Las calles y el dinero

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Por Carlos Del Frade

   (APe).- -La calle está podrida. Los pibes matan pensando que van a ascender y son números. Ellos no se dan cuenta. Los que manejan las calles desde las cárceles están seguros y cuidados. Pero los giles que cumplen las órdenes en las calles están corriendo hacia el cementerio. Ponen el pecho por dos mangos. Saber demasiado sobre lo que pasa también es peligroso. El que sabe mucho queda expuesto ante los jefes que están paranoicos porque temen que los maten. En la calle te matan por miedo. Ya no hay códigos ni respeto. Hay órdenes que cumplir– fue la descripción que esta semana se leyó en uno de los diarios más importantes de la provincia de Santa Fe, el segundo estado de la República Argentina.

Las calles podridas son las de Rosario, la ex ciudad obrera. En la última semana de abril, el fundador de “Los Monos”, Ariel Máximo “el Viejo” Cantero, fue metido preso una vez más y hasta se leyeron pintadas pidiendo por su liberación. En esos días previos al primero de mayo, el intendente de la ciudad, Pablo Javkin, volvió a reclamar fuerzas federales y el gobierno provincial anunció un acuerdo con la Embajada de Estados Unidos para capacitar a la policía provincial.

En forma paralela, los homicidios continúan.

La mayoría de las vidas exiliadas muy antes de tiempo son mujeres y muchachos menores de treinta años.

Hay veinte escuelas custodiadas porque fueron baleadas o amenazadas y hasta desde la Casa Rosada advirtieron que no se puede sitiar Rosario, una idea demencial que no resiste el mínimo análisis.

-Se ven chicos de once o doce años con armas, metralletas, caminado por todos lados, vendiendo drogas en las esquinas. ¿Dónde está la policía, la seguridad para la gente? Los inocentes pagamos las consecuencias…-dijo Natalia, una vecina de la zona norte rosarina.
Por otro lado, las armas que deben estar en custodia por la policía santafesina, aparecen entre los arsenales de las bandas compuestas por pibes cada vez más chicos.

Los funcionarios del gobierno provincial renuncian pero la administración presenta drones, software y otras delicias de la tecnología de la seguridad como respuestas a las urgencias de las grandes mayorías, no solamente rosarinas, si no habitantes de todos los rincones del territorio que exporta miles de millones de dólares pero que, como contraste, presenta casi 800 mil personas por debajo de la línea de la pobreza, profundizando la desigualdad.

En la última reunión de la Junta Provincial de Seguridad, un ministro dijo que en los barrios donde se intervino de manera multiagencial, es decir que se invirtió en lo social configurando un estado virtuoso y cercano, los niveles de violencia urbana descendieron a casi cero. Hecho poco difundido pero que confirma que la seguridad no es hija de la mayor presencia de fuerzas policiales si no de la multiplicación de posibilidades de trabajo, cultura, educación, salud y alegría.

Pero no tiene la escala que necesita la urgencia.

Mientras tanto son las pibas y los pibes, como siempre, las víctimas de la impunidad de los negocios mafiosos que continúan su curso aunque cambien los gerentes de los mismos.

Flujos de dinero que no quieren ser discutidos por los grandes partidos mayoritarios que se aferran a los reglamentos institucionales para evitar no hablar de complicidades y cobardías.

La suerte individual del viejo Cantero marca la parábola del negocio. La curva que va del origen, el crecimiento y desarrollo y la caída, inexorable para quienes tienen contempladas las modificaciones entre las personas que durante algunos años ofician de gerentes circunstanciales.

Queda, eso sí, la desesperación de cientos y cientos de pibas y pibes, chicas y chicos que tienen facilidad de acceder a un arma, un hecho muchísimo más sencillo que lograr un trabajo en blanco y bien remunerado.

Edición: 4105

 


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