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Por Carlos del Frade
(APE).- El mundo al revés. El mundo tal cual es. Lo manejan los que son menos, lo sufren los que son más. El culpable suele ser el inocente, la víctima suele tener la responsabilidad. Lo cotidiano es donde se aplica y experimenta la realidad del poder que maneja el mundo al revés.
Justicia invertida, como una red de pescadores invertida: los peces gordos pasan de largo, quedan atrapados los peces chicos.
Postal del mecanismo del sistema.
Ramón Luis Gómez es cartonero, junta cartones, latas y botellas y avanza como puede por la ruta de la vida que no eligió, sino la que puede, en la que insiste dentro de la ley, al borde del límite de lo informal según el denominado mercado laboral.
Ramón venía empujando su carro por la avenida Avellaneda, en Caballito, barrio tradicional de la Capital argentina, cuando alguien que iba conduciendo un Renault 19, lo atropelló. La crónica no consigna el nombre del que manejaba el automóvil.
El cartonero sufrió lesiones y el caso llegó a la justicia, a la sala B de la Cámara Civil.
Sin embargo el funcionario del poder judicial que entendió en el caso no aplicó el sentido común, sino la lógica del mundo al revés y tejió la trama por la cual los peces chicos quedan atrapados.
"Si un peatón se decide a dejar de serlo y asume el riesgo de circular por la calzada en lugar de la acera, debe como mínimo asegurarse que por el sitio no circulen automotores para no poner en peligro su vida y la de terceros", dijeron los empleaos del poder judicial.
Ramón "ha violado todas las normas de tránsito", ya que "no transitaba por la acera, circulaba a pie por la calzada en una zona destinada sólo a vehículos. No tenía pues ninguna prioridad, dado que además lo hacía por el carril destinado a los adelantamientos de vehículos y no por el derecho", apuntaron en su resolución los magistrados.
Las “normas de tránsito” aludidas en el fallo parecen desconocer la norma de la sobrevivencia histórica de las miles y miles de familias que todos los días, cuando el crepúsculo explota en las grandes ciudades del país hecho de riquezas privatizadas en pocas manos, pueblan calles y avenidas siempre sobre el pavimento, el mejorado, el empedrado, la tierra o el barro de aquello que se llama calzada.
Ramón no violó ninguna norma del tránsito histórico de los cartoneros porque andaba por la calle, intentando llevar algo a su casa después de inspeccionar los desperdicios de los demás.
En todo caso habrá que pensar qué tipo de tránsito supone la existencia cotidiana de cientos de familias como las que representa Ramón.
Lo cierto es que Claudio Ramos Feijoo, Gerónimo Sanso y Mauricio Mizrahi, los jueces del caso, señalaron que el cartonero "carecía de cualquier elemento refractario ante la nocturnidad que obligatoriamente debe tener hasta una bicicleta".
Ahora Ramón, condenado hace rato a vivir de las sobras de los demás, tendrá que pagar los honorarios fijados en el juicio para los abogados y los peritos que intervinieron, alrededor de los 40 mil pesos.
En lo cotidiano se muestra la dimensión de la perversión del mundo al revés, donde la víctima, en la mayoría de los casos, termina siendo culpable.
Fuente de datos: Diario La Capital - Rosario 18-05-06
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