Libros, zapatillas y cobijas

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Por Carlos del Frade

(APE).- Los libros y las zapatillas son indispensables para que los chicos vayan a la escuela. Una vieja polémica, alimentada por intolerancias varias, se instaló en la Argentina desde hace cincuenta años y dice, en la consigna falsa que supone algo nacido del odio de clase, que hay que optar entre libros o alpargatas.

 

Medio siglo después, chicas y chicos de provincias ricas pero robadas durante décadas, comprueban la necesidad de ambos elementos para que exista algún horizonte mejor en sus vidas.

Pasa en Corrientes, bella y extensa provincia del litoral, en la que muchas familias no pueden mandar a la escuela a sus hijos porque no tienen zapatillas ni abrigos necesarios.

Violenta postal del despojo y que invalida cualquier intento de perpetuación de aquella consigna nacida de la prepotencia.

Libros y zapatillas son vitales para todos los pibes del país. Para que puedan estar en las aulas y ejercer el maravilloso derecho de ser educados, de aventurarse en el conocimiento que abre almas y mentes.

Pero muchos pibes, muchas pibas, se quedan sin libros por no tener zapatillas.

“La plata no alcanza para guardapolvos, útiles y zapatillas”, le cuenta Elba Osorio, mamá de siete hijos a un periodista atento.

Hay que parar la olla, es la meta de todos los días.

La primordial meta de todos los días. La que resigna a todas las demás necesidades y las envía al fondo de la tabla de prioridades.

“Lo que pasa es que mi patrona tiene hijas mayores y me da la ropa; por eso consigo cosas para mi hija mujer, pero no para el varoncito”, respondió Elba cuando explicó por qué una de sus hijas puede ir a la escuela y otro de sus chicos no.

-Primero está la comida -fue la frase contundente. El ordenador de las prioridades de una familia que no llega a juntar cuatrocientos pesos mensuales para gambetear todas las zancadillas que el sistema les impone de manera cotidiana.

La Secretaría de Desarrollo Humano de la hermosa capital correntina prometió cobijas: “Nos prometió abrigos, frazadas y una cama que nos está faltando para que podamos dormir todos separados”, afirma la mamá mientras se dispone a seguir pagando el impuesto permanente que se le exige a las mayorías, esperar los tiempos de la desesperación hasta que alguien, alguna vez, se digne en hacer realidad las repetidas promesas con las que alimentan la resignación frente a lo que presentan como inmodificable.

Si no hay cobijas, volverán las enfermedades de los bronquios y los pulmones.

No se puede contra el frío.

No el que viene de la naturaleza, sino el que está instalado en el alma de aquellos que dicen representar al pueblo en distintos lugares del Estado y funcionan, en realidad, en su contra.

No habrá libros ni zapatillas y seguirá el frío mientras el calor no venga de abajo y termine de arder el sistema que crece desde las promesas permanentes y el helado desprecio que siempre se hace presente en la vida cotidiana de los que son más en tierras maravillosas y saqueadas como las correntinas.

Fuente de datos: Diario La Nación 14-05-06

 

 

 

 


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