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Por Claudia Cesaroni

(APe).- Lucas Matías Mendoza nació el 24 de setiembre de 1980. En plena adolescencia, a sus 16 años, cometió varios delitos graves. Algunos de sus compañeros murieron bajo las balas policiales, otros fueron detenidos con él.

 

A Lucas se lo condenó a la pena más grave que existe en el Código Penal Argentino: la prisión perpetua. Se le impuso la misma pena que al ex integrante de la Junta Militar de la dictadura, Jorge Rafael Videla, o al ex jefe de la policía de la Provincia de Buenos Aires, Miguel Etchecolatz. Desde alguna de las cárceles donde está encerrado desde enero de 1997, Lucas escribe cartas donde dice: “Yo le pido perdón a los familiares de las personas a las que hice daño. Pero a mí me mataron en vida”. Las escribe como puede, porque está ciego de un ojo, y del otro ve apenas. Su condena a prisión perpetua ha sido llamada “inconstitucional” por un ex ministro de justicia; reconocida como contraria a la Convención de los Derechos del Niño por el gobierno argentino ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos; repudiada por legisladores, funcionarios y jueces, pero Lucas, como otros cuatro jóvenes condenados a la misma pena, sigue preso. Martha, su mamá, recorre desde hace doce años institutos, cárceles y oficinas públicas, pidiendo que su hijo no sea tratado igual que Videla o Etchecolatz.

Diez años y un día después que Lucas, el 25 de setiembre de 1990, nació Gustavo Maximiliano Godoy Avellaneda. Fue acusado de un delito menor, y luego sobreseído, pero un juzgado de garantías de Lomas de Zamora lo mantuvo privado de libertad en una cárcel psiquiátrica -la Unidad 34 Melchor Romero del Servicio Penitenciario Bonaerense- porque tenía un brote psicótico. Desde allí, Gustavo le escribía cartas desesperadas a su madre: “Sacame de acá, porque la policía no está preparada para cuando me agarran convulsiones...”. Y denunciaba: “Me tienen con un régimen de castigo, carcelario. Tengo la libertad y no me quieren trasladar. Que me trasladen a un régimen abierto, a una granja, hospital, clínica, que me asignen un juez civil para hacer un tratamiento ambulatorio fuera del servicio penitenciario...” También se ilusionaba: “Ma, Dios me está dando fortaleza, te amo mucho, gracias por correr y cuando salga yo voy a poner lo mismo, las pilas, voy a buscar trabajo, estudiar y cuidarte mucho, mami”.

El 14 de marzo de 2009 alguien llamó a la casa de Gustavo y le dijo a Lidia, su mamá: “Lamento decirle que su hijo falleció”. Gustavo apareció ahorcado. Hubiera cumplido 19 años el 25 de setiembre. Su madre, que no puede hablar sin llorar, lee y relee sus cartas desesperadas, conserva su camiseta y sus botines futboleros y busca alguna respuesta.

Lucas y Gustavo nacieron bajo el signo de Libra, la balanza. La balanza, también, es la imagen de la justicia, ésa que persiguen Lidia y Martha, las que los parieron en setiembres luminosos, mientras los nombran una y otra vez, y siguen corriendo y recorriendo por ellos.

Edición: 1609


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