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Por Carlos del Frade
(APe).- -Y volvimos vieja. Agarrá la bici que volvemos a empezar. Te amo ma – escribió Angel Di María apenas se difundió que volvía a vestir los colores de Central, dieciocho años después y tras amenazas de muerte contra su familia para evitar el regreso como consecuencia del deseo de algunos de escalar posiciones en la barra de Ñuls, puerta de acceso a los negocios narcopoliciales que florecieron en la cancha grande de la ex ciudad obrera y portuaria. El posteo de Di María deja en claro que su historia está bien presente en su dimensión sentipensante.
Di María recordaba aquellos días de la bici en otra entrevista diciendo que “tenía un canastito adelante y espacio para llevar uno más atrás, pero había un problema, porque mi hermanita también tenía que venir con nosotros. Entonces mi papá con una sierra le cortó un cuadrillo de cada lado del canastito, que es donde se sentaba mi hermana…Una mujer andando en bicicleta por todo Rosario, con un pibe atrás y una nenita adelante, más un bolso deportivo, con mis botines y algo de comer, en el canasto de adelante. En subida. En bajada. Pasando por los barrios más difíciles. Bajo la lluvia. En el frío. De noche. No importaba. Mi mamá sólo seguía pedaleando. Graciela nos llevaba donde tuviéramos que ir”, contó en otra nota.
Su papá, en tanto, recibía el carbón y el flaquito le ayudaba a armar las bolsas para vender mientras el barrio de llenaba de nubes negras y el pibe se enamoraba cada día más de la redonda en la calea Perdriel. Después vino “El Torito” y su pase a Central por 26 o 40 pelotas y algo más de dinero.
Cuando lo vendieron al Benfica, primera posta de su aventura europea, el cheque millonario en euros fue buscado por más de media docena de dirigentes del club de Arroyito. No hay registros de aquella reunión pero debe haber sido digno de filmación la cara de los portugueses al encontrar tamaña desesperación de tantos representantes del lejano club del barrio Arroyito, creación de obreros rebeldes del ferrocarril. Tiempo después Di María apuntaría que su sueño era que aquel dinero sirviera para las inferiores del club de sus amores. Nunca se supo dónde terminó.
“La plata que pagará Benfica servirá para pagar todo lo que se debe. Ojalá que esta vez no se roben la plata”
—¿Te tranquiliza que tu venta ayude a superar la crisis del club?
-Yo quiero mucho a Central, estoy desde los 7 años y me sirvió mucho todo lo que viví acá porque gracias a eso tengo la posibilidad ahora de irme a un equipo grande de Portugal. Y si las cosas después me salen bien allí, poder saltar a otro club más grande. Espero que la venta le sirva a Central… Estuve muy poco tiempo en el club. Quiero volver algún día y poder ganar algo con Central – dijo Di María.
El 19 de julio de 2007, jugando la semifinal del Mundial Sub 20 en Canadá, la Argentina le ganó a Chile con una exquisita definición de Ángel, luego de un pase de Messi. Ese mismo día, en su mítica, saqueada y siempre resistente Rosario, Roberto Fontanarrosa, el más argentino de los rosarinos, el más rosarino de los argentinos, había piantado hacia otros lugares del cosmos. El viernes 20 de julio, miles de rosarinos despidieron al “Negro” Fontanarrosa, creador de “Inodoro Pereyra” y “Boogie, el aceitoso”, entre otras tantas maravillas de esa literatura tan especial como es la historieta y la caricatura. En la Real Academia de la Lengua Española de Madrid, flameó la camiseta de Central.
Esa mañana la ciudad estaba distinta. Los hombros parecían más arriba que las cabezas. La gente estaba triste. El sol era más que tibio. No había barullo en el centro ni en los bares. Nadie quería que Fontanarrosa se muriera. Era muy querido y muy querible.
Cuando el último crack surgido de las inferiores de Central le daba el pase a la final del Mundial Sub 20 a la Selección Argentina de fútbol hizo aquel golazo fenomenal, fue la gran figura. Como si su zurda, su figura chiquitita, tan parecida a los trazos del Negro, quisieran regalarle la mejor despedida a uno de los fanas más conocidos que tuvo Central.
Ahora, dieciocho años después, como si fuera el “general”, según dijo uno de los tantos hinchas que tienen el gorrito que dice “Central y Perón un solo corazón”, Di María vuelve a la ciudad archipiélago. Sus gambetas, su presencia, irán mucho más lejos de la cancha chica del fútbol y aparecerán en la cancha grande de la realidad, allí donde las reglas de juego parecen inmutables pero entre las cuales las grandes mayorías hacen de noticias como ésta una mínima pero palpable alegría para seguir peleando por un resultado diferente en la historia. Porque mientras se viva siempre se pueden dar vuelta las transitorias derrotas. Porque seguimos buscando el desborde y el gol. Como el Fideo, seguimos sobre la hora.
Fuentes: “Central, Ñuls, la ciudad goleada. Fútbol, lavado de dinero y poder”, tomos I y II, Rosario, 2006 y 2008. “Cancha llena. Geografía narco 10”, de próxima aparición, Rosario, 2025, libros y artículos del autor de esta nota.
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