La vara inalcanzable

Dedicado a la memoria histórica de Alberto Morlachetti y Vicente Zito Lema. "Escuché desde la distancia una conversación: que el hambre continúa siendo un crimen atroz y que la defensa de los presos políticos no admitía diferencias partidarias".

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Para mis amigos, mis maestros, mis hermanos.

Por Alfredo Grande

(APe).- A lo lejos, me pareció reconocerlo. Me acerqué lentamente y me quedé a la distancia observando sus movimientos. Miraba atentamente a los que pasaban y no disimulaba cierto asombro ante algunas presencias inquietantes. Sonreía, a veces se reía. Y el que solo se ríe, de sus alegrías se acuerda. Me consta que sus mayores alegrías venían de las niñas y niños. De charlar con ellos, de jugar con ellos, de pensar con ellos. En su imponente adultez, la niñez lo seguía habitando.

Mi primera intención fue acercarme a saludarlo. Hacía ya demasiado tiempo que no lo encontraba. Pero mi cuerpo no respondió. Parece que el deseo es necesario, pero no suficiente después de todo. Igual seguí observándolo, y empecé a sonreír con su sonrisa, a reír con sus expresiones. De pronto se levantó y abrazó con intensidad a un amigo con el que se había citado. Tuve una ocurrencia lamentable pero que no pude impedir. Era como un abrazo entre Godzilla y King Kong. Dos cuerpos enormes que se fundían en uno solo. Las miradas eran tiernas y amorosas. Era evidente que sentían una enorme alegría de ese encuentro.

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Escuché desde la distancia una conversación animada, llena de entusiasmo, y con algunos momentos de tristes evocaciones. Admito que la mayor parte del diálogo lo inventé porque apenas escuchaba.  Había una especie de penumbra de sonido. Creí escuchar que seguían afirmando que el hambre continúa siendo un crimen atroz y que la defensa de los presos políticos no admitía diferencias partidarias.

El diálogo parecía tener una cadencia musical, quizá porque en los dos la magia de la poesía estaba presente. Por momentos, el diálogo se hace intenso, casi polémico. Mejor dicho, totalmente polémico. Eran dos pesos completos y en el arte de la discusión el puntaje era el mismo.  Pero entre compañeros y compañeras, la más intensa discusión nunca termina en pelea. Entre algunos gritos, y vehemencias, aparecían risas y frecuentes abrazos.   Era evidente, aun a la distancia en que me encontraba, que los dos disfrutaban intensamente ese encuentro. Tenían demasiadas cosas en común, habían sido conmovidos por los mismos desafíos, indignados por las mismas injusticias, y lo que realmente importa en la vida los tenía siempre del mismo lado. Mientras los miraba e intentaba escucharlos, recordé cuando presentaron mi primer libro de la Agencia de Noticias Pelota de Trapo.

Bendigo a Internet que esa presentación quedó grabada. Siempre pensé que lo que dijeron en la presentación del libro fue más sustancial que el libro.

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No sé si ahora todo eso importa. De diferentes maneras, aunque quizá no tan diferentes, los dos dejaron la vara muy alta. Demasiado alta.  Yo diría que la dejaron a una altura inalcanzable. Algunas y algunos, con experiencia en el salto, podrán quizá apoyar las yemas de los dedos. Nada más. A los dos los miramos, los leemos, y los escuchamos desde abajo.

Siempre digo que la idealización mata al ideal.  En este momento, no puedo diferenciarlos. Quizá con más tiempo. Pero no estoy seguro. Ambos sostuvieron lo que denomino el trípode de la implicación:  coherencia, consistencia y credibilidad. Un bien escaso en estos tiempos y que los dos sostuvieron en exceso.

De pronto me di cuenta de que no solamente no podía, sino que tampoco quería acercarme porque hubiera sido interrumpirlos. Prefería retirarme sin saludarlos, esperando que en algún momento pudiera participar de sus charlas.  De sus encuentros.

De todos modos, mi convicción sigue inalterable. Dejaron la vara incalcanzable.  A menos que tomemos en serio que la unión hace la fuerza, y la unión hace la altura y entonces colectivos revolucionarios puedan alcanzar esa vara e incluso superarla.

Lo que importa es que esa vara que dejaron seguirá siendo  faro y  brújula.


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