Pascuas del Patriarca

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Por Alfredo Grande

   Dedicado a los combatientes contra todas las formas de la cultura represora.

   (APe).- Recuerdo de alguna lectura en la que Fidel Castro señala que la alianza entre cristianismo y marxismo no era táctica, sino estratégica. La captura reaccionaria de la profecía de Jesús, no es diferente de otras capturas reaccionarias. La cultura represora triunfa en el ocultamiento de todas las derrotas que ha tenido a lo largo y ancho de la historia. Con el agravante de que a muchas de esas derrotas ha logrado resignificarlas como fracaso. Y la diferencia es fundante. El derrotado lame las heridas propias y la de sus compañeros. Cura su cuerpo y cura su alma. Es derrotado en la batalla, pero no es derrotado en sus ideas. Por eso, como bien señala la pluma de Andrés Rivera, la revolución es un sueño eterno.

El derrotado sigue soñando despierto con la razón fundante de su vida: la revolución. Hay crítica y autocrítica de los procedimientos, pero no hay abandono de los objetivos. Aceptar la derrota es posible porque existe la convicción de que la victoria es tras generacional. El espíritu de las revoluciones pasadas alumbra el horizonte de las revoluciones futuras. Por eso la cultura represora no se conforma con la victoria. Ni con mostrar la derrota de los rebeldes y sublevados. Necesita inocular la idea y la afectividad del fracaso. El fracasado es el que se derrota a sí mismo. El fracasado no sirve para nuevas batallas. El fracasado es un quebrado. Está roto. Tiró la toalla. Y la única que le queda es la huida y el exilio. Hasta el extremo límite de la huida que es el suicidio.

Soldados que sobrevivieron al combate contra el ejército profesional de su “graciosa majestad” y la nada graciosa política de exterminio de la “dama de hierro”, no pudieron sobrevivir a la batalla contra nuestros políticos profesionales. Que empezaron juzgando militares para terminar indultando a la institución militar. La historia se paga de sutilezas y la diferencia entre “derrota” y “fracaso” resume en dos palabras una estrategia para intervenir sobre la subjetividad de los combatientes del pasado, presente y del futuro.

La guerra de Malvinas fue un fracaso para la canalla de la gobernanza militar. Pero también es un fracaso de la militancia popular cuando se pierde la conciencia de ser colonia, porque sin esa conciencia no es posible enfrentar a los imperios. Se ha borrado, aunque no de un plumazo, sino de varios, esa diferencia fundante. La consigna rebelde de al menos dos generaciones “Patria Sí, colonia No”, ha sido enlatada y aplanada en otra consigna quizá nunca escrita: “Colonia sí; Patria tampoco”.

Y en este viernes santo se conmemora la crucifixión del Nazareno. La cruz como herramienta de tortura y como patíbulo. Mientras unos se lavan las manos, otros inspiran y conspiran para que el pueblo se las ensucie. La historia del fracaso de la profecía sigue su eterna repetición. También se repite la resurrección. La cultura represora institucionaliza un tridente: “recordación – resurrección – repetición”. La repetición anula retroactivamente los efectos de la resurrección y neutraliza la recordación. El Hijo no puede subvertir los designios exterminadores del padre represor y a pesar de reconocer su abandono, termina ocupando un lugar como su lugarteniente.

Las pascuas del Patriarca son la certificación de que los nombres de hijos y madres estarán subordinados al Nombre del Padre. Las pascuas no patriarcales solamente pueden propiciarse cuando la resurrección sea subvertida en insurrección. Y me encuentro entonces con un libro de Rubén Dri que justamente tiene ese nombre . Y entonces vuelvo a recordar las palabras de mi amigo Rafael Villegas cuando señaló que “en el psicoanálisis implicado, Alfredo es cristiano”. Si diferenciamos cristianismo y cristiandad, la iglesia sacerdotal y la profética, las palabras de Fidel Castro adquieren otra magnitud. Entonces las pascuas no serán de la resurrección, sino de la insurrección.

Y las pascuas del Patriarca serán arrasadas como lo fueron los mercaderes del Templo. De nuestra lucha depende que todos los mercaderes de todos los templos nunca más puedan volver. Pero primero habrá que echarlos.

Imagen: "Cristo destruye su cruz" - José Clemente Orozco

Edición: 4292

 


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