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Por Carlos del Frade
Foto: Subcoop-Cooperativa de Fotógrafos
(APe).- La pibada argentina del tercer milenio exhibe el resultado de la historia de los últimos ciento cincuenta años. La historia en carne viva en los números que luego son expresados en caritas y cuerpos que suelen verse en calles de grandes ciudades y plazas de pueblos pequeños. Lejos todavía de concretar el sueño colectivo inconcluso sintetizado en los versos del himno nacional que promete vivir con gloria cuando en el trono de la realidad esté la noble igualdad, las niñas, los niños y la adolescencia argentina son testigos de la concentración y extranjerización de riquezas y las continuas metamorfosis del saqueo a los bienes comunes.
Es necesario reparar en algunos números antes de comenzar a transitar el año 2022 o el 212 del inicio de una revolución todavía inconclusa. Quizás por ese destino todavía no alcanzado, nuestras niñas, nuestros niños, nuestras adolescencias sufren de esas renovadas pesadillas.
Las cifras dicen que hacia 1869 la tasa de fecundidad en Argentina era de 6,8 hijos por mujer. Hacia 2018, era de solamente dos. Varios motivos podrían explicar estos números.
La arbitrariedad del autor de estas líneas prefiere pensar en el deterioro de aquella máxima que durante generaciones era un imperativo: las únicas privilegiadas y los únicos privilegiados eran las niñas y los niños. Esa Argentina parece ya no estar más. Habrá que recuperarla. No para mejorar la tasa de fecundidad, sino el presente de las niñas, los niños y los adolescentes.
La pibada menor de dieciocho años está concentrada en un mayor porcentaje en las provincias del noroeste y noreste, mientras que en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se registra la menor participación relativa de las niñas, niños y adolescentes.
Es curioso que cuanto más se profundiza la concentración de la población en las grandes ciudades, disminuya -porcentualmente- el número de niñas, niños y adolescentes. Cuando la Argentina todavía ni siquiera se nombraba de esa manera, la mayor cantidad de gente estaba, justamente, en las zonas geográficas que luego serían las provincias del noroeste y noreste. De hecho las guerras por la independencia se hicieron en esa parte del mapa argentino.
Dos siglos después, las chicas y los chicos adolescentes en hogares de menores ingresos presentan tasas de asistencia escolar 13 puntos porcentuales más bajas que sus pares en hogares del quintil más alto. Entre niñas y niños de cuatro años, esta diferencia alcanza 20 puntos porcentuales de diferencia.
En el año 2018 la tasa de abandono escolar interanual en el nivel primario fue de 0,5 por ciento mientras que en el nivel secundario alcanzó casi el 8 por ciento. Y entre 2010 y 2019, la tasa de sobredad disminuyó 13 puntos porcentuales en el nivel primario, mientras que en el secundario se redujo 10 puntos.
En los hogares de mayores ingresos, seis de cada diez niñas, niños y adolescentes utilizan una computadora, mientras que en los hogares de menores ingresos solo lo hacen tres de cada diez.
Otros números importantes para pensar en la urgencia de saldar la deuda interna con las niñas, los niños y la adolescencia están centrados en las actividades productivas: el 8,4 por ciento de niñas y niños de 5 a 15 años realizan al menos una actividad productiva, mientras que entre las personas adolescentes de 16 a 17 años lo hacen el 29.9 por ciento.
Tanto en la población de 5 a 15 años como en la de 16 a 17 años, la participación de los varones en el mercado de trabajo prácticamente duplica la de las mujeres.
En tanto, en la adolescencia, la participación de las mujeres en las actividades domésticas intensivas más que duplica la de los varones.
En estas cifras aparece de manera nítida y contundente la suerte de una política que, salvo en determinados y cortos períodos, no pudo, no quiso o no tuvo la necesaria valentía para cortar con la concentración y extranjerización de riquezas.
De cara al nuevo año, estos números que sintetizan la realidad de niñas, niños y adolescentes argentinos, deben impulsar a transformaciones que vayan más allá de las formalidades y los compromisos con los organismos internacionales.
Edición: 4440
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