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Por Carlos del Frade
(APE).- La geografía argentina está atravesada de ríos, sin embargo es un recurso que llega a pocos y su sistema cloacal, indispensable para evitar enfermedades derivadas del saqueo que en estas tierras es llamado pobreza, es una rareza para el cuarenta por ciento de su población.
No es un castigo divino ni una cuestión de misteriosos avatares. El agua ya no es un recurso natural fundamental, sino un negocio. De pocos, como casi todo lo relacionado a la vida humana.
“La concesión del servicio de aguas y redes cloacales se realizó en mayo del 93, de modo que el primer quinquenio -lapso indicado por el contrato para el cumplimiento de ciertas obligaciones por parte del concesionario- se cumplía en mayo del 98, pero como la empresa venía muy atrasada con las obras María Julia Alsogaray, entonces a cargo de la Secretaría de Recursos Naturales y Desarrollo Sustentable, extendió el primer quinquenio hasta diciembre del 98. Es otro mérito nacional: el primer caso del mundo en que un quinquenio tiene cinco años y ocho meses. Pero, fuera de broma, en esta anécdota aparece todo: los incumplimientos de la empresa, las renegociaciones, la falta de control estatal y los claros síntomas de lo que el premio Nobel J. Stiglitz caracterizó como 'sobornización' y lo utilizó prácticamente como sinónimo de 'privatizaciones'”, sostuvo el economista e investigador Daniel Aspiazu en diálogo con el periodismo no hace mucho tiempo atrás.
El investigador contó que la empresa que se hizo cargo del servicio de agua potable y cloacas en gran parte del país, “debía cumplir con una serie de obras, asociadas a la prestación del servicio en las áreas más carenciadas, pero María Julia Alsogaray autorizó a que algunas de esas obras se compensaran con la ampliación de la prestación del servicio en la zona de Puerto Madero. Un verdadero efecto 'Hood Robin' (así se conoce a la estrategia de quitarle a los pobres para darle a los ricos). A la vez, en cada ronda de negociación se le condonaban los incumplimientos anteriores. De hecho, cuando comenzó la concesión, en el 93, el grado de cobertura del agua era del 70 por ciento y la obligación de la empresa era llevarla al 100 por ciento en los 30 años siguientes mientras que a los 10 años debía estar en el 85 por ciento. Y sin embargo en la actualidad está en el 74 por ciento. Lo mismo en el caso de las cloacas: estaban en el 58 por ciento, el compromiso era llevarlo a 74 por ciento a los diez años y a 95 por ciento a los 30. Están a 63 por ciento, sólo cinco puntos porcentuales más que hace diez años”, explicó el economista.
Para Aspiazu “las empresas fueron ladronas, el Estado fue corrupto, pero organismos como el FMI y el Banco Mundial resultaron cómplices”, dijo el autor del libro “Recursos públicos, negocios privados”.
Según Aspiazu, “la privatización del agua pasó inadvertida porque en la Argentina no hay una cultura del uso racional del agua. No somos conscientes de que es un bien escaso y no lo cuidamos. Y tampoco las empresas tienen ningún interés en que ello suceda, de allí el escaso interés privado por impulsar sistemas como el de micro medición del servicio. Pero lo alarmante es que lo que ahora pasa con el petróleo va a ocurrir dentro de unos años con el agua con el agravante, en este último caso, que el acceso al agua potable ha sido consagrado, recientemente, por las Naciones Unidas, como un derecho humano”.
Queda claro entonces que la falta de agua y cloacas para gran parte de la población argentina no es un efecto de la naturaleza, sino de un negocio hecho por pocos y para pocos.
Por eso resulta lógica la desesperación de un hombre de ciencia de la Universidad Nacional del Nordeste, Juan Rodrigo Walsh, especialista en Derecho Ambiental.
Según sus cálculos el 40 por ciento de la población no tiene acceso a instalaciones sanitarias.
“Las patologías más recurrentes en esa franja de la sociedad están directamente emparentadas con la pobreza, es decir, parasitosis en los niños, dengue y una amplia proliferación de enfermedades vinculadas a la pauperización social y que en muchas aristas tienen relación a la realidad ambiental”, sostiene la información que consignó el alerta de Walsh.
“Me pregunto cuántas muertes y problemas de salud se pueden relacionar al PCB y cuántas a la falta de cloacas. Estas últimas son infinitamente mayor. No hay datos que indiquen que la curva de mortalidad se modifica sustancialmente entre 35 y 50 partes por millón de PCB, sin embargo, eso no es noticia, como tampoco lo es afirmar que el 40 por ciento de la población no tiene saneamiento de agua, algo que es tan básico. Diarreas y dengue son sólo algunas de las patologías más frecuentes que atacan a los sectores desprotegidos de la sociedad”, aseguró Walsh.
La ausencia de cloacas no solamente genera enfermedades, sino que también expresa la impunidad de los negocios derivados del saqueo de los años noventa.
Fuentes de datos: Agencia de Noticias Argenpress / Diario El Litoral - Corrientes 07-11-05 / Los Principios On Line - Entre Ríos 07-11-05
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