl Zibechi

(APe).- En las últimas semanas se han publicado muchos análisis y explicaciones sobre las razones del triunfo de Javier Milei y se han perfilado los derroteros de su gobierno. No entraré en polémica con esos textos, sino que pretendo delinear brevemente el contexto global y regional en el que actuará la ultraderecha oficialista, así como la oposición progresista y los movimientos populares.

De entrada diré que estamos en un momento álgido de la transición de un mundo unipolar dominado por Estados Unidos hacia un mundo multipolar en el cual las diversas potencias tendrán que negociar sus intereses en cada región. En esta transición, y como manifestación clara de la decadencia del sistema-mundo capitalista, las clases dominantes optaron por la militarización para estirar su declive y asegurar sus riquezas en un mundo profundamente inestable e impredecible.

El Laboratorio Europeo de Anticipación Política (LEAP), think tank francés independiente, destaca en su último boletín:

La suerte ya está echada para África, Europa, Asia y Oceanía en la remodelación del orden mundial y las consiguientes luchas por la influencia. En estas regiones están surgiendo tres «bloques». Un pequeño bloque que apoya a Estados Unidos, sobre todo en Oceanía. Un segundo bloque, sin duda el más numeroso, propio de un mundo multipolar, que intenta establecer el equilibrio entre las dos potencias. Y, por último, un bloque no desdeñable que se ha puesto del lado de China.

Ante el poder económico creciente de China, Estados Unidos tiene la necesidad de “de centrarse en sí mismo” para no sucumbir, lo que hace de América Latina la región más importante como escenario de la competencia global. “Desde el punto de vista chino, ésta es la región que ofrece mayores perspectivas de crecimiento; desde el punto de vista estadounidense, la proximidad geográfica ofrece la mejor forma de retirarse sin perder su influencia en el exterior”, concluye el LEAP.

El triunfo de Milei y su negativa a integrar los BRICS, es un punto a favor de Washington. Sin embargo, es un triunfo más ideológico y diplomático que económico y comercial. Así como Bolsonaro no pudo romper con China y Beijing siguió avanzando en Brasil, Milei debió dar media vuelta, saludar efusivamente a Xi Jinping y asumir que no puede prescindir del gigante asiático.

Por lo menos en la próxima década, se menciona 2030 como horizonte, América Latina será escenario de una fuerte competencia económica. Esta realidad estructural del sistema-mundo impide la estabilidad porque ninguna de las potencias es capaz de imponer su voluntad, de modo que la inestabilidad y el vaivén de gobiernos conservadores y progresistas llegó para quedarse un buen tiempo. Si a eso le sumamos que el capital global no está dispuesto a hacer la menor concesión a los sectores populares, debemos concluir que el accionar de los movimientos sociales se convierte en otro dato estructural que agudiza la ingobernabilidad y la inestabilidad políticas.

La segunda cuestión viene de la mano de la militarización del mundo, no sólo de las áreas de influencia del capitalismo occidental, ya que tanto China como Rusia siguen el mismo rastro de control y vigilancia de la población. Aquí el análisis de William Robinson en una reciente entrevista resulta imprescindible.

Califica la economía extractivista actual como “acumulación militarizada” o “acumulación por represión”, gobernada por un “Estado policial global” que es la institución adecuada para el disciplinamiento y control de poblaciones, así como para encarar las guerras (contra los pueblos y los diferentes, con las más variadas excusas). El capital está fuera de control desde que se emancipó de los Estados-nación, “de los movimientos sociales, obreros, sindicales y populares” que lo mantenían a raya hasta la década de 1970.

Ese capital híper concentrado es el que ha secuestrado a los Estados para blindar sus intereses. Como sabemos, ese capital transnacional puede “aplastar cualquier revolución que se produzca en un país individual”, dice Robinson, por lo cual apuesta a una revolución global que no se adivina en el horizonte.

Aquí aparece otro límite estructural del gobierno Milei, el mismo que inviabilizó las últimas dictaduras (la de Videla en 1976 y la nacida del golpe de 1955). Me refiero a la potencia de los trabajadores, las mujeres y jóvenes, que son los que desbarataron aquellos regímenes que pretendían refundar el país.

Aunque la ciencia política considera que los factores estructurales son los económicos, creo con Immanuel Wallerstein y Gionanni Arreighi que en la transición al pos capitalismo, es el conflicto social el que juega ese papel como lo han demostrado en su análisis de la crisis estadounidense (la neutralización obrera del fordismo y por lo tanto del Estado del Bienestar, dejó al capital sin chances para integrar a las clases peligrosas, con lo que el conflicto resulta inevitable).

Por lo tanto, creo que Milei tiene en la geopolítica un límite estructural profundo, ya que aunque quisiera romper con China, sencillamente no puede hacerlo sin destruirse a sí mismo. También quisiera “desaparecer” la potencia destituyente del pueblo argentino (probada en la larga saga de levantamientos desde 1910 hasta 2001), algo que no podrá hacer a través de la represión, por más brutal que sea.

Lo anterior no quiere decir que su gobierno no pueda ser exitoso para el capital (como lo fue el de Menem), ni que los millones de jóvenes que lo votaron vayan a salir a la calle contra su gobierno.

Lo anterior nos sugiere que habrá cambios, pero también continuidades. Entre éstas, es muy probable que la inestabilidad reinante en el mundo) por arriba y por abajo), en la región y el país, acabe siendo un factor político y social decisivo que puede deslegitimar su gobierno y neutralizar su proyecto.


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